NAVEGANDO HACIA LA ECONOMÍA DEL FUTURO
Por: Guillermo Bortoni
La humanidad y la vida misma pueden ser entendidas como un conjunto de eventos y comportamientos cíclicos, en los que generalmente el nacimiento de uno ocurre en el mismo momento en que el anterior se desvanece. Estos grandes ciclos, tales como corrientes económicas, ideologías, culturales, etc., son generalmente generacionales y recurrentes; recurrentes en el sentido de que a lo largo de la historia volverán a tomar relevancia, quizá en un mayor grado, o quizá en un menor grado, pero vuelven a jugar un papel importante.
Si por un momento imaginamos cómo era la vida de los primeros seres humanos, nuestros ancestros, y el cómo lograron preservar nuestra especie y evolucionar, no es difícil llegar a la conclusión de que lo hicieron a partir de iterar y compartir entre ellos mismossus experiencias y sus recursos para así construir conocimiento, cultura, bienestar económico y comunidades. Difícil imaginarnos que el diseño de los primeros códices o alfabetos hayan sido invención y propagación de una sola persona, al igual que el descubrimiento de la agricultura, el desarrollo de las ciencias, o de los códigos y normas sociales que han regido el orden en las sociedades a través de los tiempos.
A inicios de este milenio, Robert Putnam, un prestigiado académico en ciencias políticas de la Universidad de Harvard, presentó el libro “Bowling Alone”, en el cual correlaciona la solidez y apogeo que la sociedad norteamericana vivió durante los primeros 60 años del siglo 20 con el incremento de su capital social, y el debilitamiento experimentado en los años posteriores con la propagación de una actitud y pensamiento individualista en Estados Unidos. Entandamos el capital social, como ese recurso que potencia a los individuos para generar beneficios e inventar soluciones a problemas a través de la participación colectiva en grupos sociales. Putnam argumentaba que la solidez de las instituciones se ha debilitado debido a que sus miembros están cada vez están menos conectados socialmente (hacia afuera) y más conectadoscon sus propias ideas y perspectivas (hacia adentro); lo cual, en vez de gestar nuevas ideas y evolución, ha traído polaridad extrema, fricción y estancamiento. La dinámica de participación en el tejido social ha pasado de ser basada en el sentimiento pertenencia y participación activaen grupos heterogéneos,para convertirseenuna participación individual marginal selectiva basada en un “me gusta” manifestado a través deun clic a una idea o una fotografía publicadas dentro de una red social que comulgan con la manera de pensar de quien las lee.
Lo anterior resulta paradójico hoy en día. Es una realidad que con los avances tecnológicos de los que hemos sido testigos en los últimos 20 años relacionados al internet y las comunicaciones, se han abierto puertas para conectar personas y compartir ideas alrededor del mundo como nunca antes, sería fácil pensar que el capital social se está incrementando; pero esto es muy lejano a ser un resultado generalizado. Las herramientas y la infraestructura han estado puestas al alcance de todos por años, pero relativamente pocos se han ocupado activamente en construir capital social a través de ellas, pero quienes lo han sabido hacer han construido gran valor económico que facilitado la vida de miles de personas de manera directa e indirecta.Es decir, esta infraestructura ha permitido de nueva cuenta escalar el valor de las ideas y de los recursos como nunca antes cuando ha sido utilizada con fines de conectar,compartir y colaborar; tal y como lo hicieron aquellos primeros seres humanos en los orígenes.
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