Por: Ana Laura Martínez
¿Cómo aprender a pasar las olas?
Estas letras debieron haber sido publicadas y leídas por ti la semana pasada. En una severa intención de auto boicot, me convencí de no tener ni siquiera un minuto de mi tiempo, para pensar la forma en la que me iba a expresar contigo por este medio. Sí, le di largas a que me leyeras y no tengo reparo en sincerarme. Así tal cual fue mi realidad y con auténtico valor te lo expreso.
Oficialmente, hoy, me libero del silencio que me tuvo presa muchas semanas. Nuevamente las palabras formarán parte de mi vida. Te hablaré desde mi verdad y te invito a acompañarme semana a semana e ir descubriendo juntos, las diversas formas en que podemos aprender a pasar las olas de nuestros mares.
¿La razón?, he estado viviendo silencios a puerta cerrada. Procesos y cambios de raíz. La vida que tenía, ya no existe. Se ha convertido en algo nuevo, desconocido, que me ha obligado a soltar y a aprender un concepto que ha sido disruptivo para mi persona, como lo es el: FLUIR. Obligándome a ser más yo que nunca.
Sigo siendo la misma Ana Laura, en plenitud de colores, pero viendo un poco en retrospectiva, mis últimas décadas fueron dignas de una película en Technicolor. Sólo que hoy con los avances tecnológicos sería también una película fosforescente y por qué no, con toques neón…
La vida me ha llevado a tener el equivalente a un doctorado en temas de duelo, y no entiendo a ciencia cierta la razón. Soy mamá de Ana Laura, quien siempre me acompaña desde el cielo y es mi guía. Vivo mi presente con mi hija Sephora, la cual todos los días me inspira a levantarme en vuelo y cada día me obliga a volar más alto en un estallido de amor inconmensurable. Mi hijo Jordi, cuyo super poder son las palabras mediante un lenguaje único y una forma de amar indescriptible, me desafía constantemente, porque con él, nada es fácil y hace que trabajemos tan duro, lo cual me hace amarlo sin control.
Nací en Coatzacoalcos, mi alma es veracruzana, vivo en la Ciudad de México y soy una orgullosa mamá de tres guerreros. En un futuro, no sé si continue viviendo en la tierra que hoy me sostiene, la razón es simple: un divorcio que ya no me ancla de ninguna forma a esta ciudad, donde el ruido del día a día no me deja pensar, donde el humo contaminado siento que se ha estado llevando poco a poco mi juventud y ahora caigo en cuenta, que siempre he odiado vivir lejos del mar y ese es el primero de tantos secretos que te iré dejando al descubierto. Por momentos siento que me ahogo al no estar cerca de mis mares, de mis ríos, del agua que nutre y alimenta mi alma.
Empezar una nueva vida dentro de mi única vida, significa estar en calma y dominar la sonoridad del silencio. Me di cuenta de que en estos últimos meses, y hablo de muchos… Mis silencios realmente gritaban y en mayúsculas.
Tuve que aprender a abrazar los cambios de las corrientes de mis mares, cambiándome constantemente de rumbo, a ajustarme a diferentes temperaturas y disfrutar de los oleajes. Experimenté una terrible vorágine al terminar mi primera novela “Rescátame de la muerte”, la cual terminó rescatándome a mí y no a Allegra Santina, la protagonista de todos los capítulos que conforman uno de mis tantos sueños, y que dicho proceso, me llevó a convertirme en escritora en toda la extensión de la palabra.
El gran aprendizaje que me ha dejado este silencio que grita es a no engañarme jamás, a vivir siempre en mi realidad por dura que sea. Porque mis mares a pesar de que contienen muchas lágrimas, tienen la fuerza de generar olas únicas, que a veces llegan inesperadamente y te obligan a detenerte y decidir si tomar la ola y deslizarte sobre ella o no… Porque la vida te orilla a tomar decisiones, muchas de ellas sencillas y llenas de certeza. Porque en medio de esta vorágine, llegó a mi vida la ola correcta y la decisión fue fácil, sencilla y fluida…
Solté y me dejé llevar.
Dejé atrás la tempestad.
Me abraza un mar en calma.
Ana Laura Martínez
Escritora
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