Columna: Prospectiva

Por: Emilio de Ygartua M.

“Sólo cerca del pueblo se obtiene el aliento para la
lucha y se puede interpretar objetivamente, con
seriedad, los problemas de la sociedad, los métodos
a implementar, las metas a seguir”

Jesús Reyes Heroles

La marcha convocada por el presidente Andrés Manuel López Obrador evidenció el apoyo con el que cuenta su proyecto de nación que impulsa desde su arribo a la presidencia de la República, hace cuatro años. Luego de un recorrido de más de cinco horas desde el Ángel de la Independencia hasta el Zócalo, el tabasqueño pronunció un largo discurso en el que, además de referirse a los 101 compromisos cumplidos por su administración, nombró a su proyecto como “humanismo mexicano” que, dijo, tiene al pueblo como único sostén. “El pueblo es el único sostén del proyecto político de la Cuarta Transformación”.

¿A qué se refiere López Obrador cuando habla de humanismo mexicano? Su planteamiento está vinculado a raíces históricas que tienen su origen en la etapa precolombina, en la riqueza de sus culturas originales que sobrevivieron a la colonización y a un proceso de evangelización que hizo del sincretismo y el mestizaje un binomio indisoluble, esencial para poder avanzar y perdurar a lo largo de tres siglos de dominancia española.

No tiene nada que ver con el humanismo al que invocó el Partido Acción Nacional en su génesis en 1939, que apelaba al “bien común”, pero, desde entonces, divorciado de los que menos tienen.

La Cuarta Transformación se funda en tres estadios previos que le dan continuidad histórica: la Independencia, la Reforma y la Revolución. El humanismo mexicano que propone el mandatario se ha ido construyendo a lo largo del tiempo; hoy es posible invocarlo como una nueva estación en nuestro devenir histórico porque, como afirma Andrés Manuel: “(…) en el país ya no domina la oligarquía, sino una democracia donde la predilección de los pobres es el eje del movimiento político porque se ha privilegiado una mejor distribución de la riqueza”.

¿De dónde proviene la materia esencial de este proyecto político? Para López Obrador deriva de la grandeza cultural y de la fecunda historia política del país. En ese legado abreva su proyecto de nación, el movimiento de regeneración que él impulsa: “Movimiento que no acepta el derrotismo y lucha contra los privilegios. Es un movimiento, que, enfatiza, tiene como principio irrenunciable su amor al pueblo; un profundo amor al pueblo”.

En su mensaje señaló que “la política es, entre otras cosas, pensamiento y acción, y aún, cuando lo fundamental son los hechos, no deja de importar como definir en el terreno teórico el modelo que estamos aplicando. Mi propuesta es llamarlo humanismo mexicano porque tenemos que buscar un distintivo”.

Denominar a su proyecto de nación de esta forma, obliga a abrevar, insisto, en las características y la génesis ese modelo. Debemos transitar por los precursores del humanismo en nuestro contexto nacional, aún durante el tiempo de la Colonia. Me refiero a personajes como Juan de Zumárraga, Vasco de Quiroga, Bartolomé de las Casas, Alonso de la Veracruz y Tomás de Mercado, quienes, incluso, se enfrentaron a las autoridades virreinales en defensa de los derechos de la población indígena, en el marco de un proceso de colonización deshumanizado que no respetó la dignidad de los pueblos originales.

“Las masas no sólo piden mejoramiento social,
liberación de la necesidad, sino que ellas
coaccionan buscando participación política,
no de sus miembros aisladamente, sino de
ellas como entidades generales con exigencias
propias de carácter colectivo”

Jesús Reyes Heroles

Con la independencia devino el humanismo liberal, un humanismo positivista que fue el basamento del humanismo surgido en el contexto de la lucha revolucionaria fortalecido con las ideas de Samuel Ramos, filósofo mexicano quien estableció las bases de lo que podemos llamar “el nuevo humanismo mexicano”, enriquecido con el aporte de importantes filósofos mexicanos como Ariel de José Enrique Rodó, Antonio Caso y José Vasconcelos.

Julia Kristeva, profesora emérita de la Universidad de Paris VII, aporta en su ensayo publicado en “Cuadernos de Literatura” (Vol. XVII, No. 38, enero-junio 2013) “Diez principios para el humanismo del siglo XXI”. Destaco de este decálogo dos definiciones que considero útiles para entender lo que en este momento significa el concepto de “humanismo”. Para la autora de este ensayo, el humanismo cura: “El cuidado amoroso del otro, la cura ecológica de la Tierra, la educación de los jóvenes, el acompañamiento de los enfermos, de los discapacitados, de los que envejecen, de los dependientes.”

Para Kristeva, “el humanismo no será un regulador del liberalismo, al que le gustaría transformar sin sobresaltos apocalípticos ni días de mañana prometedores. El humanismo, tomándose su tiempo, creando una nueva proximidad y solidaridades elementales, acompañará la revolución antropológica que anuncian ya tanto la biología, como la emancipación de las mujeres, como el laisser-aller de la técnica y de las finanzas, y la impotencia del modelo democrático piramidal para canalizar las innovaciones.”

Este componente humanista debe ser visto, necesariamente, desde una perspectiva religiosa e ideológica, ese es el hilo conductor desde hace miles de años. La génesis del humanismo no puede ser dejada de lado, es el elemento central de la propuesta de López Obrador. Si bien es cierto que el hombre no hace la historia, esta, la historia, somos nosotros.

Kristeva precisa que, “por primera vez el Homo sapiens es capaz de destruir la Tierra y, así mismo, en nombre de su religión, de sus creencias y sus ideologías destruirlo todo, o cambiarlo todo. También, por primera vez, los hombres y las mujeres son capaces de reevaluar con toda transparencia la religiosidad constitutiva del ser humano.”

A partir de esta visión, el humanismo se convierte en un asidero, en un punto de apoyo, en la palanca capaz de transformar a favor del bien común visto no como el beneficio de unos cuantos, sino como la piedra angular para transformar una sociedad excluyente en una sociedad incluyente, resiliente, capaz de ver por el bienestar general.

En este momento en el que la polarización es común denominador que prevalece a nivel global, debemos aceptar que la confrontación de las ideas, los disensos, no son malos, no deben asustarnos porque lo que hacen es evidenciar que la dialéctica sigue siendo el motor de toda transformación. Es la lucha perenne entre los que quieren cambiar el estado de las cosas, y los que, en sentido opuesto, pretenden conservarlo todo como está; aquellos que, a lo más, aceptan los cambios para que todo siga igual. Como día Mark Twain: “Estoy de acuerdo con la modernización, pero me preocupan mucho los cambios”.

“Entra en acción con osadía”

Vigésima octava Ley del Poder
Robert Greene

En medio de esta vorágine que no es privativa de nuestro país, retomar el humanismo como principio axiológico, es una valiosa oportunidad para el reencuentro de nuestras diversidades lo que permite pensar que “la hipótesis de la destrucción no es la única posible”, como establece la académica francesa, quien nos conmina a aceptar que: “Nadie sabe que seres humanos nos seguirán a nosotros, por ello, la refundación del humanismo es una apuesta valida.”

¿Qué apuesta? La que ponga fin a la era de la duda que nos limita y desvía de la meta de la felicidad en un contexto de igualdad plena. “Frente a las crisis y las amenazas, cada vez más graves, sea bienvenida la era de la apuesta. Osemos apostar por la renovación continua de la capacidad de los hombres y de las mujeres para creer y saber juntos. Para que, en el multiverso rodeado de vacíos, la humanidad pueda perseguir por largo tiempo su destino creativo.”

Esa es, sin duda, la apuesta de Andrés Manuel López Obrador: Transformar a México de un país de desigualdades, a un país de oportunidades. Suelo parejo para que, los que por siglos han sufrido el abandono y la incomprensión, puedan transitar a un estadio de desarrollo pleno. Crecer es bueno, sí, pero si se da con desarrollo compartido, es mucho mejor.
Es este el paradigma de un modelo que transforma con una estrecha relación con nuestras raíces históricas, pero viendo hacia el futuro con esperanza, con auténtica fe en que se logrará la renovación plena venciendo los obstáculos que los opuestos al cambio, los que se empeñan en conservar sus beneficios, seguirán colocando en el camino.

“Juega con la necesidad de creer de los
demás y fomenta un grupo de seguidores”

Vigésima séptima Ley del Poder
Robert Greene

En su alocución, López Obrador remarcó que nuestro país “es santuario de libertades”. ¿Por qué era necesario ese señalamiento? Porque hace un par de semanas se realizó una cumbre que convocó a los más granado de la ultraderecha internacional y nacional. Los días 18 y 19 de noviembre en el hotel Westin de la Ciudad de México se realizó este congreso organizado por la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) que preside el actor Eduardo Verástegui, y que contó con la participación de personajes como el premio Nobel polaco Lech Walesa, del hermano de Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, Eduardo, quien señaló al actor y productor como potencial presidente de la República: “Aquí está el futuro presidente de México”. Carmen Nora Breña, corresponsal de (“El País”. 19 noviembre 2022), realizó una crónica muy detallada de este congreso que cerró, luego de más de diez horas de conferencias sin descanso de líderes y activistas, con una cena de gala que costó cinco mil pesos por comensal.

Este evento concentró a la ultraderecha de América atraídos por la participación de los ya mencionados Eduardo Bolsonaro y Lech Walesa, a los que se sumaron el ex asesor de Donald Trump, el ultraconservador Steve Bannon (quien se manifestó en contra del voto electrónico “que buscan en México y Brasil establecer para robar la soberanía”) uno de los principales implicados en la toma del Congreso de los Estados Unidos el 6 de enero del año pasado.

También participaron, el líder de VOX, Santiago Abascal, José Antonio Kast, el derrotado candidato de la derecha chilena, abierto admirador del general Augusto Pinochet; y el argentino Javier Milei, todos ellos con una narrativa anticomunista, profundamente religiosa, antiabortista, contraria al feminismo y a los derechos de la comunidad LGTB.

Verástegui, quien aprovechó el escenario para pulsar las opciones que su movimiento ultraconservador tiene, incluso, convertirse en un partido político, no desaprovechó el escenario para criticar a la que llamó “derecha clásica” (la dirigencia del PAN no se ha dado por aludida). El actor advirtió que la CPAC que él preside “no se quedará de brazos cruzados, la verdadera derecha está huérfana”. Calificó a esta “derecha clásica” de ser “lobos disfrazados de corderos, una derechita cobarde”.

¿Qué valores sustenta este movimiento ultraconservador? Los valores cristianos, la familia y la vida desde la concepción hasta la muerte. ¿Cuáles son los pasos para seguir? Verástegui lo deja muy claro: “Queremos construir un movimiento conservador en todo el hemisferio, con líderes preparado. Con la ayuda de Dios, comenzamos nuestra labor.”

En entregas anteriores hemos puesto en el papel nuestra preocupación por el avance de estos movimientos de extrema derecha empeñados en conculcar derechos fundamentales para la sociedad. En Europa, estas formaciones políticas han logrado un avance muy importante tanto en los parlamentos como en el control gubernamental. Vale mencionar algunos casos específicos como es el crecimiento de la presencia de VOX en la Cámara de los Diputados en España; del ultranacionalista movimiento encabezado en Francia por Jean Marie Le Pen, o el reciente triunfo de la neofascista Georgia Melani, convertida ya en la primera ministra en Italia.

Verástegui ha plateado que todas aquellas personas que reciben algún apoyo gubernamental deben ser excluidos de la lista nominal de electores, en concreto, que no deben sufragar porque, dice, su voto está condicionado por esos apoyos. Al referirse a las recientes elecciones en Brasil, sumado al discurso del hermano de Bolsonaro, calificó el triunfo de Lula como un fraude por el uso del voto electrónico y porque su discurso estuvo fundado en ofertas a los pobres. Creo que el actor y productor no se enteró que Jair Bolsonaro abrió la cartera y entregó recursos públicos en aquellas zonas en las que sabía que el voto no le era favorable.

¿Podrá avanzar este movimiento en México, en América Latina? La polarización puede ser un factor favorable para este movimiento. Historiadores, sociólogos políticos coinciden en que si bien en México este conservadurismo radical no ha estado ausente (Guerra Cristera, sinarquismo, el Yunque), difícilmente permeará en un país en donde la mayoría no comparte estos planteamientos. Asimismo, existen hoy colectivos, ONG’s y otros agrupamientos, que no están dispuestos a que se reviertan avances indiscutibles en derechos sociales a los que sean opuesto estos grupos desde hace muchos años.

“Se avanza, no se brinca”

Jesús Reyes Helores

En la marcha del 27N, participaron tres de los aspirantes a convertirse en abanderados de la Cuarta Transformación en las elecciones presidenciales de junio del 2024. Claudia, Adán Augusto y Marcelo, hicieron acto de presencia en ese multitudinario evento. Sin apasionamientos, el secretario de Gobernación, siempre cerca del paisano. La primera como huésped de una histórica movilización que sí tenía como objetivo mostrar el músculo ante la marcha celebrada dos semanas atrás en una manifiesta defensa del INE, y expresa oposición a la aprobación de una reforma electoral iniciativa del presidente de la República.

No participó en esta marcha Ricardo Monreal, quien primero dijo que lo haría, más tarde utilizó como excusa la participación en una reunión parlamentaria a celebrarse en la capital española. Esa evasiva estuvo, para variar, envuelta en su recurrente afán de victimizarse, papel que le ha valido no un Ariel, pero si el cobijo de quienes, desde la oposición, ven su postura, sus amenazas de abandonar a su partido aduciendo que no hay un piso parejo para hacer realidad sus aspiraciones, legítimas sí, pero mal encausadas, cuando es de esperarse de un político con su recorrido, algo de disciplina y congruencia partidaria, como un golpe directo al presidente López Obrador.

Echa por delante sus 26 años de participación al lado del líder que, se le olvida, lo cobijo en momentos en los que su salida del partido en el que ambos militaron no daba cabida a nadie que no se disciplinara y siguiera las reglas del juego. Andrés, desde antes, recorrió el camino más espinoso, el más peligroso, el zacatecano, en cambio, cayó en blandito primero en un PRD dirigido por el tabasqueño, luego, en Morena, fundado con la premisa de ser un propulsor de la transformación de la nación.
No es la primera discordancia de Monreal con los métodos electivos. Tampoco es desconocido que en las pasadas elecciones intermedias le movió el piso a quien en el 2018 le ganó la candidatura al gobierno de la Ciudad de México. López Obrador le abrió el espacio como candidato a senador y puso en él la responsabilidad de coordinar los trabajos en la Cámara Alta.

Hoy, muchos se preguntan si su coqueteo abierto, descarado con las oposiciones, es compatible con ese encargo. Se fue a Madrid para comerse una torta de jamón serrano y un buen vino, rechazando sardónicamente “el frutsi y la torta”, comentario de total mala leche que le hizo el juego a los opuestos que hablan de uso de recursos públicos, de métodos “priistas” para concitar a una participación que evidencia que en política lo que más deja no es la resta y la división, sino la suma y la multiplicación, operaciones que, todo parece indicar, se le han olvidado a quien hoy pide suelo parejo cuando las encuestas no le son favorables, y cree que llegará a la otra esquina como campeón, es posible, sí, pero como “campeón sin corona”, recordando a David Silva, que sí era un buen actor.

¡Bienvenido Ricardo! Le dijo Santiago Creel, aspirante panista, “pero fórmate a la cola”. En tanto que Movimiento Ciudadano, ratifica que irá solo, y Standard & Poor´s, informa, a los que lo quieren oír, que el PIB 3n México crecerá este año un 3%, y que en el junio del 2024 la victoria de Morena y sus aliados está más que cantada.

Por cierto, ya que se habla de la fallida reforma electoral, habrá que pedirle al Washington Post que en lugar de solicitarle al presidente Joe Biden que intervenga para que la reforma electoral no se apruebe en México, que mejor le exijan que haga algo por su propia democracia que apesta desde hace varias décadas. Como me gustaría que Lorenzo Córdova y Claudio X.

González, activos promotores de la “marcha rosa”, se manifestarán en contra de esta intromisión, lo cual no ocurrirá por ellos son promotores de esta. La promueven y la aplauden. Viva el nacionalismo contrarrevolucionario.

Acerca de Jorge Cupido

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