Emilio

Columna: ENFOQUE MÉDICO

Por: Dr. Elías Córdova Sastré

Suerte, inteligencia emocional y/o formación de competencias

En algún momento leía una fábula oriental sobre un anciano criador de caballos la cual se centra en sucesos que vive y su respuesta ante la interrogante de sus vecinos sobre si lo que le sucedía era una mala suerte, o una buena suerte; ante esto el anciano siempre decía: “Mala suerte.. buena suerte.. ¿quién lo sabe?”. Y es que cuando algo parecía que era “mala suerte”, terminaba siendo con el tiempo, una “buena suerte” y viceversa.

Durante mucho tiempo se le dio reconocimiento a los test de inteligencia y estos fueron los principales parámetros a considerar para evaluar trabajos, puestos, ascensos, capacidades, etc. Se pensaba que una persona con mejores resultados en un test de inteligencia tenía los conocimientos suficientes y adecuados para cumplir ciertas tareas y ejercer posiciones de liderazgo ya que se daba por entendido con base en sus resultados o la lógica hacía pensar que así era; ahora se sabe que la relación entre el buen resultado en un test de inteligencia o coeficiente intelectual VS el nivel de eficacia de las personas en el desempeño de su trabajo no supera el 5-10%, esto es, darle importancia al coeficiente intelectual para medir el desempeño en el trabajo, hará que te equivoques un 90-95% de las veces.

Igual se sabe ahora que la empatía, la autodisciplina y la iniciativa, son factores que las personas con éxito tienden a desarrollar; y es que éxito muchas veces se suele interpretar como un factor de suerte, pero lejos de eso existen condiciones que van conjuntándose para que una persona alcance esos logros. Ahora igual se sabe que más de dos terceras partes de las habilidades que todo trabajador de éxito tiene o que las personas que llegan a puestos elevados tienen, son habilidades de tipo emocional.

Es por eso importante que desde pequeños enseñemos en casa o se enseñe en las escuelas sobre inteligencia emocional. Si bien el tener inteligencia emocional es importante, no basta con tenerla ya que debemos llevar esto a la práctica, es decir en lo que hacemos día a día, debemos pues, saber relacionarnos con nosotros mismos y con los que nos rodean. Debemos aprender a desarrollar estos conceptos de inteligencia emocional a través del formar estas competencias: Es poner en acción distintos componentes que tienen que ver con componentes de conocimiento, componentes de actitud y componentes del hacer o saber hacer (componentes cognoscitivos, actitudinales y procedimentales); desarrollar estos componentes nos permiten formar ciertos tipos de competencias que nos van a permitir actuar de forma eficaz ante situaciones determinadas.

En inteligencia emocional cuando hablamos de saber relacionarnos con nosotros mismos, estamos definiendo la competencia personal, y cuando hablamos del cómo relacionarnos con nuestro entorno, hablamos de la competencia social. Y esto es lo que resulta interesante ya que al hablar de competencias emocionales, estamos hablando de hábitos aprendidos o desarrollados a lo largo de la vida, es lo que de cierta forma conocemos como “madurez”, de ahí que esto sea una buena noticia el saber que podemos aprender y formar aquellas competencias emocionales de las cuales carecemos o no hemos fomentado, y es precisamente en la práctica donde iremos desarrollándolas ya que no depende sólo del saber sino del saber hacer, llevarlas a la práctica.

Cuando hablamos de competencia personal hablamos de una inteligencia emocional conformada por doce habilidades que tienen que ver a su vez con tres grupos y cada uno de ellos con otras habilidades más. Hablamos entonces del tener conciencia con uno mismo, saber autorregularse y mantenerse motivado. Tener conciencia de uno mismo es saber reconocer nuestras emociones, saber identificarlas y saber o conocer nuestros límites, saber cuándo pedir apoyo o ayuda y saber reconocer y aprender de nuestros errores (conciencia emocional, valoración adecuada de uno mismo y autoconfianza).

Saber autorregularse por otro lado es tener la capacidad de haber desarrollado cinco competencias emocionales a saber: autocontrol, confiabilidad, integridad, adaptabilidad e innovación; saber relajarse a través de diferentes técnicas, el saber expresarse de forma abierta y sincera, ser flexibles a los cambios como el saber desarrollar competencias digitales, y poner en activo nuestras ideas al superar las críticas, convencer a los demás y conseguir los apoyos necesarios, son parte de esta competencia emocional llamada autorregulación.

Saber reconocer las dificultades del juego, saber vincular las propias metas a las de la empresa, o saber sintonizar las actividades diarias con nuestro desarrollo profesional, además de saber anticiparse a los competidores o jugadores, así como conocer o saber los pasos a dar para lograr las metas u objetivos, forman parte del mantenerse o estar motivado y esta es la tercera habilidad de la competencia personal; la motivación, formada a su vez por el logro, el compromiso, la iniciativa y el optimismo.

Por otro lado, la segunda parte de la inteligencia emocional que implica saber relacionarnos con nuestro entorno o competencia social, se conforma por dos campos: la empatía y las habilidades sociales; estos dos campos a su vez, se conforman por trece habilidades más. La empatía es la habilidad para percibir lo que quieren y sienten los demás, dentro de las cinco competencias que conforman esta habilidad tenemos la comprensión de los demás, el desarrollo de los demás visto como el apoyo brindado a nuestros colaboradores para el logro de sus metas u objetivos, la orientación hacia el servicio, el aprovechamiento de la diversidad visto como el saber apoyarse por personas diferentes a nosotros evitando estereotipos, y por último la conciencia política, es decir, saber interpretar la realidad externa como interna de una organización.

Y dentro de las habilidades sociales encontramos ocho habilidades que la conforman; las cuales son la influencia, la comunicación, la gestión de conflictos, el liderazgo, la catalización del cambio, el establecimiento de vínculos, la colaboración y cooperación y la capacidad de trabajo en equipo.

Con base en lo anterior es comprensible que el coeficiente intelectual no sea el detonante del éxito laboral o empresarial de una persona, y que cuando vemos que una persona tiende a sobresalir, tan sólo estamos viendo la punta del iceberg y seguramente no vemos la pirámide que está debajo de todo, debemos fomentar el desarrollo de estas habilidades y sobre todo en casa con nuestros menores enseñarle a comprender la importancia de conocer y manejar sus emociones.

Cuando preparación y oportunidad se encuentran se suele ver como suerte, pero basados en lo expuesto, es fácil ver que el crecimiento y logro de metas y objetivos tienen un camino andado y tienen un campo arado y sembrado que con el tiempo va permitiendo la cosecha.

En frase de Elon Musk: “Cuando algo es lo suficientemente importante, hazlo igual aunque las probabilidades no estén a tu favor”.

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