Por: Dr. Elías Córdova Sastré
Melatonina y vitamina D
Durante mucho tiempo se han sabido las funciones de la melatonina y de la vitamina D en el cuerpo humano, pero nunca se le había dado tanta importancia como en estos últimos años de pandemia, incluso su uso o ingesta de forma externa se vio incrementada hasta en más del 50% con respecto a años anteriores; algunos articulistas han denominado este efecto como “la pandemia de la vitamina D”.
Ambos componentes tomaron importancia y relevancia en estos años de pandemia tanto por su relación con el ciclo del sueño, como por la función que guardan con el sistema inmunológico y el efecto que guardan con el día y la noche.
Por un lado tenemos que la melatonina es una sustancia que de forma natural se produce en nuestro cuerpo y está implicada en la regulación u oscilación del ciclo sueño-vigilia, esto es el estar despierto o dormido; se pensó durante mucho tiempo que sólo se producía en una glándula ubicada en el cerebro que se conoce como “glándula pineal” pero ahora se sabe que se produce en otros lugares como la retina, la piel, células del intestino, entre otras; de hecho en la pineal se produce menos que en otros tejidos. Su producción en el cuerpo humano inicia alrededor de los 3-4 meses (los bebés la reciben de la leche materna) y toma su nivel máximo a los 8-10 años de edad y luego se va reduciendo, pero esta reducción es notablemente mayor luego de los 40-45 años y a partir de los 70 años los niveles en el cuerpo no superan el 10% de los niveles encontrados en los menores de 15 años.
En personas sanas la melatonina inicia su producción alrededor de las 20-22 hrs y alcanza su máximo a las 2-3 de la madrugada y durante el día es mínima su producción. El pico más alto coincide con el valor mínimo de la temperatura corporal. La luz es el principal factor que regula su secreción, este efecto de sincronización se lleva a cabo desde que estamos dentro del útero de nuestra madre ya que en ella oscilan los niveles de melatonina.
Nuestro cuerpo se regula con base en el llamado ciclo o ritmo circadiano; en este ritmo participan la temperatura, la alimentación, el sueño y nuestra actividad motora; nuestro sincronizador principal es el ciclo de luz y obscuridad, otros sincronizadores menores son el horario de alimentación, el ejercicio regular, los horarios de sueño y los contactos sociales. La luz la captamos a través de la retina lo cual es fundamental para el correcto funcionamiento del ritmo circadiano.
Actualmente sabemos que un 10 a 15% de la población adulta padece de insomnio crónico y un 25 a 35% ha presentado insomnio ocasional o transitorio, pero hasta una tercera parte de la población adulta padece algún tipo de trastorno del sueño. En niños los trastornos del sueño lo presentan hasta un 30% y en quienes tienen alteraciones del neurodesarrollo esta cifra sube hasta un 80%. De aquí que actualmente se consuma mucha melatonina tanto por las alteraciones del sueño en las personas, como por su asociación con la vitamina D y el impacto en COVID.
En relación al otro componente de nuestro cuerpo la Vitamina D, este nutriente ayuda al cuerpo a absorber calcio, lo que contribuye a prevenir la osteoporosis, pero igual participa en otras funciones como transmisor de mensajes en el cerebro y en el sistema inmunitario para combatir virus y bacterias. El cuerpo produce vitamina D cuando nuestra piel se expone al sol, pero el color de la piel, las nubes, el smog o contaminación, y la edad avanzada reducen la cantidad de vitamina D que se produce por la piel. El miedo al cáncer de piel además de algunos factores ya mencionados, ha hecho que cada vez tengamos menos niveles de vitamina D y que actualmente haya una cierta deficiencia de esta vitamina.
Se estima que hasta un tercio de la población mundial tiene deficiencia de vitamina D. Se puede obtener igual de fuentes externas como leche o cereales fortificados, pescado graso como salmón, atún o sardina. La cantidad de vitamina D que se necesita varía con la edad. Se ha mencionado esta pandemia de COVID como la pandemia de la deficiencia de vitamina D por el hecho de que países donde hubo mayor mortalidad, fueron precisamente países ubicados en ciertas latitudes que los hacen tener menos exposición al sol y por la relación que existe entre esta exposición al sol y la producción de vitamina D por la piel.
Lo anterior hizo que se plantearan ciertas relaciones entre la deficiencia de vitamina D y el riesgo de infección por COVID, así como la relación entre la ingesta de vitamina D por fuentes externas y la prevención de la infección por COVID o si esto podría alterar el pronóstico.
En estos dos últimos años las investigaciones realizadas arrojan resultados favorables en los estudios que relacionan la administración tanto de vitamina D como melatonina para combatir el COVID, sus acciones son complementarias y actúan con un efecto inmunomodulador y orientador hacia células dañadas, sin efecto dañino para las sanas. Ambas en teoría carecen de efectos secundarios adversos, pero últimamente el incremento en el uso de ambos componente ha generado muchas investigaciones y puede que en breve se documenten algunos efectos secundarios.
Estas mismas investigaciones están arrojando otros efectos favorables del uso de estos componentes que los asocian como antioxidantes, propiedades antiinflamatorias, etc. El hecho de que cada vez nos expongamos menos al sol, de que estemos padeciendo más estrés, insomnio, alteraciones del sueño en general, la afectación de la capa de ozono, contaminación, etc, ha condicionado tanto una deficiencia de niveles de vitamina D como una alteración en la producción de melatonina, lo cual ha acarreado que se esté incrementando su administración de forma externa para poder regular ambos niveles y que cada vez se conozcan mejor sus efectos.
En palabras de Yokoi Kenji: “La disciplina tarde o temprano vencerá a la inteligencia. Bueno, llegó ese día, a esta altura no se salva el país más civilizado, lo hará la tribu más disciplinada”.
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