Poder elegir ser madre es un derecho maravilloso de las mujeres. Ser madre por accidente o por presión social o tradición quizá sea un poco más complicado, pero ser mamá de un niño o niña con discapacidad, quizás sea uno de los desafíos más grandes a lo que se enfrenta una mujer.
Está la historia de Patricia Correa, quien tiene 46 años, atiende una pequeña fonda y es madre de cuatro hijos, uno de ellos de nombre Édgar Juárez de 11 años de edad, con el que vivió un aspecto de maternidad del que nadie le advirtió: tener un niño con discapacidad.
Patricia contó a Novedades de Tabasco la lista de retos que le ha tocado enfrentar a lo largo de la vida. Desde las penurias para la manutención diaria de los menores y hasta cómo educar a partir de la conciencia de la discapacidad, un problema que para muchos podría representar una carga, pero para otros un gran desafío.
Relata con tono de nostalgia que Édgar, es el niño que le enseñó otro modo de mirar. Nació sin una extremidad, sin su brazo izquierdo por cuestiones genéticas, pero a pesar de ello han podido salir adelante.
“Él nos hizo mejores a todos, para mí es mi tesoro más grande, lo amo mucho y siempre daré todo para verlo feliz”, dice esta mujer quien vive en la comunidad Las Campanas, en el municipio de Macuspana, a más de 50 kilómetros de Villahermosa, donde desde hace varios años atiende una pequeña fonda de comida.
-¿Qué significa para ti ser mamá de Édgar?
“Es una satisfacción muy grande, pues llena parte de mi corazón y, aun cuando tiene una malformación, para mí es mi niño y mi más grande tesoro”.
-¿Cómo se han adaptado como familia al cuidado y convivencia?
“Es difícil, ya que cuando tienes un hijo te creas un ideal, piensas que todo será bonito, y que todo será muy fácil, pero cuando te dan el diagnóstico te das cuenta que todo será diferente a como pensabas y que vas a tener que trabajar más que los demás e incluso luchar contra muchas cosas por tu hijo”.
-¿Cuál es el mayor reto que tienen por delante?
“Mi mayor reto es que Édgar se ame y respete a sí mismo tal cual es, perfectamente diferente. Ojalá pudiera verse con los ojos que lo veo yo cada mañana. Lo veo como un futuro profesionista sirviendo a la sociedad con esmero y dedicación. Estoy muy contenta, porque me ha dado tantas satisfacciones, pero la más grande es su fuerza de voluntad, el no rendirse”, dice mientras acaricia al Édgar que la mayor parte del día se entretuvo dándose un chapuzón en las caudalosas aguas del río Tulijá, pues sabe nadar muy bien.
“Mi mayor reto es que Édgar se ame y respete a sí mismo tal cual es. Ojalá pudiera verse con los ojos que lo veo yo cada mañana. Lo veo como un futuro profesionista sirviendo a la sociedad con esmero y dedicación”
Patricia Correa
Comerciante
Mamá de Édgar