Resiste el paso del tiempo

Crónica de la calle

Por: Javier Hernández

Villahermosa

“Antes te enseñaban a garrotazos… pero aprendías. A mí me dieron una vez con un fierro aquí en la cabeza, me chorreaba la sangre, me remento tió la madre y me dijo ‘para que aprendas’. Le doy gracias a ese maestro porque gracias a él aprendí este oficio” expresa Heriberto Pérez López, relojero y reparador de alhajas.

Originario del municipio de Paraíso, y desde hace 35 años radicando en la colonia Gaviotas Norte, el hombre de mediana estatura y cabello entrecano sostiene entre sus manos un reloj con la intención de cambiarle la pila.

Fue en Comalcalco, a la edad de 15 años, que ‘Naila’, como es conocido en la zona y por compañeros de oficio, tuvo contacto con la reparación de relojes y alhajas.

“No dabas abasto. Todo el día te la pasabas trabajando, ahí sí sacabas dinero; sabías que si te lo gastabas todo en una borrachera al día siguiente lo recuperabas. El que supo ahorrar, qué bueno, pero el que no, como yo, nos está llevando la tristeza ahora que ya ni la vista te da”, dice Heriberto, quien la semana pasada se hizo solo 20 pesos y lo que va de está ya lleva 300.

Sin perder el sentido del humor y con una sonrisa dibujada en el rostro, expresa “Ya mi negocio no se llama ‘Viry’, ahora es ‘Los aguacates’, porque estoy en medio de dos matas de aguacate”.

Evolución del oficio

-Estaban los Orient y los Citizen, que ya desaparecieron, sobreviven por ahí algunos, estaban también los Mido, Buloba, y los Rolex, que constaban mucho dinero, como despertador estaba el Wesclock, y de pared los que tocaban una campana cada hora”, contesta a pregunta expresa sobre qué marcas eran las que más se trabajan hace 35 años.

Tras realizar el recuento de marcas de relojes que existían en aquellos tiempos y que la mayoría llega por Chetumal, Quintana Roo, advierte que el oficio de relojero y reparador de alhajas está por desaparecer ante la poca demanda de trabajo y que las jóvenes generaciones no están interesadas en aprender.

Aunque con la llegada de los celulares disminuyó el uso de relojes de pulsera, porque en el teléfono podían ver la hora, ahora con el boom de relojes chinos, la gente los empieza a usar, pero solo visitan al relojero para cambiarle la pila o el extensible, expresa el hombre, quien dice que en la misma situación se encuentran sus compañeros de oficio que hay en el Centro de la ciudad.

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