Están por cumplirse nieve años de la desaparición de los 43 estudiantes de la universidad rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, en Iguala, Guerrero, y aunque no hay claridad en los resultados de las investigaciones que buscan conocer el paradero de los normalitas, este sábado información que publica el periódico estadounidense “The New York Times” (NYT) revela que en más de 23 mil mensajes de texto inéditos, con declaraciones de testigos y documentos con nuevas pistas se involucra a policías, funcionarios del gobierno local, militares y gente del Cártel de los Guerreros Unidos.
La investigación de Natalie Kitroeff y Ronen Bergman destaca que los mensajes y más información fue proporcionada por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) al gobierno de México y en esta se destaca que hay más de un involucrado que conocía sobre lo ocurrido a los normalistas.
“Los comandantes de policía cuyos agentes se llevaron a muchos de los estudiantes durante esa noche (27 de septiembre) de 2014 habían estado obedeciendo órdenes directas de los narcotraficantes”, subrayan los mensajes de texto revelados por “The New York Times”. “Uno de los comandantes dio armas a los integrantes del cártel, mientras que otro respondió a una instrucción de que persiguiera a sus rivales”.
El diario neoyorquino resalta que “militares que monitoreaban de cerca el secuestro (de los 43 normalistas) nunca acudieron a socorrer a los estudiantes, también habían recibido sobornos del cártel. En los mensajes de texto, captados en intervenciones telefónicas, los traficantes y sus colaboradores se quejaban de la insaciable codicia de los soldados y se referían a ellos como putos a los que tenían en la bolsa”.
“The New York Times” refiere que los mensajes señalan que teniente ‘incluso armó a sicarios vinculados al cártel y según un testigo, ayudó a la policía a intentar ocultar su participación en el crimen luego de que los estudiantes fueron secuestrados y asesinados’.
Estos textos ofrecen una imagen más clara, hasta el momento, de un posible motivo de la colusión entre las autoridades y los autores materiales de la desaparición de los normalistas.
Asimismo, se señala a un forense que prestaba servicios al grupo criminal enviando fotos de cadáveres y evidencia en escenas de crímenes.
“Tras el asesinato de algunos de los estudiantes, los traficantes incineraron los cuerpos en un crematorio propiedad de la familia del forense, dicen los investigadores. En un testimonio inédito, un integrante del cártel les dijo a las autoridades que los hornos solían usarse para desaparecer gente sin dejar rastro”, subraya el diario estadounidense.
De acuerdo con los mensajes captados por la DEA y compartidos con el gobierno de México, se explican una de las versiones para la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
“En los meses y semanas previos al secuestro, según muestran las intervenciones telefónicas, el cártel se había puesto cada vez más paranoico, asediado por luchas intestinas mortales mientras trataba de defender su territorio ante el avance de sus rivales. Así que cuando decenas de jóvenes llegaron a la ciudad de Iguala en autobuses de pasajeros —no muy distintos a los que el cártel usaba para contrabandear drogas a Estados Unidos— los traficantes confundieron el convoy con una incursión enemiga y dieron la orden de atacar, según lo que dicen ahora los fiscales”.