Emilio

Columna: Prospectiva

Por: Emilio de Ygartua M.

“La democracia es una forma de organización social que supone participación del pueblo en el gobierno”

Octavio Paz

En nuestro país ha dado inicio la etapa de precampañas, nombre que el INE ha dado a una fase en la que ya sabemos quiénes serán los abanderados de las diferentes formaciones políticas que participarán en los comicios del 2 de junio del 2024. A partir del lunes de la semana pasada también inició la difusión de millones de mensajes invitando a votar por la fórmula que se promueve.

Cada día se debilita más la fuerza de estos mensajes en medios electrónicos, en tanto que cobran preeminencia los transmitidos en las redes sociales, todavía no sujetas a las normativas de una ley electoral que no se ha adecuado a los tiempos tecnológicos que se viven, como la inteligencia artificial que ya tiene una clara participación en los procesos políticos.

El tránsito para llegar a esta fase preelectoral no ha estado desprovisto de complicaciones y de fracturas al interior de los agrupamientos que han tenido que improvisar modelos electivos para darle la vuelta a un marco jurídico electoral francamente inoperante lo que evidencia que pronto se requerirá un cambio de forma y de fondo de las reglas electorales.

La abanderada de Morena-PT-PVE, Claudia Sheinbaum, inició esta etapa en Veracruz con un discurso en el que hizo una abierta crítica al modelo neoliberal. “El México del machismo y del autoritarismo está quedando atrás; México está cambiando y también está cambiando para las mujeres”. La exjefa del Gobierno de la Ciudad de México ofrece “no regresar al pasado de la corrupción y privilegios como anteriores gobiernos”, al tiempo que denuncia violencia pública cuando se habla de “Maximato”.

Sin duda, Claudia deberá ir transitando a un discurso que cumpla con el encargo de defender la Cuarta Transformación, pero construyendo una imagen propia y con propuestas innovadoras que sean empáticas para el electorado. Una tarea urgente será recuperar a las clases medias, al sector de investigadores y, sobre todo, al empresariado. Son diecisiete los puntos contenidos en un documento que, para atender a las reglas electorales no suena propuestas será presentar exclusivamente a sus correligionarios. El México bizarro sigue vigente.

Por su parte, la abanderada del Frente Amplio por México, Xóchitl Gálvez, inició su precampaña en Chihuahua, estado gobernado por el PAN. La senadora con licencia ha perdido fuerza lo que sin duda debe preocupar a quienes hicieron todo lo necesario para que se le allanara el camino.

“El oficialismo temblará”, fue el eje de su discurso, que en esta ocasión no se le olvidó, pero lo que sí se le pasó de largo entender que, por más que lo deseen ella y sus promotores, México no es Argentina, y mucho menos tiene fondo el argumento de Raymundo Riva Palacio, quien, en su columna del 21 de noviembre, publicada en “El Financiero”, plantea absurdas similitudes entre Jaime Milei y Andrés Manuel López Obrador.

Por más que los opuestos al régimen de la Cuarta Transformación quieran convencer al electorado de que “México vive un escenario de crisis económica”, las cifras los desmienten tajantemente. A pesar del bache provocado por la pandemia, nuestro país tiene una macroeconomía estable y en los dos últimos años se ha logrado recuperar empleos, crecer el PIB; lograr un incremento histórico de la inversión extranjera directa que crecerá aún más con el nearshoring que puede generar ingresos mayores a los 50 mil millones de dólares al año, incluso, se señala que en el 2025 este modelo puede generar un ingreso de dólares superior al de las remesas que en el presente año será de 60 mil millones de billetes verdes.

Además, la deuda externa es menor al 50%, nuestra moneda está en rango menores al 2018, el salario mínimo ha crecido ha niveles históricos, y la inflación está bajando de manera constante bajo la vigilancia de un banco central cuya autonomía se ha respetado.

“En México, la democracia es una aspiración constante, no una realidad establecida”

Carlos Fuentes

Así las cosas, habrá que explicarle a la abanderada del frente opositor que, si quiere hacer comparaciones, la única que tiene lógica es aquella que evidencia que, en la Argentina de hoy, como en el México del 2018, el hartazgo fue lo que provocó una reacción popular en las urnas. En julio de ese año, más de 30 millones de ciudadanos dieron su voto a favor de Andrés Manuel López Obrador, sacando de Palacio, por segunda ocasión, al Partido Revolucionario Institucional, sí, a ese partido que ella critica con denuedo y con sobrada con razón.

En Argentina, desgraciadamente, el presidente Alberto Fernández ha dejado al país en una crisis profunda, que ha puesto en punto muerto al peronismo.“No supimos sintonizar con la sociedad argentina”, fue la respuesta de quien el 10 de diciembre entregará el bastón de mando a su sucesor en la presidencia, al ultra Jaime Milei.

En el 2000, ocurrió lo mismo con Vicente Fox, gobierno en el que Xóchitl hizo sus pinitos. El hartazgo provocó que la ciudadanía pusiera fin a más de siete décadas de gobiernos del PNR-PRM-PRI. Entonces, como lamentablemente ocurrirá con su admirado Milei, el proyecto foxista fracasó estrepitosamente. No hubo una transición a la democracia, pero sí se fortalecieron las políticas neoliberales que con tanto empeño impulsaron Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, empeñados en cumplir al pie de la letra con el “Consenso de Washington, haciendo al Estado chiquito y privilegiando la privatización de la economía. Salinas devolvió los bancos al sector privado, y luego de la crisis del 94-95, Zedillo los rescato mediante un fondo que todavía estamos pagando todos los mexicanos.

Zedillo, quien junto con Calderón festinan los triunfos de la derecha. Zedillo el que aparece contra la pared en 1968, pero que no sólo entregó la presidencia a la derecha, también los ferrocarriles a empresas extrajeras de las que hoy es socio distinguido. Ellos dos, junto con opuestos a la 4T, se oponen a que México recupere el tránsito de pasajeros por las líneas férreas que privatizó el nativo de Baja California quien desde hace años vive en los Estados Unidos, donde, por cierto, diariamente se mueven millones de personas por trenes que transitan de norte a sur y de este a oeste.

Para que el proyecto obradorista funcione no solo se necesitan las vías por las que hoy se mueven únicamente mercancías, sino trenes de verdad. Si se aspira a un sistema de salud como el danés (la superfarmacia próxima a operar es un buen paso), también deberíamos pensar en un sistema ferroviario como el estadounidense o, mejor aún, como el europeo.

Volviendo a doña Xóchitl, al aplaudir de manera tan ferviente el triunfo de Javier Milei, evidencia que la postura ideológica de la candidata del Frente Opositor no está muy distante de las propuestas de Eduardo Verástegui, posible candidato independiente, y representante en México de la derecha radical.

Recordemos que el ganador de las elecciones en Argentina estuvo el año pasado en nuestro país en el evento en que se reunieron grupos de esa filiación que han formado el “Movimiento Viva México”, que ha puesto a la luz cómo la extrema derecha se agrupa frente a AMLO para las elecciones de 2024.

Festinar el triunfo de Jaime Milei significa que la candidata del Frente Amplio por México (desde luego no dudo que también Verástegui), considera adecuadas las propuestas de quien el 10 de diciembre se convertirá en el jefe del Ejecutivo de esa nación sudamericana. ¿Está de acuerdo con la dolarización de la economía, con mandar al demonio al Banco Central, con eliminar los programas sociales, privatizar la educación y el sector salud?

Xóchitl vive el peor de sus momentos. Sin una propuesta clara; abandonada por los líderes de los tres partidos que hace un par de meses la cobijaron con frases entusiastas, pero que hoy están más preocupados en el reparto de curules, tarea en la que Alejandro Moreno ha ganado la partida evidenciando que a Marko Cortés, quien pronto dejará la dirigencia del PAN por una senaduría, le ha quedado a deber a su partido. Del PRD, mejor ni hablar.

Las encuestas marcan ya una distancia de 30 puntos porcentuales (datos de los más entusiastas comentócratas aliados del Frente Opositor) con la abanderada de Morena. La máxima preocupación de quienes escalaron e inflaron a la senadora con licencia, no es que pierda con Claudia, sin que quede en tercer lugar rebasada por el candidato de Movimiento Ciudadano, Samuel García quien, de entrada, ha generado una imagen más moderna que puede derivar en empatía con muchos de los potenciales votantes de la abanderada del Frente Opositor.

Dante Delgado se salió con la suya al nombrar a un candidato único. Luego de que Marcelo Ebrard “decidiera” quedarse en Morena, la opción única era el gobernador de Nuevo León cuya solicitud de licencia ha provocado una crisis en su estado toda vez que al no contar con la mayoría en el Congreso los diputados del PAN y del PRI han bloqueado la propuesta de Samuel empeñado en dejar un interino de sus confianzas.

El abanderado oficial de MC ha iniciado la ruta hacia el 2 de junio con un discurso fundado en su juventud y en los resultados que, presume, ha logrado en muy poco tiempo en su entidad. “Perderá la vieja política”, es el mensaje de quien sabe que no le alcanzará para ganar, pero sí para convertir a su partido, incluso, en la segunda fuerza política nacional lo cual rebasa por mucho las expectativas iniciales de su líder, el veracruzano Dante Delgado, quien, por cierto, enfrenta una rebelión en la granja encabezada por Patricia Mercado, tiempo atrás candidata a la presidencia, quien se niega a aceptar que el actor y empresario Roberto Palazuelos, “quien confesó en televisión haber cometido un homicidio”, se convierta en candidato a senador como propone el dirigente de MC.

No obvio mencionar que Andrés Manuel López Obrador, guste o no, es el dueño de la narrativa en este país. Ha sido capaz de hacer candidatos de la oposición a Xóchitl Gálvez y a Samuel García, al tiempo que logró que su corcholata favorita desde el inicio, Claudia Sheinbaum, sea la abanderada y la responsable de darle continuidad a la Cuarta Transformación.

“La verdadera libertad requiere de la existencia de diferentes partidos y opiniones, donde la oposición sirve no solo para expresar alternativas sino para evitar el abuso del poder”

John Stuart Mill

No pocos han calificado el triunfo del ultraconservador Jaime Milei como “un salto al vacío”. Sin duda, como ocurre con Xóchitl, con Verástegui, con Vox, la señora Melani, con Trump y la familia Bolsonaro, este triunfo le sabe a gloria a la derecha radical y, sin duda, ello obliga a reflexionar a las izquierdas sobre que están haciendo mal que está dando lugar a este crecimiento de grupos fascistas empeñados en revertir derechos humanos que han sido garantizados luego de muchos años de lucha.

El prestigiado periodista y escritor argentino, Martín Caparros, en su columna publicada el pasado 20 de noviembre en “El País” titulada: “La Argentina, otro país”, señala que: “El país ha terminado de demostrar que es, ahora, un país desesperado, porque hay que estar desesperado para votar a un señor que dio tantas muestras de su desequilibrio y su ignorancia”.

El escritor Juan Gabriel Vázquez, horas después del desenlace electoral en su país, publicó en el diario español multicitado que: “La extrema izquierda suele prometer un mejor futuro; de unos años para acá, me parece claro que la principal promesa de la extrema derecha es un mejor pasado. Make Argentina Great Again, promete Milei, y echa mano de la riqueza de comienzos del siglo XX entes de empezar a justificar ladinamente la dictadura militar. (…) este rompimiento con la condena de un pasado violento puede ser una de las señas de identidad de la nueva ultra derecha”.

Andrea Rizzi, un muy puntual y brillante analista de la geopolítica, en un artículo publicado el 20 de noviembre pasado en el País, aporta muy importantes reflexiones derivadas de la inobjetable pero preocupante victoria de Milei el día inmediato anterior; triunfo que el autor asocia con “una ira que impulsa al nacional populismo global”.

Para él, ha sido una enorme frustración ciudadana la que impulsó al candidato argentino, “igual que a Trump, Bolsonaro, Melani o a los promotores del Brexit”. Sin embargo, puntualiza, y es necesario entenderlo, “hay diferencias en las causas de esa ira y en los planteamientos de los líderes”. Donald Trump manifestó su beneplácito por la victoria del “libertario”, y se dijo orgulloso de su logro. “Argentina pronto será grande”.

Rizzi señala que, en el caso de Argentina, “es evidente que la victoria de Milei es un rechazo total a la gestión del peronismo kircherista. De forma parecida, el éxito de Bolsonaro se alimentaba de un antipetismo (PT, partido de Lula y Rousseff) arraigadísimo. En estos casos, las propuestas progresistas perdieron en gran medida por fracasos propios, sea por gestiones económicas de resultados nefastos, sea por la larga sombra de corruptelas que se extienden sobre ellas, más que por un anhelo nacional de cerrazón de un mundo del que se importan problemas”.

Coincido con Rizzi cuando afirma que “la ola nacional populista” no es invencible, como lo demuestran las derrotas de Trump y de Bolsonaro, y la reciente en Polonia del PiS polaco. Sin embargo, las victorias en los últimos días del radicalismo de derecha en Argentina, y en Países Bajos, obligan a reflexionar sobre el futuro de la democracia y el papel de las derechas tradicionales y de las izquierdas con todos sus matices, desde la socialdemocracia hasta las formaciones radicales.

En este punto, Andrea Rizzi hace dos planteamientos que me parecen relevantes: El primero: “Las derechas conservadoras tradicionales, en plena crisis de pánico (el Partido Popular en España, es un ejemplo) por el auge de propuestas nacional populistas que los aniquilan (Francia, Italia y de alguna manera España) o les comprimen el espacio de una manera que les imposibilita gobernar sin ellos, cada vez más han decidido cooperar con los radicales o incluso comprar sus argumentos. La historia les juzgará por ello”.

El segundo: “Las izquierdas socialdemócratas y los liberales, por su parte, deberían razonar a fondo. No ya solo sobre problemas globales que dan alas a los ultras y ofrecer respuestas en clave de protección social (“La Europa que protege” pregonaba Macron; “proporcionar seguridad”, señalaba Sánchez en su discurso de investidura)”.

En concreto, Rizzi conmina a analizar más a fondo todo el espectro “de acciones y fallos que, desde los ámbitos de la moderación y el progresismo, han facilitado el fenómeno de la ola nacional populista en el hemisferio occidental, un gravísimo peligro para el mantenimiento de derechos fundamentales y, en algunos casos, de los más básicos valores democráticos”. Desde luego que el triunfo de un personaje como Milei, sin duda el más radical de todos “demuestra que su desarrollo puede conducir a lugares inimaginables y explosivos”.

He de comentar que, en España, luego de varios meses de incertidumbre derivados del resultado de las elecciones del 23 de julio pasado, en las que Alberto Núñez Faijóo, líder del Partido Popular, obtuvo la más alta votación, pero no pudo obtener los escaños necesarios para lograr su investidura, lo que sí pudo Pedro Sánchez convertido en presidente del Gobierno español por un tercer período de cuatro años.

Esta victoria pírrica del líder del PSOE debe ser visto como un freno al avance de la derecha (PP) y de la extrema derecha (VOX), sí, pero no puede dejar de señalarse que viene acompañada de acuerdos que comprometen la gobernabilidad del país toda vez que la amnistía, más allá de lo que significa en el contexto político y jurídico, empodera a un grupo independentista que tratará de ampliar ese acuerdo en un futuro próximo.

Luego de su tercera investidura, Pedro Sánchez hizo un viaje oficial a Oriente Medio donde se entrevistó, en compañía del primer ministro de Bélgica, Alexander de Croo con Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí. El presidente del gobierno español fue contundente al señalar: “Reitero el derecho de Israel a defender, pero dentro de los parámetros y limitaciones que impone el derecho internacional humanitario. Y no está siendo el caso. La matanza indiscriminada de civiles inocentes, incluidos miles de niños y niñas, es completamente inaceptable. La violencia solo conducirá a más violencia”.

Estas afirmaciones, respaldadas por el primer ministro belga, fueron calificadas por el gobierno israelí como un tácito “apoyo al terrorismo”. Esta crisis diplomática ha llegado a extremos de parte de los tres países involucrados. Es evidente que el gobierno israelí está cada día más cuestionado por su respuesta a los ataques de Hamas. Se niega a sentarse a negociar un acuerdo de paz. Se siente protegido por su eterno aliado, pero no se sabe hasta cuándo aguantará Joe Biden la presión. Cuatrocientos de sus principales colaboradores le han pedido tome medidas para detener esa guerra.

Como Sánchez y Croo, Biden, junto con muchas más personas más, consideran que la única salida a este conflicto de siglos es reconocer la existencia de dos Estados. La ONU sigue demostrando su incapacidad y evidencia la necesidad de una reestructura en este momento en el que estamos viviendo una nueva guerra fría que, a diferencia de la primera, nos puede llevar a una hecatombe mundial.

No puede el gobierno israelí escudarse en los deleznables episodios del holocausto para justificar una matanza que, como bien señala Pedro Sánchez, llevará a generar más violencia y un escalamiento en un escenario mundial que, a casi dos años de iniciada, no ha podido detener el conflicto entre Rusia y Ucrania.

La profundización de la Guerra Fría entre EU y China será una preocupación mayor para el mundo que el coronavirus. El mundo se encamina a un período de perturbación masiva sin ningún liderazgo tras la pandemia”

Jeffrey Sachs

En este espacio hemos insistido en que el mundo vive una época peligrosa derivado de los cambios en los equilibrios de poder que genera grandes olas con efectos diversos en todo el planeta. Esta Prospectiva pretende poner en los ojos y en la mente del lector algunos elementos que le permitan, en estricto apego a su libre albedrío, construir una visión lo más cercana a la realidad y a los tiempos que no ha tocado vivir: los de la geopolítica en los tiempos de la Inteligencia Artificial.

¿Estamos viviendo una nueva guerra fría? Las voces de investigadores sociales y de figuras prominentes, como el Papa Francisco, coinciden en que, efectivamente, estamos transitando por una ruta con algunos signos recurrentes del pasado, pero con una ADN diferente, si me permiten la analogía. China y los Estados Unidos son los actores principales de la nueva trama.

No hay un “galán joven” representando a la nación que mantiene vigente su cartel propagandístico autocalificándose como el “defensor del modelo liberal, de los derechos humanos y garante de la pervivencia de un modelo económico que, dicen de manera recurrente, privilegia el libre mercado”, aunque esto sea una falacia en un entorno en el que cada día es más evidente la concentración del dinero en pocas manos y la prevalencia de un capitalismo monopolista de Estado.

Del otro lado, ha surgido un nuevo antagónico que ha sustituido al actor clásico, al soviético, que se identificó, en el largo período de la primera Guerra Fría, con el rostro de la maldad sustentada en principios comunistas orientados a poner punto final al capitalismo. Lo sabemos, el objetivo fracasó y arrastró a la caída del Muro de Berlín y a la desintegración del bloque socialista liderado por la URSS.

China, que en los tiempos de la Guerra Fría escribió el epílogo de una larga guerra civil, consolidó su modelo comunista bajo las premisas del maoísmo que, a su muerte, y luego de un período de caos, logró reformular Deng Xioping quien colocó las bases de un nuevo modelo económico, híbrido de nacimiento, al tiempo socialista en su estructura gubernamental monopolizada por el Partido Comunista, que cohabita con un modelo económico que, si bien tiene rasgos estatistas, ha prohijado un exitoso proyecto que en poco tiempo lo catapultó a la cima, como potencia económica mundial que hoy compite con los Estados Unidos por el liderazgo planetario.

Xi Jinping, presidente chino, estuvo en los Estados Unidos, en una visita oficial dividida en dos partes, la primera, constituida por un diálogo directo con su anfitrión, su homólogo Joe Biden, en el que trataron el tema de la lucha contra las drogas y la demanda de Washington de que Pekín ponga un alto a la salida del fentanilo precursor cuyos nefandos efectos en Estados Unidos ha motivado la implementación de medidas extraordinarias.

La segunda parte de la visita del líder chino tuvo que ver con una reunión formal de la APEC integradas por países que colindan con el Océano Pacífico, entre ellos México, representado por Andrés Manuel López Obrador, quien luego de haber dejado amarrado el tema electoral de su partido, viajó a San Francisco, California, en donde sostuvo diálogos con el anfitrión y con su invitado estelar.

Con Joe Biden los temas fundamentales fueron el combate al narcotráfico y el asunto migratorio, temas ambos que ya son parte de la narrativa de la campaña electoral con rumbo a noviembre del 2024. Con Xi Jinping, López Obrador tuvo una plática que también tocó el tema del fentanilo, pero que tuvo un mayor peso en la relación comercial con el país asiático. El mandatario mexicano invitó a su homólogo a que agende una visita oficial a nuestro país. China es nuestro segundo socio comercial.

Desde luego que López Obrador tiene muy presente el mensaje hecho por Biden en el marco de la cumbre de la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas celebrada en Washington a inicios del mes de noviembre pasado. Claro del abandono en que los gobiernos estadounidenses han tenido a sus vecinos del sur, y de que China ha aprovechado esto para posicionarse en la región latinoamericana, el mandatario demócrata corteja a América Latina y les propone convertir al continente en “el más competitivo del mundo”, al tiempo que lanza una convocatoria en el tono clásico del imperio: con melón o con sandia, como en los tiempos de la clásica Guerra Fría, a los que, sin duda hemos regresado.

La participación del presidente de México en la reunión de la APEC, al tiempo que sirvió para las reuniones bilaterales ya comentadas, muestra el interés del gobierno federal de abrirse al mundo y establecer alianzas con los países que conforman este Acuerdo de Cooperación Económica Asia Pacífico.

La inversión china en nuestro país no aparece en cifras, como lo detalla Isabella Cota en un artículo publicado en El País (26 de noviembre del 2022) en el que plantea que, “el rol del sector público chino en las inversiones extranjeras, así como su particular manera de hacer negocios, invisibiliza los flujos de capital que entran al país”.

A primera vista se podría decir que, según datos oficiales, la inversión extranjera directa (IED) china en nuestro país está en mínimos, “tocando su nivel más bajo desde 2015”, sin embargo, la realidad es otra. “La demanda por espacio industrial está subiendo y la importación de insumos asiáticos rompió un récord este año [2022]”.

En este artículo se plantea que existen dos estimados de la IED china que ha ingresado a nuestro país desde que la nación asiática se integró al comercio global en 2001 (ingreso a la Organización Mundial del Comercio). “El primero, el de la Secretaría de Economía, que registra un acumulado de 3 mil millones de dólares en IED, mientras que un grupo de académicos de la UNAM estiman que el monto se acerca (2022) a los 17 mil millones de dólares”.

Desde 2017 las tensiones entre ambas potencias han ido escalando. Washington ha establecido aranceles y bloqueos que han transitado en la actualidad a medidas orientadas a poner trabas a productores estadounidenses en China con la finalidad de que regresen muchos de los trabajos manufactureros a los EU, “o por lo menos ubicarlos en países considerados aliados”.

Con una mano de obra barata, una larga y eficiente frontera, y un tratado de libre comercio, el TMEC, México tiene ventajas en esta ola de relocalización”, que, como recién señalara la canciller mexicana, Alicia Bárcenas, todavía el gobierno federal y el sector empresarial no han entendido su potencial. No se han diseñado las estrategias globales y de largo alcance para sacar provecho de esta coyuntura.

China no se quedará de manos cruzadas ante las medidas tomadas por Washington. Lo esbozó de manera muy diplomática Xi Jinping a su homólogo, quien, para variar, puso fin a la concordia que privó en la cumbre al calificar al huésped asiático como “un dictador”. La cara de Antony Blinken, secretario de Estado, luego de ese discurso, evidencia que será muy complicado mantener el nivel de tensión en parámetros adecuado para poder avanzar y evitar una confrontación mayor.

El gobierno mexicano, en ese entorno, deberá actuar con mucha cautela. El incremento de la inversión china en nuestro país es imparable en razón de la globalidad económica que hoy domina al planeta. México es el segundo mercado receptor de coches chinos, después de Rusia, y la intensión expresa de las empresas de Pekín, de acuerdo a datos que nos proporciona Isabella Cota, es abrir armadoras en territorio estadounidense, “lo que tiene alarmados a los legisladores en EU.”

Está claro que China no va a parar. La nueva Ruta de la Seda se está pintando de verde. Pekín ha decidido afrontar la próxima década con un proyecto basado en su expansión geoestratégica dando prioridad a la transición energética y digital en detrimento de las infraestructuras que ha sido el eje principal de su inversión en América Latina.

Washington está conminando (la palabra que en el lenguaje imperial suele utilizarse) a los países de la región a convertir al continente en “el más competitivo del mundo” pero no ha dicho ni cómo, ni cuándo. El presidente López Obrador ha insistido, una y otra vez, que hay que generar un nueva “alianza para el progreso” como la que John F. Kennedy delineó en 1961 para “detener el avance comunista en América Latina” luego del triunfo de la Revolución Cubana en 1959. Si se quiere frenar el avance de la ola amarilla, al menos abría que plantear una alternativa de esa envergadura.

Biden ha invitado a iniciar una transición hacia las energías limpias en la región, es urgente, sin duda. Pero hay un problema. Según datos de la Agencia Internacional de la Energía (IEA), que pone a América Latina en el foco por su riqueza en minerales estratégicos para la transición de combustibles fósiles a energías limpias, considera que esta región deberá invertir 150 mil millones de dólares en energías limpias para cumplir esas metas.

Resulta paradójico que el BID proyecta un ingreso récord de 155 mil millones de dólares en remesas a Latinoamérica para este año, recursos destinados a familiares de quienes están en el extranjero. Lo cierto es que los países de la región no cuentan con los recursos para poder cumplir con la meta de transición energética que se nos establece en la agenda.

En octubre se celebró un Panamá foro en el que los ministros de Ambiente de América Latina adelantaron algunas prioridades de su agenda para la cumbre que en diciembre de este año se celebrará en Dubái. ¿Cuál será la demanda principal de la región? Más financiamiento y una transición energética justa será lo que pedirá Latinoamérica en la COP28.

¿Cuáles son las expectativas? Si nos atenemos a que en la última reunión del G-7 se tocó el tema y se manejó la posibilidad de apoyar a países con recursos insuficientes para enfrentar los retos de la transición energética, pero los acuerdos no fueron vinculantes y, para variar, quedaron en el aire.

Frente a la sordera y ceguera de Occidente, se fortalece la estrategia china planteada en la nueva Ruta de la Seda pintada de verde. Si los Estados Unidos no muestran una auténtica intención de generar desarrollo en América Latina, y ayudar a lograr esta transición energética que se demanda, los países de la región seguirán viendo a China como una alternativa, aunque ello conlleve un nuevo modelo de dependencia económica y tecnológica.

“La democracia es preciosa y frágil. Necesita ser defendida constantemente”

Noam Chomsky

Lo que derivó de la reunión en San Francisco de los líderes de las dos grandes potencias nos permite ratificar que las relaciones entre EU y China giran en torno a dos componentes: las relaciones de fuerza y la revolución tecnológica, que, para los analistas dedicados a estudiar las características de esta confrontación, son dos factores clave en la desestabilización del planeta.

Así lo considera Andrea Rizzi, especialista en geopolítica, corresponsal de asuntos globales del diario español “El País”: “Guerras devastadora, pulsos peligrosos, cambios disruptivos. El mundo atraviesa una fase de relaciones internacionales turbulentas, como evidencia la invasión de Ucrania, el conflicto entre Hamás e Israel o la descarnada competición entre Estados Unidos y China, cuyos líderes -Joe Biden y Xi Jinping- se reunieron el 15 y 16 de noviembre próximo pasado”.

Datos importantes que nos aporta el propio Rizzi. En el 2022, el gasto de defensa creció vertiginosamente. En millones dólares: Ucrania (43,997), Rusia (86,373), Irán (6,844), Israel (23,406), China (291,958) y, Estados Unidos (876,943).

Estos datos evidencian que, como ocurrió durante la primera Guerra Fría (1945-1990) está aumentando el gasto armamentista por los propios riesgos de las guerras en las que, si bien no participaron directamente EU y la URSS, lo hicieron otorgando o vendiendo armamento a los países alienados con su respectivo modelo.

Muchos analistas geopolíticos coinciden con el planteamiento de Rizzi. Existen varios factores que contribuyen a la desestabilización. El más recurrente entre los analistas tiene que ver con el profundo y rápido cambio en los equilibrios del poder internacional y con el ascenso vertiginoso de China, es “una Rusia que se sintió más fuerte después del colapso de los años noventa, países emergentes que avanzan, un Occidente que pierde peso relativo”.

Vivimos en un mundo en el que los equilibrios derivados del fin de la primera Guerra Fría, que dio lugar a un mundo unipolar, se agotaron. Han surgido nuevos intereses nacionales, un nacionalismo diferente al vivido en la primera parte del siglo XX y que desencadenó la Segunda Guerra Mundial, acompañado de las reivindicaciones a favor de un cambio en el orden mundial que abandera de manera abierta el gobierno chino con el acompañamiento de Rusia que ya no tiene argumentos para recuperar el liderazgo perdido, pero que sí puede ser el ariete que impulse y apoye las aspiraciones de China.

Rizzi plantea que, en paralelo a lo anterior, “discurren otros fenómenos desestabilizadores globales, como la asombrosa revolución tecnológica -a la vez terreno de competición muy dura e instrumento de alboroto y polarización, a través de las redes sociales y, ahora, más aún, a través de la inteligencia artificial- o el cambio climático, que agudiza reproches, exigencias”.

“La inteligencia artificial es la nueva Frontera en la geopolítica. El control De la IA será el control del futuro”

Kai-Fu Lee

La geopolítica en la era de la Inteligencia Artificial (IA) presenta varias características notables y se espera que tenga múltiples efectos: Los países compiten por el liderazgo en el desarrollo y la implementación de la IA. Esto incluye inversiones en investigación y desarrollo, así como en la formación de talento especializado. El liderazgo en IA es visto como un indicador clave de poder e influencia global.

La IA tiene un rol crítico en la ciberseguridad, tanto en defensa como en ofensiva. Las naciones están desarrollando capacidades de IA para proteger infraestructuras críticas y, en algunos casos, para realizar ciberataques.

Sin duda, esta herramienta digital está transformando industrias enteras, desde la fabricación hasta los servicios financieros. Esto podría llevar a cambios significativos en el equilibrio económico mundial, con algunas economías beneficiándose enormemente y otras enfrentando desafíos de adaptación.

La automatización impulsada por la IA puede llevar a una reestructuración significativa del mercado laboral, con implicaciones políticas y sociales. Esto puede incluir desplazamiento de trabajadores, cambios en las habilidades demandadas y potencial aumento de la desigualdad. La IA puede influir en las relaciones internacionales, con aspectos como la diplomacia digital, la influencia en redes sociales y la desinformación. Esto puede cambiar la manera en que los países interactúan y negocian.

La IA genera nuevas preguntas éticas en el ámbito internacional, especialmente en torno a la privacidad de datos y la vigilancia. Las respuestas a estas preguntas pueden variar significativamente entre diferentes culturas y sistemas políticos.

Lo que resulta innegable es que existe un creciente interés en desarrollar normas y regulaciones internacionales para el uso de la IA, lo que podría llevar a nuevas formas de cooperación o, por el contrario, a tensiones si hay desacuerdos significativos.

Lo que se espera es que la IA puede ser una herramienta clave para abordar desafíos globales como el cambio climático y la salud pública, influyendo en las políticas y la cooperación internacional en estas áreas. La IA está redefiniendo la geopolítica al alterar el equilibrio de poder, cambiar las economías y las sociedades, y plantear nuevos desafíos y oportunidades en la escena internacional.

En Prospectivas anteriores hemos planteado retos, riesgos y oportunidades que acompañan la disruptiva aparición de esta herramienta digital. La IA tiene un largo recorrido hacia adelante y nadie pone en duda que, en el contexto de la Cuarta Revolución Industrial, genere tantos o muchos más cambios que en los que en su momento derivaron del uso del vapor para mover barcos y trenes, o más adelante la utilización de motores de combustión interna que transformó la movilidad de las personas y de las cosas.

En estos tiempos en los que el cambio climático nos está mostrando cada vez más sus alcances devastadores. En una época en la que es cada día más evidente que el agua escasea y que proyectos como el de la extracción del litio para generar el carbonato que se requiere para la fabricación de baterías para mover los autos eléctricos debe contemplarse como una alternativa que si bien puede reducir la fabricación y circulación de vehículos movidos por gasolina, sus efectos pueden acelerar la problemática climática por la gran cantidad de agua que se requiere para producir un kilogramo de ese carbonato de litio. Paradójicamente, cuando “la mano divina” creo al mundo, ubicó las minas de litio en lugares desérticos, en donde el agua es escasa.

La mala noticia, estimados lectores, es que la inteligencia artificial, además de los riesgos y retos que conlleva “se bebe miles de millones de litros de agua”, según lo documenta Manuel G. Pascual especialista en tecnología y cambio climático (“El País”, 13 de noviembre 2023), quien nos comparte que “la creciente sed de los centros de datos, que usan agua para refrigerar los procesadores, comienza a provocar tensiones en los territorios en los que se ubican”.

El 15 de noviembre se realizó en México el “Foro Transformación e Innovación en la era de la IA, un evento organizado por el diario español “El País” en alianza con Dell y Ban Bajío, en el que se abordó desde distintos ángulos la tecnología más controvertida de la época contemporánea. Los temas tratados son de especial relevancia ya que la llamada IA generativa tiene efectos divergentes en temas relacionados con los derechos humanos y el medio ambiente y, desde luego, se habló sobre el papel de la IA en las empresas.

Es necesario insistir en que, así como se están dando estos foros convocados por el sector privado, es urgente que el gobierno federal y el poder legislativo tomen cartas en el asunto y construyan un marco regulatorio, como ya lo está haciendo la Unión Europea.

En los últimos días hemos sido testigos de conflictos internos en las empresas que han desarrollado modelos de IA. Sam Altaman, quien en una audiencia convocada por el poder legislativo de los EU alertó sobre de los riesgos para la humanidad de esta herramienta digital y firmó una carta colectiva pidiendo una pausa de seis meses para regularla, fue despedido de OpenAI y fichado por Microsoft, acuerdo duro cinco días ya que un grupo de 500 empleados de la empresa desarrolladora de ChatGPT, amenazó con renunciar si Altman no era restituido.

Altman funge ahora como consejero delegado de OpenAI, junto a figuras de Silicon Valley como Bret Taylor, Larry Summers y Adam D´Angelo, tres independientes que asumen el control de la compañía por encima del repuesto primer ejecutivo y que manifestaron abiertamente sus objeciones a la recontratación.

Antes del despido de Altman, investigadores de OpenAI alertaron de un avance en el desarrollo de esta herramienta digital “que amenaza a la humanidad”. ¿Cuál es esta amenaza? ¿Cuánto tiempo permanecerá en la secrecía de personas que forman parte de corporativos que hoy solo dan importancia al potencial crecimiento de sus ganancias?

En este momento, estimados lectores, ante la fascinación que deriva de una agenda oculta, lo que está claro es que este es el año de ChatGPT, pero que al tiempo se está definiendo la batalla por el futuro de la humanidad.

Javier Salas, experto en el tema, señala: “El asombro ante las inteligencias artificiales creativas provoca la fiebre del tecnocapitalismo por acaparar los beneficios y forzar a que la regulación favorezca sus intereses frente a los de la sociedad”.

“Nuestra responsabilidad como líderes de China y Estados Unidos es asegurar que la competencia entre nuestros países no se convierta en conflicto, ya sea intencionado o no. Simplemente competencia directa y sencilla”

Joe Biden

La IA está redefiniendo la geopolítica al alterar el equilibrio de poder, cambiar las economías y las sociedades, y plantear nuevos desafíos y oportunidades en la escena internacional.La confrontación entre Estados Unidos y China en el actual contexto, que, como ya se mencionó, algunos analistas comparan con una nueva Guerra Fría, tiene varios componentes clave relacionados con sus ambiciones geopolíticas y en esa confrontación juega un papel estelar el tema de las tecnologías y su papel el objetivo de, la primera, conservar el liderazgo mundial, la segunda, de trepar al escalón más alto.

La rivalidad económica es evidente, destacando la guerra comercial, las disputas sobre aranceles y el acceso a mercados. Estados Unidos ha expresado preocupaciones sobre prácticas comerciales chinas, como el supuesto robo de propiedad intelectual y la falta de un comercio justo y equitativo.

La competencia tecnológica es crucial, especialmente en áreas como la inteligencia artificial, telecomunicaciones (por ejemplo, la red 5G), y la carrera por el control de las cadenas de suministro tecnológico globales. La tecnología es vista no solo como un motor económico, sino también como una herramienta de influencia y poder geopolítico.

Ambas naciones están modernizando y expandiendo sus capacidades militares. La presencia militar de China en el Mar del Sur de China y sus reclamaciones territoriales son puntos de tensión, al igual que la presencia militar de EE.UU. en Asia-Pacífico. Las cuestiones de ciberseguridad y espionaje también son prominentes.

Está a la vista que tanto los Estados Unidos como China buscan expandir su influencia a nivel mundial a través de alianzas, iniciativas como la Ruta de la Seda de China, y su participación en instituciones internacionales. Existe una competencia por el liderazgo en asuntos globales como el cambio climático, la seguridad y la gobernanza mundial.

Al tiempo, se observa una evidente confrontación ideológica entre el sistema democrático liberal de Estados Unidos y el modelo autoritario del Partido Comunista de China. Esto incluye diferencias en el manejo de derechos humanos, libertad de expresión y prácticas de gobernanza.

Sin embargo, no se observa esta confrontación ideológica tan marcada como ocurrió a lo largo de la Guerra Fría que enfrentaba al liberalismo, representado por Washington, y el socialismo, cuyo liderazgo recaía en Moscú y sus satélites.

Como ocurrió en la década de los ochentas con la llamada “guerra de las galaxias”, que al final del día ganaron los estadounidenses, en la actualidad la competencia también se extiende al espacio, donde ambas naciones buscan liderar en exploración y tecnología espacial. El ciberespacio es otro campo de confrontación, con acusaciones mutuas de ciberataques y espionaje.

De lo que tampoco existe la menor duda es que tanto los Estados Unidos como China buscan fortalecer o formar nuevas alianzas para ampliar su influencia. Las relaciones con países en Europa, África, América Latina y Asia son cruciales en este aspecto, sobre todo porque esta confrontación se da en un contexto de interdependencia económica y globalización, lo que hace que la situación sea más compleja y menos propensa a una confrontación militar directa en comparación con la Guerra Fría del siglo XX.

“En los próximos 50 años, lo más importante en las relaciones internacionales es que China y Estados Unidos deben encontrar la manera correcta de llevarse bien”

Xi Jinping

Es evidente que Washington está preocupada por el avance de China en “su patio trasero” al que tiene abandonado desde hace mucho tiempo. Pekín ha logrado, tanto en África como en Oriente Medio y en América Latina, imponer de manera muy inteligente una presencia que ha llenado el vacio que han dejado los Estados Unidos.

¿Cuál es la razón de ese avance? La llamada Ruta de la Seda, oficialmente conocida como la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), es un proyecto de desarrollo global lanzado por China en 2013. Tiene varios componentes y ha generado efectos e intereses geopolíticos diversos, especialmente en América Latina y en relación con Estados Unidos.

¿Cuáles son esos componentes de la Ruta de la Seda? Principalmente las conexiones infraestructurales que incluye la construcción de carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos para mejorar la conectividad entre Asia, Europa y África. También se contemplan inversiones financieras que se basan en préstamos y financiamiento para proyectos en países participantes, a menudo a través de bancos chinos.

También se ha enfocada a promover una abierta cooperación energética. El gobierno chino ha contribuido al desarrollo de proyectos de energía, incluidos los renovables y los tradicionales, como plantas de energía y redes eléctricas. De la misma manera ha impulsado proyecto orientados al desarrollo tecnológico y digital. Destacan las inversiones en tecnología de la información, como la red 5G y la infraestructura digital.

La Ruta de la Seda no ha desatendido temas que son muy sensibles en nuestro continente como son los intercambios culturales y educativos. La estrategia se ha basado en promover la cultura china y fortalecer los lazos educativos y culturales. Una colonización pacífica pero que tiene un objetivo muy concreto: establecer una presencia fundada en la interdependencia que le ha abierto las puertas a Pekin de par en par en la mayoría de los países de la zona.

¿Cuáles han sido los efectos de la presencia china en América Latina? Entre otros, el aumento de la inversión. Países de América Latina han recibido inversiones significativas en infraestructura y energía, lo que ha generado una evidente dependencia económica.

Algunos países han incrementado su dependencia económica con Pekin a través de deudas y acuerdos comerciales. Argentina es un ejemplo de ello. La nación asiática le apoyo con un empréstito para evitar el impago al FMI. Es cierto que esta vinculación ayuda a una diversificación económica ya que conlleva la posibilidad de ampliar mercados y fuentes de inversión, reduciendo la dependencia de mercados tradicionales como EE.UU. y Europa, pero al final del día significa una nueva dependencia.

China ha manifestado de pronto una especial preocupación por el impacto ambiental y social. “Candil de la calle y oscuridad de su casa”, dirían los clásicos. En los últimos meses ha manifestado en diferentes foros su preocupación por los efectos ambientales y sociales de los proyectos, como el desplazamiento de comunidades locales y daños ecológicos. Esta estrategia, me parece, se como respuesta al discurso de Joe Biden a favor del enfrentar los retos y riesgos del cambio climáticos apostando a favor de las energías limpias.

“Necesitamos establecer algunas barreras de sentido común, ser claros y honestos donde no estemos de acuerdo, y trabajar juntos donde nuestros intereses se crucen, especialmente en cuestiones vitales globales como el cambio climático”

Joe Biden

Está a la vista la preocupación de Washington por el avance acelerado y consistente de China en una zona que, desde que Estados Unidos inició su expansión geopolítica en América Latina a mediados del siglo XIX, la considera a parte de su escudo de seguridad nacional. Por ello, Joe Biden pidió a un grupo de responsable de la diplomacia de países de Latinoamérica reunidos en la capital estadounidense que transmitieran un mensaje a sus mandatarios: Es hora de definir si se está con melón o con sandía, con Estados Unidos o con China.

¿Por qué Estados Unidos está demandando este realineamiento? Primero que todo, porque es innegable que estamos efectivamente ante el renacimiento de una nueva guerra fría. Para Washington es de urgente necesidad fortalecer (diría yo que recuperar) su influencia geopolítica en la región.

Esta convocatoria deriva de su justificada preocupación por el creciente poder e influencia de China en regiones tradicionalmente bajo influencia estadounidense. Washington ve a la Ruta de la Seda como una extensión del poder económico chino, desafiando la hegemonía económica de Estados Unidos.

La preocupación se exponencia por el evidente potencial de infraestructuras para propósitos militares o de inteligencia por parte de China. Esta a la vista que existen diferencias en normas de gobernanza, derechos humanos y prácticas comerciales entre China y Occidente.

En el contexto actual de la geopolítica, la BRI de China se considera un movimiento estratégico para reconfigurar las relaciones globales y los equilibrios de poder. La rivalidad entre China y Estados Unidos se centra en aspectos económicos, tecnológicos, militares y de influencia global, y la BRI es un componente clave de esta dinámica.

Vale mencionar la opinión de algunos expertos sobre el tema, que advierten sobre los riesgos de la confrontación entre Estados Unidos y China en el contexto geopolítico actual. Irene Levy, Michel Hernández y otros analistas señalan en un ensayo publicado en El Universal: «Estamos viviendo un choque histórico entre dos grandes titanes, EU y China (…) Esta confrontación (…) ha detonado una espiral que está dando origen a una dinámica conflictiva que cobra vida propia»

En este ensayo también se menciona que: «La competencia estratégica interestatal, no el terrorismo, es ahora la mayor preocupación para la seguridad nacional estadounidense». Asimismo, se destaca el papel de la tecnología en esta dinámica, argumentando que «el futuro estará definido en buena medida por su capacidad de adaptarse a sociedades hiperconectadas»

David Lampton, profesor emérito de estudios de China, comenta: «No veo fuerzas en este momento que nos estén empujando en una dirección más constructiva (…). La posibilidad de accidentes está aumentando y, sin embargo, no parece que podamos hacer ningún movimiento que disminuya esta tendencia».

Yan Xuetong, decano del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Tsinghua, señala: «La competencia está en el ciberespacio, el núcleo de la competencia es la superioridad de la tecnología digital (…) esta no es una guerra fría porque no es una competencia geopolítica, es una competencia ciberpolítica»

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