La victoria máxima que ambiciona Putin: escenario imposible
El presidente ruso, Vladimir Putin, dio la orden de invadir Ucrania el 24 de febrero de 2022, convencido (o lo convencieron sus generales) de que las tropas rusas iban a entrar en Kiev en las siguientes 48 horas y que iba a ser un paseo militar donde los ucranianos lanzaban flores al paso de los tanques de los “libertadores del gobierno neonazi ucraniano”.
Dos años después, la propaganda del Kremlin sobre la obligación de “liberar” al pueblo ucraniano de habla rusa de un supuesto”genocidio” ordenado por el gobierno de Volodimir Zelenski es básicamente un bulo que no se sostiene ante la opinión pública mundial; y Kiev sigue sin caer, mientras los soldados rusos muertos en combate superan de largo los cien mil (según estimaciones de la inteligencia de EU, nunca desmentidas por Moscú), por no hablar del material bélico destruido por el enemigo, incluido al menos cinco buques de guerra de la Flota Rusa del Mar Negro.
Pese a esto, Rusia logró hacerse con el tercio oriental del país, mediante la conquista casi total de las regiones (óblast) de Lugansk y Donetsk, incluidas la costa ucraniana del mar de Azov (luego de la caída de la ciudad portuaria de Mariupol), así como las provincias centrales de Zaporiyia (incluída la mayor central nuclear de Europa, aunque no la capital, del mismo nombre) y Jersón (aunque parte del óblast pudo ser recuperado tras una exitosa contraofensiva ucraniana, que recuperó la capital del mismo nombre).
Desde este punto de vista, Rusia ganó importantes conquistas territoriales al principios, pero no pudieron tomar Kiev, ni la segunda ciudad del país, Járkov, de donde tuvieron que retirarse en el primer año de guerra, luego de una exitosa contraofensiva, que dejó al descubierto numerosos crímenes de guerra de los invasores contra la población ucraniana, que no entendía por qué los trataba con tanta crueldad sus «hermanos» rusos.
Aunque no lo descarte públicamente para no enviar una señal de debilidad, Putin sabe que si lo logró en el primer golpe, es imposible lograr ya su objetivo maximalista: anexionarse toda Ucrania, eliminar su existencia como nación independiente y pasar a considerarla parte de su imperio ruso.
Por tanto, que no espere el inquilino del Kremlin la rendición total de Ucrania y que toda la población, especialmente los dos tercios que se sienten europeos, vayan a someterse de nuevo a la órbita de Moscú, sobre todo después de los crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos por los rusos contra la población ucraniana (incluido violaciones, ejecuciones sumarias y secuestros de niños).
La victoria máxima que ambiciona Zelenski: escenario casi imposible
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, no pierde la esperanza de reconquistar todo el territorio nacional, no sólo los territorios anexionados en septiembre de 2022 (considerados ilegales por la comunidad internacional), sino la península de Ucrania, anexionada ilegalmente en 2014, con el consentimiento implícito de Occidente, que miró a otro lado, distraída con los sucesos dramáticos tras el estallido de la Primavera Árabe.
Ese grave error geoestrategico dio alas a Putin para seguir armando en secreto a los rebeldes prorrusos del este ucraniano y probar suerte con un ataque masivo a su objetivo más codiciado en secreto: Ucrania.
Pero, a parte de reconquistar Jersón, la contraofensiva anunciada por Zelenski hace un año no ha logrado ni de lejos su propósito de recuperar gran parte del país. Peor, ha perdido dos batallas que hizo retroceder al ejército ucraniano, dejando un número dramático de bajas: las ciudades estratégicas de Bajmut y Avdivka.
Este domingo, un día después de conmemorar el segundo aniversario de la invasión rusa y de la guerra, Zelenski admitió que Ucrania está atravesando los “momentos más difíciles”, con más de 31 mil soldados caídos en el campo de batalla en dos años de guerra, y cada vez con menos armas y municiones, no ya para contraatacar, sino para defenderse de la ofensiva rusa y de los misiles y drones con bombas que Rusia lanza a diario.
Sólo dos factores otorgarían una mínima, casi nula, posibilidad de una victoria total de Ucrania, que la diferencia de la imposibilidad de que suceda lo contrario en el citado primer escenario: una improbable ayuda masiva de EU y los aliados de la OTAN, especialmente con misiles de última generación que rompa las trincheras rusas y sus cadenas de suministros, y sobre todo, que el daño exponencial de las sanciones brutales de Occidente contra Rusia, provoquen un estallido social y un golpe palaciego que acabe derribando el régimen autoritario de Putin.
Pero la probabilidad de que esto ocurra es casi imposible, dado el inmenso poder acumulado por Putin en las últimas dos décadas.
Una victoria parcial rusa que acabe en acuerdo de paz favorable a Moscú: escenario probable
El tiempo juega en contra de Ucrania por varios motivos: el más urgente es que se agotan las municiones y se ralentiza el envío de armas que envía Occidente al ejército leal a Kiev; y el segundo, que Putin supo corregir a tiempo su fallida estrategia hitleriana de Blitzkrieg (guerra relámpago) y cambiarla por la estrategia estaliniana, privilegiando la industria armamentista, que se financia a su vez del petróleo y el gas rusos que el régimen vende a gigantes como India y China, burlando las sanciones.
Un tercer factor a favor de los rusos estaría relacionado con los dos primeros: con más municiones y armamento salidos de fábrica, y con una fuerte propaganda belicista, entre patriota e intimidante, el reclutamiento y envió de hombres rusos al frente de guerra es mucho mayor que en el bando ucraniano.
Bajo esta estrategia de desgaste, a Putin no le importa esperar a que su “tonto útil”, Donald Trump, gane las elecciones presidenciales de EU en noviembre, y corte definitivamente la ayuda militar a Ucrania, en su ceguera por destinar fondos exclusivamente a la frontera con México y por no querer ver el peligro que se cierne para el mundo libre, si permite que Putin gane la guerra en Ucrania.
Llegados a este punto, es bastante probable que una nueva ofensiva rusa (previsiblemente en primavera, cuando llegue el buen tiempo y el suelo no esté blando), haga retroceder a las tropas ucranianas, menos armadas y con la moral baja, y finalmente el gobierno de Zelenski acepte sentarse en la mesa frente al enemigo para frenar la carnicería y negociar un acuerdo de paz.
Dicho acuerdo sería irremediablemente favorable a Moscú, ya que, si no fue posible conquistar toda Ucrania, habría logrado anexarse un tercio del país, además de Crimea; todo esto a cambio de reconocimiento internacional y de retirar sus tropas para poner fin a la guerra que él comenzó.
Es muy probable también que con la “pax moscovita” quede enterrado la ambición de Zelenski de que Ucrania ingrese en la OTAN.
Finalmente, Putin tendría una última carta para negociar en este escenario: un tratado permanente de paz y de no injerencia (en Ucrania y en otros países con minorías rusas) con Occidente, a cambio, claro, del levantamiento de todas las sanciones.
Una victoria parcial ucraniana (con la ayuda de Macron): escenario poco probable… y temerario
Este lunes, el presidente francés, Emmanuel Macron, cruzó una peligrosa línea roja. Como anfitrión de la conferencia europea de ayuda a Ucrania, inaugurada en París, insinuó que los europeos deberían «enviar tropas” a Ucrania para evitar a toda costa una victoria rusa.
Aunque no recibió el respaldo mayoritario de los líderes presentes, se convirtió en la gran novedad del encuentro, porque como resumió Macron, «hay que hacer todo lo posible para que Rusia no gane esta guerra».
Pero estas declaraciones de Macron no hacen sino dar motivos a los halcones del Kremlin que piden extender la guerra a otros países de la extinta órbita soviética, como los Bálticos y Polonia, disparando el riesgo de forzar a una intervención de la OTAN, y en el escenario más aapocalíptico, que la nueva guerra mundial derive en una guerra nuclear.
Otra cosa es que de la conferencia de París salga un compromiso europeo para acelerar el flujo de armamento a Ucrania, con o sin la ayuda de EU, con tal de evitar que Putin gane la guerra e imponga todas sus condiciones. Porque, como repitió ante los presentes Zelenski, y no le falta razón: «O nos entregan a tiempo más armas o ganará la tiranía».
¿Por qué Putin no debe ganar la guerra?
Sobran los motivos, pero el primero de todos es porque atacó a un pueblo que no agredió al suyo. Así de simple. Pero otro no menos importante es porque, si Putin gana la guerra, se sentiría con ánimos de invadir otros países, principalmente con minorías rusas, como los citados Bálticos (Estonia, Lituania y Letonia), Moldavia o Georgia, y por qué no, atacar de nuevo a Ucrania, cuando la ocasión lo ofrezca.
Putin no debe ganar la guerra porque los rusos no se merecen sacrificarse para dar una victoria militar a un tirano que les encarcela por protestar contra la guerra o por poner homenajear al último líder opositor muerto misteriosamente en una de sus cárceles, Alexéi Navalni.
Y finalmente, Putin no debe ganar la guerra porque es mentira que su guerra sea parte de su lucha por defender un mundo multipolar. Lo que ambiciona Putin es un regreso a un orden mundial que arrincone la democracia liberal y se imponga el autoritarismo. ¨Por eso rinden pleitesía a Putin los líderes de Corea del Norte, China, Venezuela, Cuba, Siria, Nicaragua e Irán, y espera que muy pronto lo haga Estados Unidos, cuando gane Trump y asuma el poder en enero… con la ayuda de su batallón de hackers.