El arte de enterrar franquicias animadas

¿Qué lectura deberíamos construir sobre el raciocinio de productores, directores, y todo el medio fílmico estadounidense sobre la sobreexplotación de proyectos animados? Si bien el cine siempre ha tenido dentro de sus objetivos principales el generar ganancias millonarias, así como masificar las audiencias en todo el mundo, no podemos eliminar los esfuerzos reiterados por rascar hasta la última pepita de oro de cualquier saga exitosa, siendo los Minions un producto que es equiparable a un barril sin fondo.

Gru (Andrés Bustamante) ha regresado con una aventura más, ahora como miembro de la Liga Anti-Villanos y un miembro más en su numerosa familia. Un nuevo archienemigo, quién ha jurado venganza en contra del protagonista, perturbará la paz que éste gozó por mucho tiempo, desafiando la paciencia y resistencia de cada miembro de este divertido grupo.

¿Por qué la figura del Minion se ha arraigado como un icono de la sociedad actual? Si bien este caso es digno de un análisis propio, no cabe duda de que es el factor principal de éxito para este “universo” animado de la productora Illumination. Los personajes secundarios han sobrepasado al propio personaje principal, y esto se evidencia en la última entrega de Despicable Me (Mi villano favorito).

La fórmula de la estampida amarilla se ha mantenido por muchos años, generando millones de dólares en ganancias publicitarias y merchandising, sin embargo ¿hasta cuándo se estirará la liga de la abundancia? Gru se ha transformado en un mero catalizador que ha perdido su brillo propio.

La nueva historia intenta orillarnos a sentir una empatía vacía a través de la paternidad del carismático villano, pero perdiendo aquella esencia que lo caracterizaba en entregas anteriores; si bien ya habíamos aceptado esta faceta familiar de aquel gran villano que se robó la luna, aquí pierde su naturaleza y solo queda en una simple figura en busca de ser reconocido como padre, dejando incluso de lado a las demás integrantes de su grupo nuclear.

Margo (Monserrat Mendoza), Edith (Mia Briseño) y Agnes (Ali Mercado) son ahora piezas abandonadas en la narrativa de la nueva cinta, intentando ser rescatadas a través de secuencias que carecen de buen humor y diversión, sobre todo para un público infantil, el cual se presupone que es el objetivo final de la producción. Incluso el nuevo némesis de Gru no posee la fuerza suficiente para poder destacar, Maxime Le Mal (Alexandre Doyhamboure) forma parte del relleno de una nueva pieza para hacer destacar al ejército de Minions, sin que estos lo necesiten realmente.

Lo más destacado de Mi Villano Favorito 4 es irónicamente aquel factor nuevo que incitó a desaparecer la esencia de los viejos personajes; Gru Jr. es el nuevo integrante de la familia, y el motivo por el cual se ha opacado e incluso limitado el accionar de los demás engranajes de la franquicia. Por momentos se crean instantes divertidos con el hijo más joven del protagonista, mismos que acaban diluyéndose por el propio ritmo del filme.

Por otro lado, los Running Gags más mediáticos de la última década dentro del mundo de la animación comercial, Los Minions, vuelven con sus coloridas secuencias, y momentos random que brindan vida a una franquicia moribunda por su sobreexplotación, y es que a pesar de que su origen proviene de esta misma, parecen funcionar casi independientemente, equiparándose al fenómeno de Scrat, en La Era de Hielo, llegando incluso a tener su propia cinta.

Aún con la aguerrida competencia que podría existir con Intensamente 2, de Disney-Pixar, se esperan ganancias importantes para el nuevo largometraje creado por Illumination Estudios, pero que poco a poco parece ir mermando a la gallina de los huevos de oro, al menos narrativamente hablando, quedándole poco tiempo de vida.

¿No debemos tomarnos en serio este tipo de cintas como algunos han profesado en los últimos días? Cierto sector de la población que plantea el “apagar el cerebro” para disfrutar de una película, son los mismos que apoyan productos de baja calidad, utilizando un argumento casi ofensivo sobre que es un “producto infantil”, lo cual lleva a un menosprecio de este sector de la audiencia. El público más joven no carece de criterio, y en múltiples ocasiones han demostrado tener mayor capacidad de análisis que los mismos “adultos”, y el hecho de no exigir historias mejor contadas y logradas, entierran año con año a este tipo de franquicias animadas hollywoodenses.

¿El dinero se encuentra en conflicto con la calidad? Absolutamente no.

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