Los cárteles de la droga han penetrado en las escuelas secundarias para convertirlas en espacios de comercialización, por medio de niños que venden sustancias “junto a cacahuates o pepitas”, alertó el antropólogo Claudio Lomnitz, miembro de El Colegio Nacional, durante la serie de conferencias que dicta como parte del ciclo Teología política del crimen organizado.
Durante la lectura de la ponencia “Adicción y traición”, en el Aula Mayor de la institución, el colegiado afirmó que la promoción de la drogadicción al interior del país está relacionada con el control territorial de los grupos del crimen organizado, para quienes “los barrios, es decir, las pandillas juveniles, pueden, por medio del consumo de drogas o la adicción y el narcomenudeo, convertirse en mercados cautivos”.
Las redes territorializadas de jóvenes, los llamados barrios, dijo, “también están presentes en muchas escuelas secundarias por lo que los cárteles han buscado insinuarse en ellas como espacios para la comercialización de la droga. Lo hacen por medio de empleados eventuales, desde luego, niños que venden cristal junto a cacahuates o pepitas en las escuelas, o miembros de bandas contratados como menudistas y, para ello, usualmente cuentan con la protección de la policía municipal o de otros funcionarios aliados”.
Lomnitz se refirió a la escuela como una “unidad social clave” para analizar el fenómeno de la adicción y sus implicaciones en la formación de sujetos sociales. “En muchos pueblos y ciudades grandes, los barrios, en el sentido de camarillas juveniles, se consolidan o, incluso, se forman en las escuelas, esto se debe a que las secundarias y las preparatorias o bachilleratos muchas veces concentran a jóvenes de barrios aledaños que se vuelven rivales en las escuelas”.
El colegiado afirmó que, “en años recientes, la escuela se convirtió en un espacio donde bien puede haber una intervención directa de los cárteles”, y citó el testimonio de un empleado de un centro de rehabilitación de drogadictos, un anexo, quien explicó la estrategia que han usado los grupos criminales para operar en Zacatecas:
“Tuve aquí dos niños de 12 años que estaban encargados de las preparatorias: esos dos niños regalaban el cristal. Su trabajo era regalarlo por primera vez para después venderlo a los consumidores. Pero cuando llegaron con nosotros al centro de rehabilitación corrían alto peligro, porque sufrían alucinaciones, delirios de persecución e, incluso, paranoia”.
Lomnitz continuó con el testimonio: “en las terapias grupales era increíble escuchar lo que ellos hacían, la manera en que entraban disfrazados a las escuelas a regalar cristales. Ese era su trabajo”.
El informante añadió que “a estos jóvenes (tenía varios en el anexo), los cárteles les pagaban cinco mil pesos al mes”. De acuerdo con Lomnitz, “los Zetas habían empezado con esto alrededor de 2008, o por ahí, pero la estrategia ha continuado desde entonces”.
Según el testigo citado por el colegiado, los niños infiltrados en las escuelas recibían un pago, pero también una cuota: “Ok, yo te voy a dar 20 bolsitas para regalo, pero mañana yo necesito que me vendas cinco. Y al día siguiente, más o menos, tenían que vender mil, y esos chicos las venderían porque crearon muchos nuevos adictos en un solo día, ya que esas drogas son muy fuertes”.
Los directivos, continuó, “lo dejaban entrar a las escuelas y sin sospechar de un niño chiquito, bien vestido; o sea, bien bañado y bien peinado”. Este modus operandi, agregó, fue confirmado en una conversación “en Zacatecas, con gente de ONG, quienes se quejaron bastante del tema de venta de drogas en secundarias”.
Siguiendo con el testimonio, “el número de adictos en el estado de Zacatecas se ha disparado, sobre todo a partir del año 2015, y los números se multiplicaron todavía más durante la pandemia del COVID-19”.
“El anexo había abierto sus puertas alrededor del 2010, inicialmente para mujeres. Al principio recibía, sobre todo, a chicas que consumían alcohol o que inhalaban neopreno (pegamento); la mayoría había sido detenidas por la policía en la zona de tolerancia y llevadas de ahí al anexo. Pero a partir del 2015, el número de personas que llegaba aumentó exponencialmente y la mayoría eran adictas a la cocaína y a la metanfetamina”, contó.
El testimonio continuó, “llegamos a tener niños de 10 años y niñas de 10 años adictos a la droga del cristal, sobre todo con lo de la pandemia, papás trabajadores, niños solos en casa todo el día, entonces nos aumentaron y los centros se llenaron”. De esta manera, dijo Lomnitz, “las escuelas se convirtieron en espacios importantes para la socialización de ciertas drogas y han servido también para enganchar a las camarillas de barrio que se consolidan en ellas”.
UN PROBLEMA INTERNO.
La división imaginada entre la existencia de productores mexicanos de drogas y un mercado de consumidores estadounidenses “ya no se sostiene, la adicción es ahora también un problema interno, no sólo para las comunidades y las familias del país, sino también para los propios cárteles”, sostuvo Claudio Lomnitz.
La introducción de drogas químicas de bajo costo y altamente adictivas a partir de la década de 1980, junto con el aumento de una clase de empleados de bajo rango o eventuales en los cárteles, “ha fomentado la drogadicción a nivel local”.
Así, “el consumo de metanfetaminas aumentó 218% entre 2017 y 2022, y en 2023 la Secretaría de Salud publicó que el número de pacientes en tratamiento por adicción a las metanfetaminas, es decir, al cristal, ahora es más que el doble que el número de pacientes en tratamiento por alcoholismo, es decir, 49% a 22%”.
De acuerdo con Lomnitz, “para los cárteles mexicanos, el desarrollo de un mercado interno significa algo distinto que el cultivo de mercados en otros países, porque aquí el consumo y la drogadicción está indisolublemente ligada al control del territorio que el cártel quiere procurar, y el control territorial es un elemento importante para poder construir liderazgos consensuados, es decir, para poder construir hegemonía”.
Aún en el control de territorio y su extensión al barrio, consideró, aún resulta difícil conocer si la presencia del cártel es equivalente a una “hegemonía o algo parecido al liderazgo por consenso. Pero la respuesta a esta pregunta es equívoca, porque allí donde el cártel llega a construir cierta hegemonía, su base consensual es frágil”.