Emilio

Columna: Prospectiva

Por: Emilio de Ygartua M

“Nada se puede interponer para salvar a nuestra democracia. El mejor camino es pasar la antorcha a una nueva generación”

Joe Biden

Junio fue para Joe Biden, el ocupante de la Casa Blanca, su Waterloo. El debate con su antagónico Donald Trump confirmó que el demócrata no estaba en condiciones para enfrentar, con éxito, un proceso orientado a darle un segundo período de cuatro años como presidente de la todavía nación más poderosa del planeta.

Sus capacidades cognitivas, natural una persona de 81 años, se han desgastado, lo que para una persona común y corriente no conllevaría una crisis, mucho menos en estos tiempos de la longevidad ampliada, pero sí para el líder de un país en torno al cual gira la dinámica geopolítica desde hace siete décadas.

Sin duda el miércoles pasado fue muy duro para quién ha tenido que aceptar dar un paso de costado ante lo inminente: una derrota aplastante en los comicios del 5 de noviembre próximo si continuaba en la lisa.

El tercer contagio de coronavirus fue la gota que derramó el vaso e hizo posible que el presidente, reunido en su casa de Delawere con su círculo más cercano, incluidos su esposa e hijo, decidiera, a regañadientes, atender a la creciente ola que pedía, con respeto, sí, pero con insistencia, se retirará de la contienda.

La historia, que nos recordó hace unos días que en Estados Unidos han muerto asesinados cuatro mandatarios, y dos han sido víctimas de atentados, luego del fallido intento de asesinato en Pensilvania, que afortunadamente terminó solo en una oreja perforada de Donald Trump, señala que la declinación de Biden tiene un único parangón, el retiro de Lindon B. Johnson, de la contienda en 1968. Por cierto, esta declinación derivó en el triunfo del republicano Richard Nixon.

“Estados Unidos es un ideal más fuerte que cualquier ejército, más grande que cualquier océano, más poderoso que cualquier tirano, que cualquier dictador”, expresó en su mensaje a la nación desde el Salón Oval de la Casa Blanca, donde habitará hasta el 18 o 19 de enero del 2025, días antes de que, quien gane los comicios de noviembre, llegue para ocuparla por cuatro años.

El retiro de Biden tiene varias razones, desde luego, su pésimo desempeño en el primer debate, demoledor, sí. Pero también ha tenido un peso sobresaliente el intento de asesinato que empoderó a Donald Trump, con un puño en alto que mantuvo cerrado durante la Convención Republicana que lo entronizó entre fanfarrias estridentes y discursos cuya narrativa lo pondera como “paladín de la democracia y salvador de los Estados Unidos”, sumando a su plataforma a un joven con ideas viejas. Un candidato a la vicepresidencia que se ha construido una biografía de “sangre, sudor y lágrimas”, para llegar a este puesto que, para él y sus cercanos, lo ubica, en cuatro años, en la ruta de la presidencia de la República.

El cándido americano del Medio Oeste, descrito en su libro (“Memorias de una familia y una cultura en crisis”) llevado a la pantalla grande, ni es cándido y, mucho menos, tan liberal como su biografía resalta. Es el clásico estadounidense blanco que “rompe las barreras con especial resiliencia”. La historia del jardinero que llega a la Casa Blanca.

D. J. Vance, quien hace cuatro años calificaba a Donald Trump de un peligro para la nación: “Es un Hitler”. Ha dejado atrás los descalificativos para sumarse a la cascada de halagos para quien ya es el auténtico dueño del Partido Republicano. Sí, de ese partido en el que hace cuatro años se escuchaban voces opuestas y hasta intenciones de que fuera llevado a la hoguera, luego de la asonada del 6 de enero de 2021, cuando conminó a sus huestes, pintadas en son de guerra, a tomar “El Capitolio” para evitar que se conjugara lo que calificaba, lo sigue haciendo, un fraude electoral.

Vance, dicen algunos, es un clon del neoyorquino, pero otros piensan que se puede convertir en una “abeja reina”. Por el momento, su llegada se explica por los recursos económicos que puede sumar a la campaña republicana, proveniente de empresas digitales que se han visto limitadas en el desarrollo de las tecnologías disruptivas asociadas a la Inteligencia artificial.

“La democracia puede ser frustrante. Pero nuestras  fortalezas como país han sido siempre más grandes que nuestras debilidades”

Barack Obama

Desde que el nombre de Kamala Harris se convirtió en el nuevo eje de la campaña demócrata para rescatar el tiempo perdido, tanto Trump como Vance se han centrado en atacar a la exsenadora californiana, lo que evidencia que el llamado cambio generacional, los sacó de su zona de confort y de lo que parecía una ruta plana hacia la Casa Blanca.

Los bulos, los ataques misóginos y racistas, las acusaciones de que Kamala “ocultó el estado de salud del presidente”, y hasta la presión para que la virtual candidata demócrata atienda lo establecido en la 25ª Enmienda de la Constitución y acuda al Congreso a pedir la remoción de su jefe “ante las evidencias de incapacidad para gobernar a la nación”,  ha sido la estrategia cotidiana de los republicanos y de sus adeptos.

Más preocupados deben estar porque en menos de una semana la ex fiscal de California ha logrado captar más de 120 millones de dólares en donaciones, al tiempo que, a pocos días de la convención de su partido (19 de agosto) ya cuenta con el respaldo de más de 3 mil de los delegados, lo que garantiza su designación en un proceso que cumplirá con las normativas del Partido Demócrata, en contrario al loco discurso de D.J. Vance que habla de un “proceso antidemocrático”.

A estas horas, las encuestas señalan una especie de “empate técnico”, que en algún momento se dio entre Biden y Trump, pero que se convirtió en un gap irreversible para el todavía ocupante de la Casa Blanca, quien, por cierto, dio un golpe inesperado con el arresto, “haiga sido como haiga sido”, de dos líderes históricos de cárteles de la droga, importadores del fentanilo que ha costado la vida a miles de estadounidenses.

“Nos enfrentamos a una elección entre dos visiones diferente, una centrada en el futuro y la otra centrada en el pasado”, ha señalado Kamala Harris, quien, a las balas disparadas por los republicanos, ha respondido con balas directas al corazón de quien ha calificado como delincuente, basada en las 34 resoluciones judiciales contra Trump que la Suprema Corte, en donde seis de nueve ministros que se la deben, han querido guardar en el cajón. Lección para los que en México hablan de un Poder Judicial neutro e impoluto y se niegan a aceptar una reforma que demanda desde hace mucho la sociedad en general.

“La democracia no es algo que obtenemos. Es algo que hacemos”

Michelle Obama

Lo que está claro es que el panorama político estadounidense está experimentando un giro significativo con la posibilidad de que Kamala Harris se convierta en candidata presidencial del partido demócrata. Este cambio potencial en el liderazgo demócrata podría tener profundas implicaciones tanto para la política interna de los Estados Unidos como para sus relaciones internacionales especialmente con México.

A medida que nos acercamos a las elecciones del 5 de noviembre próximo, es crucial examinar las reacciones de los oponentes políticos, los posibles efectos en la dinámica del partido y las repercusiones globales de este escenario político en evolución.

Como ya comentamos, hay reacciones de Donald Trump. Críticas agresivas. Ha lanzado ataques verbales directos contra Harris cuestionando su capacidad de liderazgo y experiencia política. Seguramente Trump y su equipo escudriñarán y criticarán el historial de quien fuera fiscal en San Francisco y ex senadora por California, buscando puntos débiles para explotarlos.

De lo que no hay duda es que el candidato republicano utilizará una retórica polarizante para movilizar a su base de seguidores contra la virtual candidata demócrata, al tiempo que cuestionará la legitimidad del proceso de selección demócrata, alegando falta de transparencia o manipulación. Por su parte, D.J Vance, seguirá la línea de crítica establecida por Trump reforzando los mensajes del Partido Republicano. Vance seguramente criticará a Harris por ser “complice” de la política migratoria de Biden, buscando debilitar su posición en este tema clave.

¿Por qué la inquietud del Partido Republicano? La preocupación del partido republicano, no es gratuita. La potencial candidatura de Harris genera inquietud en el partido republicano debido a su potencial para movilizar a votantes demócratas y atraer independientes. Como mujer de color, representa un desafío para la estrategia republicana de atraer a minorías y mujeres votantes. En razón de lo anterior, los republicanos podrían verse obligados a reevaluar sus tácticas de campaña y generar mensajes clave para contrarrestar el atractivo de Harris.

Kamala no solamente habrá de lidiar con la oposición republicana, al tiempo tendrá que enfrentar los efectos de la decisión de Joe Biden de no participar en el proceso electoral, lo que podría causar una sacudida inicial en la dinámica interna del Partido Demócrata, lo que requerirá una rápida adaptación. Se sabe que ya se está haciendo, pero los estrategas demócratas tendrán que reajustar rápidamente sus planes de campaña para centrarse en las fortalezas y el mensaje de harris.

Todo parece indicar que frente a un breve periodo de incertidumbre entre los grandes donantes del Partido Demócrata por la situación de salud del presidente, Harris ha logrado, en muy poco tiempo, revertir esa tendencia y captar recursos económicos que presagian que los cien días de campaña estarán cubiertos con los necesarios elementos financieros para enfrentar esta fase electoral, sobre todo porque se sabe que el bando republicano cuenta en arcas con el dinero suficiente para financiar una campaña electoral que recorre nuevos e inesperados linderos.

De lo que está claro, es que el Partido Demócrata, y me refiero a sus más importantes líderes,  como Barack y Michelle Obam; los Clinton, Nancy Pelosi y Bernie Sanders, que deberán salir a escena no sólo para cobijar a su candidata, además, para enfatizar un mensaje de continuidad y unidad que tranquilice a los votantes sobre el cambio de liderazgo, que logre convencer a ese 7% que no ha decidido por quién votar, a las mujeres, a los latinos, a los afroamericanos y asiáticos, sacando provecho de las características raciales de Kamala Harris.

La virtual candidata demócrata deberá luchar contra una imagen no favorable construida a lo largo de los 3 años y medio de su gestión como vicepresidenta. Considero que tiene elementos curriculares sólidos que le permitirán convencer a los electores de que su experiencia como fiscal y senadora proporciona una sólida base para contrastar su historial con el de Trump. Su candidatura debe inyectar nueva energía en la campaña demócrata, potencialmente aumentando la participación de votantes jóvenes y progresistas.

La candidata demócrata enfrenta retos que habrá de resolver con inteligencia y cabeza fría. Tendrá que dedicar muchas horas para unificar las diferentes facciones de su partido, desde los centristas hasta los progresistas más fervientes.

Recibirá intensos ataques de la oposición que deberá rebatir con argumentos sólidos centrados en los riesgos para la democracia, la paz mundial y el desarrollo económico de Estados Unidos y del mundo, si gana las elecciones el candidato republicano. Es importante que el mensaje de Kamala Harris alcance un equilibrio que le permita hablar de continuidad con la administración Biden, pero al tiempo, se sustente en la presentación de su propia visión para el futuro del país.

¿Harris quiere ser presidenta de los Estados Unidos? Desde luego que sí. Por ello no debe perder de vista que desde ya está sujeta a un escrutinio mediático por lo cual requiere seguir desempeñando su papel cuidando su imagen pública y reforzando su metodología de comunicación, sobre todo, porque día con día deberá mostrarse al interior y exterior, no sólo como una mujer preparada y con una visión clara de hacia dónde quiere llevar a los Estados Unidos si es electa presidenta de esa nación, como una mejor alternativa para su nación.

Casi resuelto el punto de quién será la candidata presidencial, la pregunta central es quiénes son los candidatos para convertirse en compañeros de fórmula de la ex senadora californiana. Se habla de Pete Buttigieg, ex alcalde y ex candidato presidencial que podría aportar experiencia ejecutiva y atraer a votantes moderados y del medio oeste. También se menciona a Elizabeth Warren. La senadora podría fortalecer el atractivo progresista de la campaña y aportar experiencia en política económica.

Se suma a la lista Gretchen Whitmer, la gobernadora de Michigan que podría ayudar asegurar estados clave del Medio Oeste y aportar experiencia en gobierno estatal. Se menciona también a Haken Jeffries, qué es el líder de la minoría en la Cámara de Representantes y que podría reforzar la experiencia legislativa y atraer a votantes afroamericanos y urbanos.

No pocos mencionan a Gavin Newson, gobernador de California, fiel a Biden, por lo cual no se apuntó a participar en las primarias contra el presidente. Es conocido el deseo de Gavin de ser Jefe del Ejecutivo Federal, por eso creo que esperara cuatro años más para jugar por la grande.

“La democracia no es solo una cuestión de leyes, sino de cultura y conciencia ciudadana”

Madeleine Albright

Considero importante mencionar los efectos que en las relaciones bilaterales Estados Unidos y México podría tener una posible victoria de la candidata demócrata en el proceso electoral de noviembre próximo. Uno de los efectos principales sería un enfoque colaborativo. Harris podría adoptar una postura más colaborativa en temas bilaterales buscando soluciones con conjuntas a desafíos compartidos.

A diferencia de Trump,  Kamala Harris tendría una narrativa diferente a favor de un diálogo abierto y frecuente entre los líderes de ambos países en este caso con Claudia Sheinbaum, lo que facilitaría la resolución de conflictos sobre todo en el contexto de la migración la creciente presencia de empresas chinas armadoras de vehículos en nuestro país.

El temas de derechos humanos es parte del ADN de Kamala, por lo cual podría poner mayor empeño en que las relaciones bilaterales se den en el contexto de un respeto los derechos humanos. Esto tendría un impacto en la política migratoria. Kamala probablemente implementará políticas de inmigración más humanitarias enfocándose en la protección de los derechos de los migrantes. Se esperaría un mayor énfasis en la cooperación regional para abordar las causas fundamentales de la migración en centroamérica.

No puedo dejar de señalar que Kamala no ha sido precisamente muy abierta en el tema migratorio; recordemos aquella frase frase de “No vengan a Estados Unidos”. Tampoco fue muy receptiva de la propuesta de apoyo económico a Centroamérica que ha hecho Andrés Manuel López Obrador; una especie de nueva Alianza para el Progreso como la que implementó presidente John F. Kennedy en 1963, en el contexto de el triunfo de la Revolución cubana. En el tema migratorio seguramente Kamala Harris va a impulsar reformas del sistema de inmigración de Estados Unidos lo que podría afectar directamente a los migrantes mexicanos.

Como sabemos está próxima la revisión del Tratado Comercial México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC).  Con Harris como presidenta de los Estados Unidos habría un entorno menos complicado que lo que pudiera darse si Donald Trump gana, en razón de que este último ha manifestado de manera recurrente su deseo de hacer una renovación total con el propósito de que la relocalización de empresas se de en los Estados Unidos lo que significaría un duro golpe a las políticas de nearshoring que se están implementando en México, y que la virtual presidente mexicana ha señalado como prioritario.

Finalmente, señalar que Kamala Harris, además de ser una defensora del derecho al aborto, tema central se narrativa de campaña, apuesta por las energías limpias, la descarbonización y la lucha frontal contra el cambio climático, postura que no comparten la dupla Trump-Vance. En este punto creo que se vislumbra una buena relación Kamala-Claudia, porque la virtual presidente de México ha dado señales muy claras de que nuestro país debe abandonar los combustibles fósiles y entrar de lleno a la era de las energías limpias, por ello se espera con ansias saber quienes estarán a cargo de las empresas productivas del Estados: Pemex y CFE.

En lo internacional, Kamala Harris mostró de manera muy firme al Netanyahu que la alianza con Israel no pasa por voltear la cara ante el genocidio que ha representado la guerra contra Hamas y la negativa del gobierno judío a reconocer a Palestina como un Estado.

“Los derechos humanos son el alma de nuestra política exterior, porque los derechos humanos son el alma misma de nuestro sentido de nación”

Jimmy Carter

Ante la vorágine derivada de la renuncia de Biden, la postulación de Kamala y otros temas geopolíticos, el fallecimiento de James Carter, presidente los Estados Unidos de 1976 a 1980 pasó a segundo término. Considero justo recordar algunos de los aportes que hizo quien en su etapa post presidencial se convirtió en un activo defensor de la democracia en el planeta, especialmente en América Latina.

Durante su mandato Jimmy Carter realizó aportes significativos en la lucha por la paz y la democracia, como el Acuerdo de Paz de Campo David (1978) que llevaron al tratado de paz entre Egipto e Israel en 1979, a partir del reconocimiento de esa nación árabe de la nación judía.

Carter hizo de los derechos humanos una piedra angular de su política exterior. Promovió la libertad y la democracia y criticó a los regímenes que violaban los derechos humanos, independientemente de su alineación política.

En 1977 firmó el Tratado Torrijos-Carter que devolvió el control del Canal de Panamá a esa nación centroamericana. Si bien este acto fue visto como un paso significativo hacia la mejora de las relaciones con latinoamérica, algunos de sus biógrafos señalan que ese acuerdo influyó de manera importante en el proceso electoral evitando su reelección y allanando el camino para la victoria del republicano Ronald Reagan, promotor, junto con Margaret Thatcher, del modelo neoliberal.

Finalmente, pero no menos importante, recordar que Cartes promovió el desarme nuclear y firmó el Tratado SALT II con la URSS en 1979. Desgraciadamente este tratado no fue ratificado en razón de la invasión soviética a a Afganistán, sin embargo, estableció las bases para futuras negociaciones de control de armas.

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