POR: MARÍA FERNANDA CÁMARA MORALES
Estimada lectora, este asunto es de fundamental relevancia para ti:
En un mundo donde la energía define el progreso y la equidad define la justicia, la transición energética con perspectiva de género emerge no solo como una necesidad ambiental, sino como una revolución social imprescindible.
A la fecha faltan exactamente 4 meses para el inicio de una nueva conferencia de las partes de cambio climático, la llamada COP 29 a celebrarse en Baku. El panorama internacional sigue señalando grandes urgencias, siendo la más importante de ellas el reclamo por un plan de transición energética y la falta de voluntad política y corporativa para que la transición se pueda ver como una realidad a corto o mediano plazo. En ese sentido es esencial recordar que este mismo tema ha sido la urgencia en las últimas 5 conferencias de las partes, pero sin duda el año pasado en la COP 28 en Dubai la presión social por parte de los colectivos ambientalistas, la prensa internacional, y la sociedad civil en general, causada por tener como anfitrión a un país petrolero, generaron un ambiente de impulso masivo a la exigencia colectiva, de eso 8 meses y sin resultado alguno a la vista.
Pero, otro asunto que es caso igual de urgente, sino es que mucho más dependiendo del cristal con que se mire, es la crisis de derechos que viven las mujeres, crisis que en los contextos del cambio climático no ha hecho más que amplificarse. El cambio hacia una energía más sostenible y, a la vez, más económica, equitativa e inclusiva, no dependerá únicamente de los avances tecnológicos que generen el impulso de la transición energética. Su éxito también estará determinado por cómo se gestionan sus efectos en los ámbitos social, económico y cultural. Para asegurar este éxito, la transición energética debe promover la igualdad de género, garantizando, entre otros aspectos, la igualdad entre hombres y mujeres.
Hablemos de los datos. Entre los últimos cinco años, se destaca que el 80 por ciento de los refugiados climáticos son mujeres y niñas. Los desplazamientos forzados en India debido al cambio climático han colocado a las niñas en situaciones de mayor desigualdad. En Etiopía, donde aproximadamente 200,000 personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares debido a sequías e inundaciones, las mujeres que viven en refugios superpoblados enfrentan niveles más altos de violencia sexual y deben realizar viajes más largos y frecuentes para recoger agua y leña. Además, las mujeres y niñas desplazadas por el Ciclón Idai, que azotó Mozambique, Zimbabue y Malawi en 2019, aún enfrentan graves amenazas para su salud debido al acceso limitado a servicios básicos y productos sanitarios. En América Larina y el Caribe de acuerdo con la CEPAL, hay 16,1 millones de personas sin acceso a la electricidad y 77 millones que no disponen de sistemas de cocción limpios, recurriendo a la leña y el carbón. Esta situación impacta especialmente a mujeres y niñas, ya que son las que están sobrerrepresentadas en los hogares, soportan una carga desproporcionada de trabajo doméstico no remunerado por los roles asignados tradicionalmente.
Independientemente de que los datos nos marcan una urgencia climática directamente relacionada con el género, también debemos recordar que el propio acuerdo de París obliga a que la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres se deben considerar en la creación de las medidas relacionadas al cambio climático.
La transición energética con perspectiva de género no puede seguir siendo un tema relegado a los márgenes de las discusiones climáticas. Debe ocupar el centro de nuestras estrategias y políticas. Las mujeres y niñas, quienes son desproporcionadamente afectadas por los efectos del cambio climático, merecen ser consideradas no sólo como víctimas, sino como agentes clave en la búsqueda de soluciones sostenibles.
A medida que nos acercamos a Baku, es crucial que los líderes políticos, pero también los líderes corporativos en la misma medida muestran la voluntad y el compromiso necesarios para impulsar la transición. Esto incluye garantizar que las voces de las mujeres sean escuchadas y que sus necesidades sean abordadas en los planes de transición energétic, que aun siendo este un punto esencial, esto último casi no se logra ya que la presidencia de la COP 29 estuvo a punto de no tener mujeres integrantes, lo que hubiera dejado fuera a las mujeres de la organización en términos logísticos pero también en el liderazgo de las negociaciones. Gracias a la presión de las organizaciones ecofeministas y aliadas a nivel internacional se logró frenar esta decisión.
De cara a la siguiente COP en unos pocos meses las miradas a la transición deben enfocarse en tres puntos no negociables;
1. Un plan estratégico intersectorial que considere a los gobiernos, la sociedad civil y el sector privado.
2. Asegurar una financiación global suficiente para enfrentar los retos económicos que conlleva el transicionar energéticamente. En este punto debemos mirar el fondo de pérdidas y daños como un ejemplo de la posibilidad de recaudación.
3. Interseccionalidad al momento de hablar de transición. No todas las comunidades van a tener las mismas facilidades sociales, económicas, ni culturales para traccionar, y no a todas las personas nos afectará de la misma manera. En ese sentido se debe considerar la perspectiva de género como una herramienta fundamental para lograr una transición justa.
Solo así podremos lograr un cambio significativo y duradero que no solo proteja nuestro planeta, sino que también promueva la justicia y la equidad, y considerando que la próxima Conferencia de las Partes (COP) representa una oportunidad crítica para avanzar en la transición energética global.
Los elementos de atención interseccional con perspectiva de género son fundamentales para alcanzar un cambio significativo y duradero. No se trata solo de proteger nuestro planeta, sino también de promover la justicia social, empezando por considerar a las mujeres y niñas, quienes son en su mayoría las más afectadas en procesos de crisis.
La transición energética no debe dejar a nadie atrás, y es imperativo que se adopte un enfoque inclusivo que considere las necesidades y capacidades de todas las comunidades. Al integrar estas prioridades en nuestras acciones y políticas, podemos trabajar juntos hacia un futuro sostenible y equitativo, asegurando que las generaciones venideras hereden un mundo más saludable y justo.
La COP es un momento decisivo y la acción debe ser contundente y coordinada. Debe tener representantes de colectivos feministas, alianzas con gobiernos que han impulsado la agenda de género, estrategia coordinada con empresas que han colocado la equidad en sus planes de responsabilidad corporativa. La COP 29 debe apostar por un espacio plural, inclusivo y donde no se da por hecho la negociación de género en la primera semana, como lo fue la COP 28, donde la negociación fue relacionada a eliminar la palabra mujeres de un argumento puramente femenino. Si los gobiernos globales y la misma ONU no nos puede asegurar un espacio de transición justa, el reclamo por la igualdad y el cambio climático va a ser eterno, esta es nuestra última oportunidad.
Solo a través de un compromiso colectivo y una visión compartida podremos enfrentar los desafíos del cambio climático y construir un mundo mejor para todas.