Por: María Fernanda Cámara Morales
Estimada lectora, este asunto es de fundamental relevancia para ti,
La próxima semana, la Asamblea General de las Naciones Unidas reunirá a líderes mundiales para debatir sobre los desafíos globales más apremiantes. En este contexto, es crucial reflexionar sobre un aspecto fundamental que atraviesa todos los temas: el rol de las mujeres en los espacios internacionales y la necesidad de una participación plena y equitativa.
A lo largo de las últimas décadas, el papel de las mujeres en la política internacional ha evolucionado significativamente. Desde la creación de la ONU en 1945, el organismo ha impulsado la igualdad de género como una prioridad global, evidenciando su importancia en documentos clave como la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). No obstante, la realidad aún muestra un camino con obstáculos: las mujeres siguen estando subrepresentadas en las mesas de negociación, en la diplomacia de alto nivel y en los foros multilaterales.
Hoy, las mujeres ocupan menos del 30% de los puestos en parlamentos y gobiernos a nivel mundial, y su presencia en roles clave de toma de decisiones en organismos internacionales sigue siendo insuficiente. La falta de equidad en la representación tiene repercusiones directas no solo en la toma de decisiones, sino en la implementación de políticas que impactan de manera desproporcionada a las mujeres, especialmente en áreas como la paz, la seguridad, el cambio climático, y los derechos humanos.
Es en momentos como la Asamblea General cuando la comunidad internacional debe reconocer que no se trata únicamente de aumentar el número de mujeres en estos espacios, sino de garantizar que sus voces, perspectivas y experiencias sean parte integral de las soluciones que el mundo necesita. Las mujeres aportan una visión única, frecuentemente más inclusiva y colaborativa, en la construcción de paz, en la mitigación del cambio climático y en la creación de políticas públicas con enfoque de derechos humanos.
Un claro ejemplo de esto se ha visto en las negociaciones de paz mediadas por mujeres, que suelen tener una mayor probabilidad de éxito a largo plazo debido a que abordan las raíces estructurales de los conflictos, como la justicia social y la desigualdad. En cuanto a la crisis climática, mujeres lideresas han sido protagonistas en la defensa de los recursos naturales y la protección del medio ambiente, destacándose como defensoras de la tierra y promotoras de soluciones sostenibles.
Frente a estos desafíos globales, es vital que los gobiernos y organismos internacionales adopten medidas concretas para fortalecer la participación femenina en las decisiones de alto nivel. En la próxima Asamblea General, se espera que los líderes mundiales renueven su compromiso con la igualdad de género y promuevan políticas que incluyan a las mujeres como agentes clave del cambio.
En definitiva, la Asamblea General de la ONU no es solo un espacio de debate; es una oportunidad para redefinir el rol de las mujeres en la construcción de un futuro más justo, pacífico y sostenible. Sin ellas, cualquier intento de abordar los grandes retos globales será, como mínimo, incompleto.
Pero de esto lectora, vamos a reflexionar mucho más concluida la UNGA de este año, nos leemos la siguiente semana.