El agua es un recurso natural muy importante, pero también muy limitado. Hoy en día, estamos viviendo la escasez del líquido limpio para el uso humano. Esta crisis hídrica ha obligado a tomar en cuenta otras posibilidades, por ejemplo, el aprovechamiento de las aguas residuales.
Las aguas residuales son un desecho de los hogares y las industrias que se vierten en los cuerpos de agua próximos; los ríos suelen ser los preferidos porque transportan todo lejos de donde estamos. Es necesario estar atentos a su recorrido y contenido para saber qué tanto contaminan los cuerpos superficiales, provocando la eutrofización.
En México existe una Norma Oficial Mexicana que establece los límites de contaminantes en las descargas de aguas residuales.
“Estas normas analizan variables súper generales como la temperatura, el pH, el oxígeno, los sólidos suspendidos”, explica la doctora Christina Siebe Grabach, quien es investigadora del Departamento de Ciencias Ambientales y del Suelo del Instituto de Geología.
MÁS QUE UN DESECHO
El doctor Germán Buitrón Méndez es investigador en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Juriquilla y especialista en el tratamiento de aguas residuales. Le interesa la recuperación de productos de valor agregado. Refiere que la definición de que las aguas residuales son un desecho está cambiando Ya se comienza a ver al agua residual como un recurso del que, con los tratamientos adecuados, se puede obtener agua limpia.
Mediante un proceso de digestión anaerobia se pueden eliminar los elementos dañinos y obtener otros productos muy valiosos como ácidos carboxílicos de cadena media, metano, biopolímeros y biocombustibles. Así, la planta de tratamiento de agua podría convertirse en una biorefinería.
“En una planta de tratamiento debería haber un laboratorio que esté haciendo continuamente los análisis de su descarga, igual que lo piden a una industria o algún otro gran descargador”, recalca la doctora Christina Siebe. Ella también considera impulsar la posibilidad de usar las aguas residuales para el riego agrícola y aprovechar los nutrientes.
“La agricultura es el sector que más agua utiliza, requiere el 70% del agua dulce a nivel global. Estamos hablando de que está escaseando el agua dulce, pues obviamente se antoja sustituirla para que esa esté ahí para el consumo de las personas y animales”, comenta la doctora en agronomía.
¿PARA QUÉ ANALIZAR LAS AGUAS RESIDUALES?
Las aguas residuales son una herramienta que puede aportar información para otros sectores. Investigadores como el doctor Germán Buitrón ya hablan de la epidemiología de las aguas residuales.
Esta surge porque las aguas residuales tienen muchos elementos; por ejemplo, virus, bacterias y medicamentos que pueden evidenciar si una enfermedad está aumentando o disminuyendo, esto a través de las excretas del ser humano. Entonces es posible ver el estado epidemiológico de una comunidad.
El auge de esta técnica fue durante la pandemia para detectar el SARS-CoV-2. Aunque en las aguas residuales el virus está diluido, se logró detectarlo. Incluso “se podía saber una semana o dos antes cómo iban a subir los casos en los hospitales”, explica el doctor Germán Buitrón, quien participó en un estudio de este tipo en Querétaro.
La explicación de este poder predictivo es que cuando la gente estaba en su estado infeccioso en sus casas o deambulando por las calles, el virus iba a las aguas residuales a través de sus heces y orina. Sin embargo, cuando ya estaban intubados, dejaban de ir al baño. Por ello, se detectaban antes las muestras tomadas en aguas residuales.
Aunque fue útil en la pandemia, también se pueden rastrear otros virus como el de la hepatitis o el de la poliomielitis. Así es posible lograr una fotografía del estado de salud de una colonia o de una población.
Otro tipo de uso es para rastrear el consumo de drogas. “Esto ya se hace en las grandes ciudades como Ámsterdam o Barcelona; se muestrea en las zonas donde hay antros y que pues ahí puede haber consumo y toman consecuencias al respecto”, complementa el doctor en ingeniería del tratamiento de aguas.
Por otro lado, la doctora Siebe ha logrado estudiar la resistencia microbiana a través de las aguas residuales, donde buscan rastros de fármacos y genes de resistencia. También estudia la filosfera, que es lo que está en la superficie de las hojas de los cultivos, para ver cómo es la comunidad microbiana y cuánta resistencia presentan.
Ella comparte que en el transcurso de un estudio epidemiológico que se hizo con miembros de la Facultad de Medicina de la UNAM y del Instituto Nacional de Salud Pública, analizaron la resistencia antimicrobiana en las heces de trabajadores agrícolas en el Mezquital.
Lo anterior con base en que cuando se utiliza esta agua para el riego agrícola, aumenta la concentración de genes de resistencia en los suelos. A la vez, los fármacos se acumulan y otros se degradan. “Pero no hemos visto que esa acumulación lleve a un incremento en la presencia de genes de resistencia”, advierte la doctora Siebe, al estudiar la diseminación de resistencia antimicrobiana hacia el ambiente.
Entonces el agua residual no es un desecho, es un recurso que hay que conocer y también regular. “Ya estamos viviendo todos esta guerra por el agua limpia, porque no hemos dedicado los suficientes recursos para que ya ahorita estuviéramos reutilizando toda el agua”, concluye el doctor Buitrón.