Pueblos mágicos más hermosos para celebrar el Día de Muertos

El Día de Muertos es una de las celebraciones culturales más significativas y vibrantes de México; esta festividad, reconocida internacionalmente, honra la memoria de los difuntos y celebra la vida y la muerte como una dualidad inseparable. Desde el 2008, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró el Día de Muertos como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, reconociendo su relevancia en la identidad cultural mexicana y su rol en preservar tradiciones ancestrales.

Así, este ritual, con raíces que datan de las culturas prehispánicas como la mexica, maya, purépecha y totonaca, tiene sus orígenes en las ceremonias que se realizaban para honrar a los ancestros, celebrando a los muertos con danzas, cantos y ofrendas.

La festividad se ha enriquecido con influencias del catolicismo y otras tradiciones coloniales, desarrollando su icónica combinación de rituales antiguos con elementos contemporáneos. Hoy en día, el Día de Muertos no solo se celebra en los hogares mexicanos, sino también en pueblos mágicos que, con sus tradiciones y actividades singulares, ofrecen una experiencia única para locales y visitantes de todo el mundo.

10 pueblos mágicos para celebrar el Día de Muertos

México cuenta con 10 pueblos mágicos que se destacan por sus celebraciones especiales en el Día de Muertos, lugares donde las y los visitantes pueden sumergirse en ceremonias ancestrales, rituales llenos de simbolismo y eventos artísticos únicos. Así que si estás buscando un lugar para recordar a tus seres queridos mientras te sumerges en la tradición a continuación, te presento algunos de estos destinos donde la festividad cobra vida.

Chignahuapan, Puebla

En la sierra de Puebla, Chignahuapan organiza cada año el «Festival de la Luz y la Vida», un evento majestuoso que atrae a miles de visitantes. Este festival está inspirado en la creencia prehispánica del viaje hacia el Mictlán, el inframundo mexica. Durante el evento, la laguna del centro se llena de balsas iluminadas que representan a las almas en su travesía. Los participantes caminan con antorchas y luces fluorescentes por un sendero lleno de figuras simbólicas, como jaguares y serpientes, que representan a las deidades de la muerte y la vida.
Taxco, Guerrero

Conocido por su arquitectura colonial y sus calles empedradas, Taxco se transforma durante el Día de Muertos con el «Festival de las Lloronas», que combina recorridos históricos y leyendas. Este festival permite a las y los visitantes explorar las historias de figuras fantasmales y escuchar relatos de la época colonial en un entorno lleno de misterio. Las procesiones avanzan por las callejuelas adornadas con flores y veladoras, mientras actores locales interpretan a personajes históricos en una atmósfera solemne y cautivadora.
Malinalco, Estado de México

En Malinalco, el Día de Muertos se celebra con un enfoque en las raíces indígenas y la tradición prehispánica, por lo que las y los habitantes realizan «Recorridos al Mictlán», ceremonias de representación ritual donde se honra a los ancestros y se hace un viaje simbólico a través de los diferentes niveles del inframundo. El panteón local se llena de altares decorados y los familiares llevan ofrendas como flores de cempasúchil, incienso, alimentos, y fotografías de sus seres queridos, convirtiendo el cementerio en un lugar vibrante y lleno de recuerdos.

Pátzcuaro, Michoacán

Éste es uno de los destinos más icónicos de México para el Día de Muertos y cada año, en la noche del 1 de noviembre, las y los habitantes navegan hacia la isla de Janitzio en pequeñas embarcaciones adornadas, creando una imagen mágica en el lago. En esta región, se lleva a cabo la Noche de Ánimas, en la que las tumbas son decoradas con altares, flores y veladoras. Esta celebración es una de las manifestaciones más fieles de la tradición purépecha y se ha vuelto un evento cultural imperdible.

La Plaza de Quiroga en Pátzcuaro también se convierte en un centro de actividades culturales, con danzas, conciertos y muestras de artesanía. Los visitantes pueden disfrutar de representaciones teatrales, comprar figuras de barro y candelabros tradicionales, y participar en talleres de creación de altares.
Tzintzuntzan, Michoacán

Este antiguo centro ceremonial purépecha es conocido por sus rituales indígenas durante el Día de Muertos, pues en las noches del 1 y 2 de noviembre, se presentan espectáculos teatrales y se llevan a cabo ceremonias prehispánicas en honor a los difuntos. En Tzintzuntzan, se pueden apreciar danzas autóctonas y se pueden adquirir productos de artesanía como textiles y cerámica. También es posible visitar la zona arqueológica de Tzintzuntzan, donde las yácatas (pirámides circulares) representan la herencia cultural purépecha y su conexión con los ancestros.
Huautla de Jiménez, Oaxaca

Por otra parte, en la sierra de Oaxaca, Huautla de Jiménez es el hogar de la comunidad mazateca, que celebra el Día de Muertos con una festividad única conocida como «Todos Santos». Las casas se adornan con arcos de cempasúchil y, en medio de esta decoración, los habitantes celebran con los danzantes conocidos como Los Huehuetones. Estos bailarines, ataviados con máscaras y trajes coloridos, recorren el pueblo interpretando danzas que representan el paso de la vida a la muerte y la comunicación entre los vivos y los muertos.

Real del Monte, Hidalgo

Este pequeño pueblo minero es famoso por su arquitectura inglesa y sus festividades llenas de historia y misticismo, pero durante el Día de Muertos, Real del Monte ofrece noches de leyendas y desfiles de catrinas, un evento que combina las tradiciones mexicanas con el legado de los mineros ingleses que llegaron al lugar en el siglo XIX. Las y los visitantes pueden recorrer calles adornadas y escuchar relatos de fantasmas y apariciones, mientras las catrinas danzan al compás de la música de banda.
Cuetzalan, Puebla

Por su parte, Cuetzalan, un pueblo indígena en la sierra de Puebla, celebra el Día de Muertos desde el 30 de octubre hasta el 3 de noviembre. Durante estos días, las familias preparan altares en sus hogares y llevan ofrendas al panteón para honrar a sus seres queridos. En las calles del pueblo se realizan procesiones y rituales donde los habitantes cantan y tocan música tradicional, llenando el ambiente de un sentimiento de respeto y celebración. Cuetzalan también destaca por sus textiles, y los visitantes pueden adquirir mantas y bordados tradicionales de la región.
Tlaxco, Tlaxcala

En el centro montañoso de Tlaxco, se lleva a cabo el Festival de la Vida Eterna, un evento que celebra la vida y la muerte con actividades artísticas y culturales. El pueblo se adorna con arcos de flores y los artesanos locales exhiben sus productos, como cerámica y figuras de barro que representan a las calaveras y a la Catrina, uno de los íconos de esta festividad. Tlaxco es conocido también por su producción de pulque, una bebida tradicional mexicana, y durante el festival se realizan degustaciones de esta bebida fermentada, muy ligada a la cultura ancestral.

Xilitla, San Luis Potosí

Finalmente, en la Huasteca Potosina, el Día de Muertos se celebra con el Xantolo, palabra náhuatl que significa «Fiesta de Todos los Santos». Xilitla, conocido por sus cascadas y jardines surrealistas, se convierte en un espacio lleno de tradición y color. Las familias crean altares para sus difuntos y colocan ofrendas que incluyen flores, alimentos, bebidas y artículos personales. Los habitantes realizan procesiones y danzas tradicionales huastecas, como el huapango, en honor a los difuntos, iluminando las calles con velas y decorándolas con papel picado.
¿Por qué es tan importante el Día de Muertos en México?

El Día de Muertos en México es fundamental porque representa una conexión profunda con los antepasados y con la identidad cultural del país. A diferencia de otras celebraciones que ven la muerte con temor o tristeza, el Día de Muertos celebra la vida de aquellos que han partido, resaltando una visión única sobre la muerte: se concibe como un proceso natural y una etapa de continuidad en la que los muertos pueden regresar simbólicamente a convivir con los vivos, aunque sea por unos días al año.

Esta visión se heredó de culturas prehispánicas como la mexica, maya y purépecha, que honraban a los difuntos a través de rituales que incluían ofrendas y ceremonias para asegurar su bienestar en el más allá; por ello, el Día de Muertos se ha convertido en una forma de resistencia cultural. Durante la conquista y colonización, los españoles intentaron reemplazar estas prácticas indígenas con tradiciones católicas, pero la festividad indígena sobrevivió, adaptándose e incorporando elementos del cristianismo, como los altares y las imágenes de santos. Esta adaptación convirtió al Día de Muertos en un símbolo de la identidad mexicana, capaz de resistir la asimilación y perpetuar las raíces indígenas del país.

La importancia también radica en los aspectos familiares y comunitarios, ya que las familias mexicanas se reúnen en torno a altares decorados con flores de cempasúchil, velas, alimentos y fotografías, recordando las historias y enseñanzas de sus seres queridos. Este acto de memoria fortalece los lazos familiares y mantiene viva la historia de generaciones pasadas, al tiempo que enseña a los más jóvenes a honrar y respetar a sus ancestros.

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