Finanzas informales: un estilo de vida

En México, la informalidad no es solo una condición económica, es una forma de vida. Más de la mitad de la población trabajadora carece de acceso a prestaciones sociales, millones de personas y negocios evaden impuestos, y el efectivo sigue siendo el medio de pago más utilizado. En muchos casos, la palabra —o incluso la violencia— vale más que un contrato firmado.

Esta realidad atraviesa todos los ámbitos: el trabajo, la educación, el consumo, el ahorro e incluso la política. Lo más inquietante es que se transmite de generación en generación. Muchos jóvenes replican lo que ven en casa y, si no hay cambios de fondo, crecerán, trabajarán y envejecerán dentro del mismo sistema informal en el que fueron criados.

Desde 2012, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía INEGI han trabajado juntos para entender cómo se relacionan los mexicanos con el dinero. México es uno de los pocos países que, cada tres años, levanta una encuesta nacional para indagar cómo ahorramos, cómo pagamos, a quién pedimos prestado o cómo planeamos financiar nuestra vejez.

Hace apenas un mes se publicaron los resultados más recientes de esta Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF), correspondiente a 2024, y los datos sobre el ahorro son reveladores. Cuando hablamos de finanzas personales, solemos pensar en bancos, apps o fondos de inversión. Pero la realidad que vive la mayoría de la población está muy lejos de ese mundo. En 2024, solo el 8% de la población ahorró exclusivamente en productos financieros formales: cuentas de nómina, cuentas de ahorro, depósitos a plazo, apps, fondos de inversión o cuentas de pensión, entre otros.

En contraste, un 35.7% de los mexicanos ahorró únicamente de manera informal: tandas, dinero guardado en casa o con familiares, etc. Otro 20.5% combinó métodos formales e informales, mientras que un 35.8% simplemente no ahorró.

Pese a los avances —más cajeros, proliferación de apps, campañas de educación financiera, menos requisitos para abrir cuentas—, el uso de mecanismos informales sigue siendo dominante. ¿Por qué? Una posible respuesta es que los medios informales ofrecen ciertos beneficios, como la facilidad y el menor costo para obtener préstamos a través de la participación en tandas. Otra explicación es el uso del ahorro como medio para construir relaciones interpersonales; en este caso, la clave es la reciprocidad como forma de aseguramiento. Finalmente, ante la violencia de género que se registra en muchas familias, el anonimato se vuelve importante, y el atesoramiento de efectivo puede ser una herramienta muy útil para lograrlo.

Pero, ¿realmente están cambiando las cosas? La comparación entre los datos de 2021 y 2024 arroja luces interesantes. El ahorro exclusivamente formal creció apenas dos puntos porcentuales. En cambio, el ahorro mixto (formal e informal) aumentó de 14.6% a 20.5%, mientras que el porcentaje de personas que no ahorraron disminuyó de 41.4% a 35.8%.

¿Estamos ante un cambio cultural o simplemente ante una mejora en los ingresos gracias al aumento del salario mínimo y las transferencias sociales? No hay aún una respuesta clara. Pero si el incremento en el ahorro responde a un mayor ingreso, el verdadero desafío será lograr que quienes comienzan a ahorrar tengan una experiencia positiva. De lo contrario, este avance podría ser efímero.

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