El cónclave, envuelto en siglos de tradición y secretismo, es el proceso mediante el cual la Iglesia católica elige a su nuevo líder espiritual. Derivado del latín cum clave («con llave»), su nombre refleja el estricto aislamiento al que se someten los cardenales electores durante esta ceremonia solemne.
Solo los cardenales menores de 80 años tienen derecho a voto y participan en este evento, que se lleva a cabo en la Capilla Sixtina, en el corazón del Vaticano. Llegados de diversas partes del mundo, estos cardenales se alojan en la Casa de Santa Marta bajo un régimen de incomunicación total: sin teléfonos, televisión ni acceso a redes sociales.
El procedimiento es meticuloso: hasta cuatro votaciones diarias se celebran en la Capilla Sixtina. Cada cardenal anota en secreto el nombre de su candidato y deposita su voto en una urna. Para ser elegido Papa, el aspirante debe alcanzar una mayoría de dos tercios de los votos.
El resultado de cada ronda se comunica de manera simbólica mediante la fumata: humo negro indica que aún no hay acuerdo; humo blanco, en cambio, anuncia al mundo que un nuevo Papa ha sido elegido.