Por: José Ángel ViGo
Psicogastronomía para todos: cuando el menú te lee
Llega el comensal a degustar, trae un hambre particular, no solo de comida se desea alimentar, existe algo más: cansancio, ansiedad, una punzada de nostalgia o una felicidad que pide a gritos celebrarse; el menú llega a la mesa como si lo conociera, le habla suave, va seduciéndolo y termina atrapándolo.
La psicogastronomía es ese puente invisible entre la emoción y un bocado, más allá de lo que elegimos comer, indaga en, ¿por qué lo hacemos?, ¿qué dice de nosotros pedir cierto platillo específico cuando estamos tristes?, ¿por qué el postre aparece justo cuando queremos prolongar una conversación?, y ¿cómo es que un menú bien diseñado puede convencernos de que el plato más caro es el más deseable?
Este campo se nutre de la neurogastronomía, término acuñado por el neurólogo Gordon Shepherd, y se ha fortalecido con estudios como los del psicólogo Charles Spence, quien ha demostrado que el sabor no nace solo en la boca, sino en un entramado de sentidos, contextos y recuerdos.
El diseño del menú es una ciencia sutil
Los colores cálidos estimulan el apetito, las tipografías elegantes hacen que los platillos parezcan más refinados, el uso de palabras como “artesanal”, “casero”, “de la abuela”, despiertan memorias y emociones. Colocar el platillo más rentable en la esquina superior derecha del menú no es casualidad, nuestros ojos van primero ahí.
Pero no todo está en el papel, el ambiente también dicta elecciones, la música suave puede hacer que uno coma más despacio, la iluminación tenue favorece al vino tinto y las conversaciones largas. Un aroma bien colocado puede abrir el apetito antes de sentarse a la mesa.
Y luego estamos nosotros, comensales emocionales. A veces comemos para calmarnos, para premiarnos, para no sentirnos solos, la comida se vuelve espejo, refugio, hasta puerta de escape; aquí es donde la psicogastronomía se vuelve espejo y lupa, mostrándonos que lo que comemos también nos dice quiénes somos, o quiénes quisiéramos ser.
Claro, existe una delgada línea entre influir y manipular; en un mundo donde todo es vender, ¿qué tanto del menú apela a nuestras emociones con fines de conexión genuina, y cuánto solo para vendernos más?, sería ingenuo no preguntarlo, ya que el área de alimentos y bebidas es de los negocios más redituables existentes a la fecha.
La próxima vez que un menú llegue a tus manos, míralo con otros ojos, como una carta que alguien escribió pensando en ti, y pregúntate, ¿lo que elegí fue por gusto o por necesidad?, ya que a veces el menú no solo nos habla, nos lee.
Espero recibirles en esta columna escrita con tanto amor y pasión la siguiente semana; no tengo más que desearles buenos días, buenas tardes, buenas noches y buen provecho.