Por: María Elodia Zurita Argáez
Árbol de la vida, árbol sagrado
Todos sabemos qué la ceiba o yaxché en lengua maya o tee´ceibo en lengua yokot´an es el árbol sagrado de la antigua civilización maya porque lo relacionaba con los orígenes de la humanidad o como morada de los dioses y/o un lugar de apariciones de los duendes. Los mayas consideraban que las ramas representaban el cielo, las que se extienden hacia los cuatro puntos cardinales; el tronco, representa lo terrenal y las raíces, hacen una evocación del inframundo.
Este árbol alcanza alturas que fluctúan entre los 20 a los 40 metros, pero se tienen registros de algunas que llegaron a los 70 metros de altitud. La ceiba crece en casi toda la costa del Golfo de México; en la costa del Pacífico, desde Sonora hasta Chiapas, y en toda la América Central. Guatemala, lo declaró árbol nacional. Además, se le atribuyen propiedades curativas.
En la actualidad, para nosotros los árboles ya no se consideran sagrados, no del modo que lo hacía los antiguos pueblos nativos; con la llegada del cristianismo todo aquello que era objeto de culto y veneración fue sustituido por la divinidad trinitaria que incluye la encarnación y ascensión de Cristo; sin embargo, como una paradoja del destino, aquella cruz que se erigió para oficiar la primera misa en Centla fue elaborada precisamente con una rama de un árbol de ceiba.
Los árboles ya no son sagrados como antes, pero si las cosas siguen como hasta ahora, no falta mucho para alcancen nuevamente ese estatus. Los árboles son cruciales para la sobrevivencia de todos los seres vivos; producen el oxígeno, esencial para la subsistencia humana; sus raíces protegen contra inundaciones, además, evitan la erosión del suelo; son hábitat tanto de plantas como de animales; regulan el clima y ayudan a reducir los efectos devastadores de la contaminación que el mismo hombre causa. Y por si todo esto fuera poco, los arboles también son útiles para la producción de medicamentos, alimentos, papel; se utilizan algunos como combustible; de ellos se obtiene fibras, corcho, resinas, etc.
El Congreso Forestal Mundial proclamó, desde 1969, que cada 28 de junio se conmemore el Día Mundial del Árbol con el propósito de que la humanidad tome conciencia de su importancia como un elemento vital del planeta.
Los seres humanos pueden suprimir la alimentación sólida por unos días, quizás; también pueden dejar de consumir líquidos por algunas horas, tal vez; pero ¿Qué pasa con dejar de respirar? Dejar de respirar solo podemos hacerlo por algunos minutos, si acaso.
El oxígeno lo necesitamos para vivir, eso es un hecho, y el oxígeno lo producen los árboles. Por su importancia: sembremos un árbol o adoptemos un árbol.
¡Qué esta sea una semana productiva para todos!