En una carretera de Vacaria, Brasil, un conductor pensó haber atropellado a un perro cualquiera. Pero lo que llegó a manos de los veterinarios no era un perro… ni tampoco un zorro. Tenía orejas puntiagudas, ojos salvajes y una actitud inquietante. No ladraba. No huía. No encajaba en ninguna categoría conocida.
El misterio solo creció hasta que llegaron los resultados de los análisis genéticos: era una criatura inédita. Un cruce natural entre un perro doméstico y un zorro de las pampas. Dos especies separadas por más de seis millones de años de evolución… fusionadas en un solo ser. Lo llamaron Dogxim.
Tenía 76 cromosomas —el punto medio entre las dos especies— y un comportamiento tan contradictorio como su origen: jugaba como un perro, cazaba como un zorro. Parecía adaptarse al contacto humano, pero algo en su esencia seguía siendo indomable.
Este descubrimiento es tan fascinante como preocupante. Porque Dogxim no debería existir. Su aparición es una alerta: la deforestación, el abandono de mascotas y la invasión humana están forzando encuentros imposibles entre especies. La naturaleza está improvisando, y el resultado son criaturas híbridas que pueden desequilibrar ecosistemas enteros.
Dogxim es el primero. Pero, ¿cuántos más están naciendo sin que nadie lo note?
Esto no es una historia de ciencia ficción.
Es la nueva realidad.