23 DE SEPTIEMBRE: DÍA INTERNACIONAL DE LAS LENGUAS DE SEÑAS
Sin apoyos constantes, sin intérpretes oficiales, y con una comunidad cada vez más pequeña, la Cooperativa de Artesanos Sordos del Estado de Tabasco resiste entre sillas de mimbre, legado cultural y la esperanza de un nuevo liderazgo.
Cesia Ocaña
Villahermosa
Fotos: Javier Narez
Un grupo de artesanos trabaja en silencio. Entre cestos de mimbre, muebles a medio terminar y herramientas sencillas, no se escucha ruido, pero hay comunicación constante. Las manos vuelan, señalan, se mueven al ritmo de una lengua que no necesita palabras orales. La Cooperativa de Artesanos Sordos del Estado de Tabasco, fundada hace más de 30 años, es uno de los pocos espacios donde la lengua de señas mexicana es el idioma dominante.
Detrás de este proyecto está Javier Pérez Gálvez, un hombre que ha sido más que presidente: ha sido traductor, gestor, maestro y, en muchas ocasiones, el único puente entre el mundo oyente y la comunidad sorda que representa.
Hoy, con más de seis décadas a cuestas y un cuerpo cansado, Javier pide relevo. No porque haya perdido la pasión, sino porque entiende que el futuro de esta comunidad depende de nuevos liderazgos, mejor preparados y con acceso a herramientas que él nunca tuvo.
Un legado hecho a mano
La cooperativa nació formalmente en 1973, cuando Javier y su hermano Jorge, ambos sordos, decidieron convocar a otros compañeros para trabajar el mimbre, un material noble, flexible y accesible. “Fuimos hasta Querétaro a buscar distribuidores de mimbre. Empezamos poco a poco, trabajando en comunidad, sin intérpretes, sin apoyo, pero con muchas ganas”, cuenta Javier en lengua de señas, acompañado por un intérprete certificado.
En su mejor momento, llegaron a contar con 100 personas sordas trabajando en la producción artesanal. Elaboraban sillas, sillones, canastos, adornos y otros objetos que integraban elementos de la cultura tabasqueña. Algunos de sus trabajos incluso fueron exhibidos en hoteles de lujo en Cancún.
Pero el tiempo y la falta de políticas públicas inclusivas pasaron factura. Hoy solo 12 personas sordas siguen activas en la cooperativa. El resto se ha dispersado buscando trabajo en otros estados, enfrentando el desempleo, o quedando fuera por la falta de apoyo educativo y económico.
Educación deficiente, un obstáculo estructural
Javier no duda cuando se le pregunta por el mayor problema de las personas sordas en Tabasco: la educación. “Yo aprendí muy poco español. Apenas palabras. Porque en el CAM (Centro de Atención Múltiple Número 1) los maestros no sabían lengua de señas, y no había un currículo adaptado. Eso nos condenó desde pequeños”, afirma con tristeza.
A diferencia de otras ciudades como Monterrey o Ciudad de México, donde hay sordos que ya cursan carreras universitarias, en Tabasco aún es común que personas sordas lleguen a la adultez sin saber leer ni escribir fluidamente. Esto limita sus oportunidades laborales, su capacidad para llevar una administración y, en muchos casos, los expone a errores fiscales o legales por desconocimiento.
“Nosotros también pagamos impuestos, hacemos facturas, compramos material. Pero sin educación ni intérpretes, eso se vuelve un infierno. Una mala administración puede meterte en problemas legales graves, y los sordos no tienen acceso a esa información”, alerta Javier.
Lengua de señas: el idioma de la igualdad
Para Norberto Ávalos Rodríguez, intérprete profesional certificado y colaborador de la comunidad sorda en Tabasco, la lengua de señas es más que una herramienta: es una puerta de acceso a la justicia social.
“La lengua de señas mexicana es vital. Sin ella, las personas sordas no tienen acceso real a la información, a conferencias, a sus derechos. Y aún hoy, en Tabasco, no hay intérpretes profesionales en espacios públicos”, denuncia.
Norberto es abogado y analista en lingüista forense comparada. Ha interpretado en juicios penales, civiles y familiares, y trabaja en proyectos internacionales sobre derechos lingüísticos. Su experiencia le ha permitido ver de cerca cómo la falta de intérpretes capacitados vulnera a las comunidades sordas en múltiples ámbitos.
“Hay personas que apenas mueven las manos y los ponen como intérpretes oficiales. Pero no están diciendo nada. Y eso es gravísimo. Porque no solo se pierde la información, también se vulneran derechos civiles y políticos”, subraya.
El liderazgo que se agota
A lo largo de 30 años, Javier ha sostenido la cooperativa casi en solitario. Sin salario fijo, sin intérpretes, sin financiamiento estatal constante. Además de su trabajo artesanal, tuvo que compaginar su labor en Pemex y aprender por sí mismo cómo hacer gestiones ante el gobierno, manejar la administración, contratar servicios y defender el terreno donde hoy se encuentra el taller.
“Ya estoy cansado. Necesito que alguien más tome el liderazgo. Pero no puede ser cualquiera. Tiene que ser alguien sordo, preparado, que estudie, que viaje, que conozca cómo funcionan otras comunidades sordas y que tenga conciencia social”, reflexiona.
La cooperativa planea realizar una asamblea democrática, como las que antes eran anunciadas en periódicos y boletines comunitarios, para elegir a un nuevo presidente o presidenta. Pero la falta de formación educativa y de intérpretes sigue siendo una barrera. Aun así, tienen esperanzas: ya hay varios prospectos jóvenes que podrían tomar la estafeta.
El costo de la inclusión
Una y otra vez, tanto Javier como Norberto repiten una verdad incómoda: la inclusión cuesta. Y el Estado no siempre está dispuesto a invertir en comunidades pequeñas, como la sorda, que son invisibilizadas con frecuencia por no hablar la lengua mayoritaria.
“Los derechos humanos cuestan. Y el Estado no quiere invertir millones en una ‘minoría lingüística’. Pero esa lógica es injusta. La lengua de señas mexicana es tan válida como el español, y debe tener espacios en la educación, la política, el trabajo y la cultura”, afirma Norberto.
En Tabasco, no hay suficientes intérpretes. No hay escuelas que cumplan con los criterios de la Federación Mundial de Sordos. No hay capacitación para sordos en temas financieros, administrativos o legales. Y lo más preocupante: no hay voluntad política constante para cambiar esta realidad.
Una comunidad que resiste
A pesar de todo, la cooperativa sigue viva. Sus 12 miembros trabajan día a día en su taller, sin quejas, sin lamentos, haciendo arte con sus manos. Enseñan a nuevos integrantes, reciben visitas, intentan sostener el legado.
“El lugar donde estamos fue construido con mucho esfuerzo. Ese terreno es de la comunidad sorda. No podemos perderlo. Y tampoco podemos permitir que el legado se contamine con vicios o se desvíe del objetivo”, advierte Javier.
Su mayor deseo es que la cooperativa siga creciendo, que se vuelva autosuficiente, que los sordos no dependan solo de apoyos económicos esporádicos, sino que tengan herramientas para desarrollarse por sí mismos.
“Que haya más inclusión, sí. Pero no solo como palabra. Como acción real. Que se nos enseñe, que se nos escuche, que se nos respete”, concluye.
Una invitación a mirar, escuchar y actuar
Cesia Ocaña
Villahermosa
La historia de la Cooperativa de Artesanos Sordos de Tabasco es una historia de resistencia, de dignidad y de un liderazgo silencioso pero profundo. Es también una llamada de atención a una sociedad que muchas veces se dice incluyente, pero que sigue dejando fuera a quienes no pueden oír.
Los sordos de Tabasco no piden lástima. Piden intérpretes, escuelas adaptadas, derechos lingüísticos, acceso a la información y oportunidades reales.
El dato:
El Día Internacional de las Lenguas de Señas es una jornada que se celebra anualmente el 23 de septiembre desde 2018, instaurada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2017.