Entre risas, práctica constante y apoyo familiar, los pequeños competidores del Speed Cube demuestran que el ingenio y la perseverancia pueden iniciarse desde los siete años. Matías, Elías y Karim representan a una nueva generación de cuberos que, con talento y dedicación, impulsan el crecimiento de esta comunidad en Tabasco.
Cesia Ocaña
Villahermosa
En una sala iluminada por la curiosidad y el murmullo pausado de las orgullosas mamás, tres niños sostienen entre sus manos un cubo Rubik que no dejan de girar, aun mientras esperan el inicio de la entrevista. Son parte de la Categoría A del Reto Speed Cube, un evento que, más allá de medir tiempos y algoritmos, se ha convertido en un punto de encuentro para niños y jóvenes que han encontrado en este rompecabezas un modo de expresarse, concentrarse y descubrir sus propias capacidades. El ambiente parece totalmente ajeno a la presión que implica una competencia: los pequeños conversan, bromean y resuelven cubos con la naturalidad de quien respira.
Matías Guillermo Valenzuela Sánchez, de 11 años, es el primero en presentarse. Viene desde Comalcalco, donde asiste a la escuela Epigio López Escobar. Habla con timidez, pero con la firmeza de quien sabe lo que quiere. Su afición al cubo comenzó tras ver un video en internet; le pareció algo “genial” y pidió uno a sus padres. Desde entonces, comenta, prácticamente no sale de su casa sin llevar un cubo en la mochila o en la mano. Lo hace en el recreo, en la sala de su casa, en el carro, en cualquier rincón donde encuentre unos minutos libres. Mientras cuenta su historia, mueve los dedos con destreza automáticao “En la competencia quiero darlo todo”, asegura, sin levantar la mirada del rompecabezas. “Estar en los mejores puestos”.
A su lado está Elías Alejandro Álvarez García, también de 11 años, estudiante de la escuela Carlos Alberto Madrazo Becerra, en Villahermosa. Su historia comienza de manera muy distinta: con un pequeño llavero que su abuelo le trajo de Cancún. Como no sabía armarlo, confiesa entre risas que solamente le quitaba las piezas para regresarlas a su lugar. Ese gesto, que para muchos sería trampa o simple curiosidad infantil, fue la chispa que lo llevó a buscar más. Después vinieron los cubos de Mercado Libre, los tutoriales de internet y el compañero de la escuela que le enseñó a armar la segunda capa. Hoy practica cerca de una hora al día, repartida entre la escuela y su casa, y su principal desafío para el concurso es controlar los nervios. “Cuando esté ahí quiero tranquilizarme, controlar bien el cubo y hacer el mejor tiempo posible”, comenta sereno, confiando en sus capacidades y el proceso.
El tercero es Karim Emanuel Santos Mendieta, también de 11 años, estudiante de la escuela Coronel Eusebio Castillo. A diferencia de los anteriores, él conoció el cubo Rubik desde los cuatro años, cuando su madre le prestaba uno de esos sencillos, rígidos y de colores opacos. Por supuesto, tampoco sabía armarlo entonces; incluso admite que durante un tiempo recurrió a despegar las estampas para “acomodar” los colores. Ahora lo cuenta con humor, como una travesura infantil que quedó atrás. A los siete años por fin aprendió a resolverlo de forma legítima, y hoy dedica buena parte de sus ratos libres a aprender nuevos algoritmos. Si algo lo distingue es su capacidad para describir el proceso con palabras sencillas: “Lo importante es concentrarse y no desesperarse. Si te bloqueas, recuerdas que ya lo has hecho antes”.
Las clasificaciones
A unos pasos de ellos se encuentra Alan Cupil Diaz, presidente de la Fundación Contigo Es Posible y promotor de esta segunda edición del reto. Él observa a los niños con paciencia y orgullo, consciente del trabajo que hay detrás de cada clasificación. Explica que este año se recibieron más de 92 postulaciones, de las cuales 63 lograron cumplir con el envío de videos y registros correctos. La competencia se divide en tres categorías: A, de 7 a 12 años; B, de 13 a 18; y C, de 19 a 25. En cada una clasificaron únicamente 11 participantes. Algunos pudieron asistir a la entrevista gracias al apoyo de sus familias, quienes también forman parte fundamental de este proceso. “Lo que buscamos”, comenta Cupil, “es crear comunidad. Que estos chicos descubran su pasión y eventualmente puedan formar clubes, espacios de convivencia y aprendizaje. El cubo Rubik no solo desarrolla habilidades cognitivas, también une”.
Mientras los niños responden, los cubos continúan girando. Su sonido se mezcla con las risas y las voces suaves de quienes escuchan. A veces se les pide que los suelten para no interferir con la grabación; ellos lo hacen, pero sus manos parecen impacientes por volver a tomar esas piezas de colores que conocen tan bien.
Detrás de las palabras de las madres y los organizadores hay un reconocimiento compartido: estos niños no solo están aprendiendo a resolver un rompecabezas, están desarrollando perseverancia, atención, control emocional y habilidades cognitivas que podrían acompañarlos durante toda su vida. Para muchos, el cubo comenzó como un juego, pero hoy es un espacio seguro donde aprenden a enfrentar la frustración, administrar los nervios y celebrar sus propios avances. Cupil Diaz recuerda que en ediciones previas los tiempos de resolución iban desde los 40 segundos hasta el minuto; hoy algunos competidores ya están por debajo de los 20 segundos. De hecho, asegura que con la constancia actual no sería extraño que pronto algún tabasqueño intente superar el récord nacional.
En medio de estas reflexiones, los niños vuelven a tomar sus cubos. Giran, observan, piensan. Y aunque cada uno compite por su propio tiempo, su propio lugar y su propio reconocimiento, lo que se percibe claramente es una atmósfera de compañerismo. No se ven rivales, se ven compañeros que comparten un mismo interés, una misma emoción y quizá un mismo sueño: seguir creciendo.
La entrevista termina, pero ellos continúan resolviendo. Con la naturalidad de quien todavía no es consciente de su propio talento, estos pequeños representantes de la Categoría A del Reto Speed Cube demuestran que la pasión no tiene edad. Que la disciplina también se aprende jugando. Y que un cubo de colores puede convertirse en la puerta de entrada a un mundo donde el ingenio, la paciencia y la perseverancia son la verdadera victoria.
Hablan el mismo lenguaje
Las madres observan desde cerca, algunas con expresión de orgullo, otras con una mezcla de sorpresa y admiración por la habilidad de sus hijos. Gabriela Sánchez, madre de Matías, toma la palabra cuando se le ofrece. Habla con claridad sobre lo que significa apoyar a un niño apasionado por el cubo Rubik: escuchar términos que apenas comprende, acompañarlo en competencias y permitir que esa curiosidad se convierta en una herramienta de desarrollo. “Esta actividad les ayuda mucho, no solo en lo mental sino también en lo social. Forman amistades, comunidad. Es muy bonito ver cómo conviven con otros niños que hablan el mismo lenguaje”, comenta.
¡Asiste!
La ciudadanía está cordialmente invitada a asistir al Reto Speed Cube 2025, que se llevará a cabo el 29 de noviembre en el Centro de Innovación y Vinculación Empresarial (CIVE) de la UJAT. El evento reunirá a niños, jóvenes y adultos apasionados por el cubo Rubik, en una jornada que promueve la creatividad, la convivencia y el talento tabasqueño. La invitación es abierta al público, por lo que familias, estudiantes y curiosos podrán presenciar las competencias, apoyar a los participantes y descubrir de cerca el emocionante mundo del speedcubing.
“Para mí el cubo es algo que siempre va a estar en mi vida”
Matías Guillermo Valenzuela Sánchez
“Cuando esté ahí quiero tranquilizarme y controlar bien el cubo para hacer el mejor tiempo posible.”
Elías Alejandro Álvarez García
“Lo importante es relajarse y no desesperarse cuando estás armando el cubo”
Karim Emanuel Santos Mendieta
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