Arturo heredó el oficio de chofer de tráiler de su padre, quien murió en una volcadura ◗ A mí no me pasaría, se dijo, y comenzó con un café bien cargado, luego… ◗ Otro, dice que con jornadas hasta de 31 horas y 20 años en el volante está “hasta la madre” de manejar◗ La delincuencia, otro riesgo por librar.
Arturo maneja tráileres desde que tiene 17 años; heredó el oficio de su padre, quien murió en una volcadura en la carretera de Mil Cumbres.
Desde entonces ocupó el lugar de su papá en la compañía de transportes a la que pertenecía. La necesidad y su sentido de responsabilidad lo obligaron; dos hermanos menores eran el mejor motivo, la razón más importante.
Arturo siempre tuvo problemas para levantarse temprano. Jamás llegó a tiempo a la escuela, por lo que el turno vespertino fue la mejor opción; así se despertaba tarde y la tarea la hacía antes de entrar a clases.
Tenía la idea de acabar rápido la secundaria, hacer la prepa abierta y estudiar una carrera técnica comercial; quería ser contador o administrador.
Pero esa opción desapareció con el accidente que le arrebató a su padre. Un jueves por la madrugada el cansancio lo venció y perdió el control de su unidad, una góndola de 30 metros cúbicos; no había dormido en más de 14 horas y ni siquiera el café más cargado lo mantuvo despierto.
Arturo se dijo a sí mismo que eso jamás le pasaría, que él jamás se quedaría dormido al volante, jamás dejaría atrás ni a su madre ni a sus hermanos, mucho menos a su mujer o a sus hijos.
Las jornadas al principio fueron sencillas, los viajes de Morelia a la Ciudad de México no eran tan extenuantes, los recorridos iniciaban a las 5 de la mañana y a las 6 de la tarde ya se encontraba en casa.
Una o dos tazas de café eran más que suficientes para completar la jornada tranquilo, pero sobre todo despierto y con la seguridad de que el sueño no lo vencería, además de que la edad era su fuerte; cómo no aguantar la manejada, si ni siquiera se desvelaba o cosas por el estilo.
Pero bien dicen por ahí, el tiempo pasa y no perdona. Conforme pasaban los años, el cansancio se fue haciendo presente, ya era cosa cotidiana que las horas de sueño se alargaran y los párpados cedieran.
Un amigo de su padre le recomendó primero las bebidas energéticas, una o dos latas a lo largo de la jornada serían más que suficientes para no caer rendido a medio camino, pero llegó el día en el que ni siquiera 6 latas de Red Bull o de Boost eran suficientes; fue cuando empezó a mezclarlas con otras sustancias.
Primero un par de aspirinas y una bebida de cola. Eso ayudó al principio, después pastillas, que contienen paracetamol, cafeína y clorhidrato de seudoefedrina, mezclados con la misma bebida de cola ayudaron, pero al final nunca eran suficientes.
Otro amigo, más cercano a uno de sus hermanos, le recomendó mezclar una “grapa” de cocaína con coca cola. De esa forma “el levantón” sería más efectivo, se mantendría alerta y el nivel de adicción sería mínimo y lo más importante, no se dormiría.
Así, Arturo se mantiene despierto, dependiendo de la jornada establecida por sus patrones y de las exigencias de los clientes. La manejada puede ser de 4 a 12 horas y como se sienta, es lo que consume. “Si me meto algo de coca antes de manejar me mantengo alerta, pero demasiado nervioso, así que mejor me tomo un café y unas aspirinas, si más tarde me siento cansado me chingo un red bull, a esa madre —a la coca— no le hago tanto porque a veces me pone muy loco y me da hasta taquicardia”.
Otro chofer dice a Crónica: “Soy trailero porque soy bueno en esto, porque me gusta y porque antes dejaba más dinero que trabajar en una fábrica”, dice el hombre de unos 40 años de edad, originario de Poza Rica, Veracruz.
Después de 20 años de recorrer las carreteras de México en vehículos pesados, reconoce que ahora está “hasta la madre”, pues cuando era joven lo que le importaba era conocer, pero ahora cada día que pasa el cuerpo pide tregua: “como sea las gasolineras son buenos lugares para dormir una media hora, no más”.
Pero más allá de las mañas que los choferes de las unidades de carga utilizan para mantenerse despiertos, existen muchas otras circunstancias que los obligan a manejar con cuidado y mantenerse alertas.
Ha llegado a tener jornadas de hasta 31 horas manejando. Cuando llega a Chiapas desde Monterrey asegura que lo único que lo mantiene despierto es la coca cola, no se puede parar en ningún lado, pues el riesgo es latente.
No sólo es mantener la vista atenta en el camino y las manos firmes en el volante, se trata de saber manejar y hacerlo con responsabilidad, responsabilidad que sólo otorga la experiencia, los años de recorrer las carreteras mexicanas.
Entrevistados por Crónica en distintos accesos carreteros a la Ciudad de México, los choferes de unidades que llegan a pesar hasta 94 toneladas aseguran que la falta de una educación vial es la causa principal de los accidentes en las autopistas del país.
Los límites de velocidad están bien establecidos y con una carga, que sí tiene que llegar a tiempo, es preferible respetar esos límites que arriesgarse a tener un accidente.
El peso de las unidades es determinante en ese sentido, pues no es lo mismo frenar un camión que carga 54 toneladas en 9 ejes, a 40 toneladas distribuidas en 6, por lo que el margen de maniobra es limitado.
Los choferes critican que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) no haga nada para mejorar las condiciones físicas de las carreteras, por las que manejan hasta 12 horas seguidas, pues aseguran, literal, “los camiones se van desarmando”.
Se enfrentan al delincuente al que llaman “barato”, pues sólo les quita el poco dinero que cargan, o a la delincuencia “organizada” que se lleva las unidades completas junto con lo que llevan, pero ahí son las aseguradoras las que resuelven.
Don Álvaro Jácome maneja pipas de turbosina desde hace más de 30 años. Sus rutas están establecidas entre la Planta de Pajaritos en Veracruz y la Ciudad de México, o bien otras rutas hacia la zona norte del país. A lo que más se ha enfrentado es a la falta de cultura en el manejo en carreteras.
Dice que son pocos los automovilistas que respetan los límites de velocidad. Él está obligado a manejar dentro de esos límites, pues su carga es de alto riesgo, no sólo para quienes lo rodean, sino para él mismo, y para este hombre lo más importante es llegar sano y salvo con su familia.
“En el camino todo es inseguro, como sea tengo que buscar un lugar en donde dormir, sea en el exterior de un comedero o bien en las áreas designadas para ello”.
Don Álvaro hace un llamado a las autoridades competentes para que hagan algo por las carreteras del país, pues sea el uso o el clima, muchas de ellas están en pésimas condiciones.