Asegura emprendedor que les lavan el cerebro para que vendan medicinas falsas

Ernesto, de 19 años, trabajó en Lion’s International, una empresa fantasma dedicada a vender casa por casa medicamentos falsos, productos milagro y otros artículos de piratería. “Se solicitan jóvenes emprendedores para repartir publicidad. Sueldo superior a mil pesos semanales”, leyó en el anuncio pegado en un poste, pero era sólo el enganche.

—¿Sabes que lo ofertado en las calles puede matar a las personas? — se le preguntó.

—Cuando vi que se trataba de vender medicinas, le pregunté a mi supervisor si eran buenas. Algunas Universidades y Farmacéuticas nos las dan para la gente pobre, me dijo. Con el paso de los días te vas dando cuenta que no sirven, que es mercancía pirata, pero te dejas llevar por las metas de venta. Ellos te lavan el coco y dicen que, si te pones las pilas, llegarás a ser gerente, que estás hecho para triunfar, tener tu propia casa y coche.

Fármacos como los ofrecidos por este chico inundan el mercado. En la presente administración, el gobierno federal ha asegurado 6 millones 103 mil productos de este tipo. La Cofepris ha encabezado más de 160 operativos en 14 entidades: Ciudad de México, Estado de México, Jalisco, Veracruz, Guanajuato, Guerrero, Puebla, Chiapas, Oaxaca, Nuevo León, Morelos, Baja California, Coahuila y Sinaloa.

ESCLAVOS. Por penurias económicas, Ernesto abandonó el último año de bachillerato. Su madre enfermó y debía generar ingresos. Acepta contar su historia…

“No te piden requisitos, sólo que seas chavo con ganas de trabajar. En dos meses ahí, sólo vi vendedores jóvenes, después me di cuenta que necesitan ese perfil, porque hay que resistir jornadas de 9 o 10 horas en la calle, padeciendo sol o lluvia. Su sistema se basa en manipular a menores. Hay un gerente y él te asigna con diferentes supervisores. Desde el primer día supe que lo de la publicidad era puro choro, te empiezan a hablar maravillas de las ventas y a lavar el cerebro”.

—¿Cómo?

—A las cajas de medicamento o suplementos las llaman paquetes. Siempre repiten que son el único medio para llevarte al éxito y al puesto de gerente; entre más vendas, tu montaña de dinero crecerá. Luego nos dan clases medio raras, en las que debes contar lo malo que has pasado y te ponen a gritar que mereces abundancia. Parecemos locos, y mientras gritas ellos te dicen que pronto ganarás viajes, relojes y tendrás una oficina. Esa es la motivación, pero al principio también te dan capacitación.

—¿En qué consiste?

—Es para enseñarte a vender, se da en los dos primeros días. El promotor con el que estás agarra su mochila llena de producto y te lleva a la calle, vamos como 6 u 8 chavos. Nos toca tal colonia, dice. Y uno a uno nos va mostrando cómo llegarle a la gente. La tienes que engañar hablándole de una promoción farmacéutica, que la medicina que se anuncia en la tele la llevas más barata, a mitad de precio y que la oferta no se repetirá. El chiste es envolver, para que compren.

Las jornadas, relata, son extenuantes: los citan a las 9 de la mañana con mochila en mano, para recoger los productos, y a las 10 deben ya estar en su zona: comienza la venta hogar por hogar, hasta más allá de las 5 de la tarde, cuando deben regresar a la sede secreta e itinerante de la organización para entregar cuentas y regresar el medicamento sobrante, aunque cualquier devolución equivale a perder comisiones.

“Vamos saliendo a las siete de la noche. Terminas molido, no sólo por el tiempo, sino porque cada quien paga sus pasajes y comida; el sueldo depende de lo que vendas y, con los días malos, termina en 700 u 800 pesos. La ganancia es de 15 o 20 pesos por paquete. Te obligan a regresar sin nada… Por eso muchos, después de andar casa por casa, se van a ofrecer el producto en lugares públicos, con mucha concentración de gente. Si falta dinero, debes pagarlo de tu bolsa”.

En Lion’s, Ernesto conoció a Luis Antonio, otro muchacho de 18 años reclutado en Nuevo León y quien también había trabajado en Puebla. “Me contó que a él lo contrataron para ventas por teléfono y que en los lugares donde había estado, no sólo vendían medicinas, sino otros artículos chinos o piratas, como fundas, cargadores o protectores de celular, memorias y audífonos. Él ya iba a cumplir cerca de un año en esto, era bueno para engañar a la gente y por eso se lo llevaban a otras ciudades, parecía resignado a la chamba, lo único que no le gustaba era que le daban sólo 100 pesos diarios para transporte y comida, y dormía todo amontonado en un cuartucho rentado donde metían a todos los de fuera”.

—¿Por qué decidiste salir de esta empresa?

—Ya no aguantaba, nos trataban como esclavos. Además me sentía mal por engañar a la gente, me comenzó a pesar porque había quien se ponía contento de comprar el producto: “ahora sí me voy a curar del azúcar, de la artritis, del corazón”, decían… ¿Cuál?, si eran puras pastillas falsas o chafas. ¿Qué tal si se enferman o si mueren?, pensé, porque algunos contaban que las cápsulas las rellenaban de basura y en el vil suelo, sin higiene. Ya me remordía la conciencia.

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