Pesca de la sardina ciega, ritual que se niega a morir

Texto y fotos: Jaime Ávalos

Al ritmo de tambores, flautas, flores silvestres e incienso de copal, indígenas zoques realizaron una peregrinación entre la selva, ríos y cascadas, para entregar sus ofrendas a la Cueva de la Sardina, una festividad de origen prehispánico en la que piden a sus dioses abundantes cosechas, pesca y lluvias.

Sin embargo, la burocracia de las autoridades casi frustra el rito ante la falta de insumos para la elaboración del ‘barbasco’, mezcla elemental para la captura de las sardinas.

El rito, considerado como “de fertilidad”, inició con una misa a las 8:00 am en el Domingo de Ramos, donde los danzantes pidieron la bendición católica para arrancar su caminata hacia el parque de Villa Luz, hasta llegar a la gruta donde habita ‘el abuelo’.

Durante el peregrinar, los participantes avanzaron hacia las albercas naturales de azufre donde prepararon la poca cueza (tubérculo), tallándola sobre rocas volcánicas a orillas del río Oxolotán.

Cada uno portaba en sus manos un canasto de mutusay (bejuco) repleto de flores silvestres, velas, y los que alcanzaron, un envoltorio de hojas de platanillo con el barbasco que usarían para atrapar al diminuto pez.

Al frente avanzaba el patriarca, personificando al hombre más longevo, quien llevaba en sus manos la urna con copal y al llegar frente a la cueva comenzaron el ritual de la danza ejecutada con movimientos en círculo. Posteriormente, se adentraron en la oscuridad de la cueva y dejaron a su paso flores como ofrenda, con velas que iluminaban su camino.

La pesca comenzó cuando la mezcla fue lanzada al arroyo y ‘atarantó’ a las sardinas que se agolparon en las rocas para ser capturadas rápidamente en canastos.

A decir de Carlos Cordero, presidente del comité de Pueblos Mágicos de Tapijulapa, urge que la Cueva de Villa Luz se convierta en patrimonio natural para su conservación e investigación de la vida extremófila, acompañado de un plan integral de rescate de etno-reforestación y un proyecto sustentable ecoturístico, pues el turismo, el cambio de uso de suelo y la deforestación son factores que se sumaron a su desgaste.

De esta manera, el cambio climático pone en riesgo una de las tradiciones más arraigadas de esta civilización zoque con 300 años de antigüedad, que aún guarda su festividad como parte de su patrimonio cultural.

Desde muy temprano, los participantes preparan los canastos de mutusay (bejuco) con flores silvestres

El barbasco que prepraran contiene rotenona, toxina natural que ocasiona que los peces se emborrachen y floten vivos

El ritual es encabezado por el patriarca, personificado por el hombre más longevo de la comunidad

Una vez que entran a la cueva, dejan a su paso flores como ofrenda y velas para iluminar su camino

Antes, el ritual se hacía dos veces porque no llegaban las lluvias, pero ahora ya no ha sido necesario

La sardina ciega es única, ya que ha logrado sobrevivir en un hábitat rodeado de ácido sulfhídrico

“En el nombre de Dios y el agua, en el nombre del sol y la luna, en el nombre de nuestra madre tierra, regálanos tu sardina”

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