El confinamiento para limitar la COVID-19 ha provocado durante los últimos meses una «alteración» de las rutinas del sueño y un descenso de la calidad del mismo, según concluyen los primeros resultados de una investigación impulsada por cuatro neuropsicólogos de la Universidad de Lieja (este de Bélgica).
El estudio, todavía en curso y que cuenta con 700 encuestas en línea hasta la fecha, muestra que la calidad del sueño «fue alterada» con las nuevas rutinas surgidas durante la pandemia y que la proporción de «malos durmientes aumentó un 5 %», recogió este lunes el diario belga «Le Soir».
Según una de las impulsoras del estudio, la neuropsicóloga Fabienne Colette, las personas encuestadas pasan de media «más tiempo en la cama», algo que sin embargo no se traduce en un mejor descanso.
Así, el 70 % de los participantes concluye que su actividad se ha reducido durante el encierro, mientras que el 54 % afirma que ha sufrido fatiga física y, un 59 %, fatiga mental durante este período.
Además del solapamiento de las tareas domésticas con las profesionales, entre las que destaca el cuidado de los hijos, la investigadora también apunta al incremento de las horas de uso de los dispositivos tecnológicos.
«Los estudios han demostrado que las videoconferencias fatigan mucho. Es agotador verse en la pantalla, ya que el cerebro no está acostumbrado, hay un desfase porque las personas no se miran a los ojos, etcétera», explicó la investigadora a «Le Soir».
Atendiendo a una perspectiva de género, el estudio subraya que el aumento de la carga mental fue «más pronunciado» entre las mujeres, habiendo mostrado «peor calidad del sueño y sentimientos más estresantes».
La mayor carga de trabajo doméstico que suelen soportar las mujeres, apunta Colette, «las sitúa en una posición más compleja de tratar» y acentúa la necesidad de establecer «mejor división del trabajo».