Con una remembranza de lo ocurrido durante las últimas dos semanas en territorio Olímpico, Tokio 2020 dijo adiós a unos juegos diferentes, marcados por una pandemia que condicionó la esencia misma de la justa; sin fiesta en las calles de la capital nipona o fraternidad entre los atletas de las diferentes naciones dentro de la villa pero, sobre todo, sin el público que da vida a los recintos y hace vibrar sus gradas mientras los atletas realizan hazañas que empujan el límite de lo humano.
El Estadio Olímpico de Tokio dejó a un lado su faceta deportiva y alzó nuevamente la cortina de lo histriónico, para dar inicio a la ceremonia que cede la batuta a París, Francia, como nueva capitál olímpica en 2024.