Sputnik V no triunfa en casa

El 11 de agosto de 2020, Vladímir Putin, haciendo gala de su habitual tono solemne y mirada penetrante, presumía en el Kremlin, pero dirigiéndose al mundo entero, que Rusia acaba de registrar la primera vacuna contra la COVID-19 en todo el mundo: La Sputnik V.

La intención del mandatario ruso era comenzar a vacunar a la población de forma inmediata, y no solo de Rusia, sino de medio mundo, ofreciendo rápidamente el suero elaborado por el Instituto Gamaleya a todo aquél o aquella que estuviera interesado en comprarlo.

Sin embargo, la reacción de la comunidad médica internacional fue de un reinante escepticismo. La Sputnik V estaba aprobada oficialmente sin haber siquiera comenzado la tercera y definitiva fase de ensayos clínicos, algo que demostraba que el gesto de lograr la primera vacuna del mundo contra la enfermedad era más política que un hito científico real, pues en aquél momento vacunas como la de Pfizer-BioNTech, entre otras, estaban ya en esa tercera fase.

Pero tras meses de incertidumbre, y mientras muchos países ya habían comprado lotes de cientos de miles de dosis, llegó el mayor espaldarazo para la vacuna rusa: Un artículo publicado en la prestigiosísima revista médica The Lancet validaba que la Sputnik V demostraba una eficacia del 91 por ciento a la hora de atajar los contagios con el virus.

Este dato colocaba al suero ruso entre los más eficaces, justo por detrás de Pfizer-BioNTech y de Moderna, y por delante de otras vacunas de prestigio como las de Janssen (Johnson & Johnson) y AstraZeneca-Universidad de Oxford. Y muy por delante de las chinas Sinovac, Sinopharm o CanSino.

La sombra de la duda no ha dejado de planear sobre la Sputnik V, principalmente porque la Organización Mundial de la Salud (OMS), que no debería tener los posibles motivos de la EMA europea o la FDA estadunidense, se ha negado por ahora a dar su Ok a la vacuna rusa. El argumento siempre ha sido que Rusia se negaba a entregarles la documentación que pedían, y que es la que habían pedido a todo el mundo.

Rusia aseguró recientemente que la OMS está cerca de dar luz verde oficialmente a su vacuna, pero no parece importar demasiado a nivel real, pues países como México o Argentina han apostado con fuerza por la vacuna rusa y, hasta el momento, no han tenido aparentes problemas.

TRES SEMANAS DE CAOS

Sin embargo, en Rusia las cosas son muy distintas. Este viernes las autoridades sanitarias rusas reportaron un nuevo récord de contagios (37,141) y de muertes (1,064) en las últimas 24 horas por COVID-19, una situación que se ha repetido incesantemente durante todo octubre.

Mientras en medio mundo las restricciones parecen empezar a quedar en el pasado y los ánimos comienzan a subir, Rusia vive una situación que recuerda a los peores momentos de 2020. Solo en los últimos 28 días, el país ha registrado 756 mil 804 contagios y 25 mil 497 muertes.

Esto significa que una de cada diez muertes ocurridas en Rusia desde el comienzo de la pandemia (1 año y 9 meses) se ha dado en estos últimos 28 días.

En todo el mundo, solo Estados Unidos ha vivido peores cifras en el mismo período.

Ante esta situación, el presidente ruso anunció el miércoles que darán nueve días de vacaciones pagadas a todos los rusos con trabajos no esenciales, del 30 de octubre al 7 de noviembre.

Entre tanto, Moscú vive la peor situación en todo el país, y su alcalde, Serguéi Sobianin, anunció el jueves que extiende dos días estas vacaciones, a partir del 28 de octubre, y suspendió todas las actividades no esenciales.

Sobianin decidió que durante estos once días solo estarán abiertos servicios esenciales como las farmacias, las tiendas de alimentación y las de otros tipos de bienes de primera necesidad, así como los servicios médicos en general. La hostelería solo podrá ofrecer comida para llevar y también se han suspendido todos los grandes eventos salvo que cuenten con un permiso especial.

Los teatros y museos continuarán trabajando, pero con la limitación del 50 por ciento del aforo, mientras que los visitantes de estas deberán tener un código QR que confirme la vacunación y usar mascarillas.

Este código QR será de uso obligatorio para entrar a cualquier actividad cultural o espectáculo de más de 500 asistentes a partir del 8 de noviembre

También cierran las escuelas y la educación superiores solo podrá dar clases a distancia.

Asimismo, el gobierno local moscovita decretó ya anteriormente que al menos el 30 por ciento las personas no vacunadas o que no hayan pasado la enfermedad regresen a trabajar desde casa. Finalmente, también se ha ordenado que todas las personas mayores de 60 años que no hayan contraído la COVID-19 o no estén vacunadas deberán quedarse en casa al menos hasta febrero de 2022.

“PELIGROSO E IRRESPONSABLE”

Ante esta situación, el alcalde moscovita Sobianin admitió que lo que está sucediendo en la capital rusa es “el peor de los escenarios» que podían haber previsto.

A esta preocupación se sumó el siempre sobrio Putin, quien el miércoles, cuando decretó las vacaciones obligatorias, dijo que «ahora es especialmente importante frenar el pico de la nueva ola de la pandemia», mientras la viceprimera ministra, Tatiana Golíkova, aseguró que teme que incluso las actuales medidas «no son suficientes» y advirtió a los Estados del país más afectados, aparte de Moscú, que minimizar el impacto de la pandemia “es peligroso e irresponsable».

MENOS VACUNADOS QUE EN MÉXICO

Si hacemos caso al 91 por ciento de efectividad que apuntaba el estudio publicado por The Lancet y la aparente buena marcha de las vacunaciones con la Sputnik V en el mundo, sobre todo en Latinoamérica, no hay razones para pensar que la crisis rusa se debe a una mala calidad de su vacuna.

La explicación en que coinciden todos los análisis es que el bajo ritmo de vacunación en Rusia debido a una resistencia general de la población a vacunarse, sumado al incumplimiento general de las medidas sanitarias, es el culpable de esta nueva crisis.

Rusia ha administrado hasta la fecha 100 millones 766 mil dosis totales, y solo 47.7 millones de personas han recibido la pauta completa, lo que equivale al 33 por ciento de sus 144.1 millones de habitantes.

En contraste, México, que tiene una población similar (128.9 millones de habitantes) y que está usando extensivamente la Sputnik V, ha aplicado 113 millones 957 mil dosis y ha vacunado completamente a 52.1 millones de personas, el 40.4 por ciento de la población.

DESCONFIANZA E IGNORANCIA

La frustración de las autoridades ante esta situación es evidente. Incluso el presidente Putin aseguró el miércoles que le causa “perplejidad” ver a personas con educación superior no queriéndose vacunar.

Sin embargo, la antropóloga rusa Alexandra Arjípova, investigadora principal del Instituto de Ciencias Sociales de la Academia Presidencial Rusa de Economía Nacional y Administración Pública, señaló la responsabilidad del gobierno por esta situación. En declaraciones a la BBC, explicó que muchas personas en Rusia “no confían en la forma como se diseñó la Sputnik V”.

Y, en definitiva, esgrimen las mismas razones que tiene la OMS para no aprobar la vacuna: la falta de información “acerca de cómo se hizo, cuáles fueron sus efectos secundarios, cuánta gente enfermó, cuán severa o suave fue la enfermedad, cuántos de los vacunados fueron hospitalizados, etc», agregó Arjípova.

Pero también hay importantes factores socioculturales: «En la época soviética, a los padres no se les permitía evadir las vacunaciones. Por ello, la negativa a vacunarse era una forma de disenso y, debido a ello, en algunas familias de la intelectualidad esto era aceptado e incluso estimulado» y esta mentalidad ha persistido en el tiempo, explicó Arjípova a la BBC.

Y, finalmente, Arjípova apuntó a que también hay ignorancia: «Muchas personas no entienden lo que es un virus, cómo opera y entra en el cuerpo, o qué son los anticuerpos. Por ello, una persona así tiene una reducida capacidad crítica en relación con cualquier rumor», relató.

SIN SOLUCIONES

Si los rusos desconfían, una posible solución, que se ha sondeado en muchos países pero apenas se ha implementado, de forma parcial, para los trabajadores federales y de grandes empresas en Estados Unidos, es la de obligar a vacunarse.

Sin embargo, el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskóv, aseguró el 11 de octubre pasado que el gobierno no se plantea hacer esto porque iría en contra de la «naturaleza social» del Estado.

El portavoz de Putin apeló a la gente a concientizarse y entender que «no hay otra forma de proteger sus vidas que vacunándose», pero la mejor solución podría pasar porque el gobierno ruso decida de una vez por todas ser transparente y aportar a la OMS todos los detalles que requiere para aprobar su vacuna. Así, no solo se convencería a millones de rusos y rusas que aún dudan, sino a tantos vacunados con la Sputnik V en el mundo que, sin el aval de la OMS, siguen, como en Rusia, teniendo que confiar en la palabra de sus gobiernos.

¿La Sputnik V no pierde efectividad?

Igual que se ha demostrado que otras vacunas anticovid pierden efectividad con el tiempo, como las de Pfizer, Janssen o, en menor medida, AstraZeneca y Moderna, sería razonable pensar que lo mismo puede ocurrirle a la Sputnik V.

Por ahora no se conoce que el gobierno ruso y el Instituto Gamaleya hayan hecho estudios al respecto, pero un análisis publicado por investigadores e investigadoras argentinas el 25 de agosto pasado apuntó que la Sputnik V no solo no pierde efectividad sino que, al menos durante los seis primeros meses tras la inoculación, gana efectividad. El estudio, sin embargo, no ha sido revisado por otros científicos, por lo que debe ser tomado con cierta cautela.

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