Se mantiene la devoción después de 492 años

La devoción lleva el nombre de María en cada una de las promesas, agradecimientos y peticiones con las cuales cientos de peregrinos arriban al recinto religioso de la Gustavo A. Madero para celebrar el 12 de diciembre, Día de la Virgen de Guadalupe.

Ya sea a pie, en bicicleta o en camiones, los feligreses se concentran en las inmediaciones de la Basílica de Guadalupe para ofrendar su fervor y corresponder con mandas, a los favores o milagros que la virgen les ha concedido.

El rito implica llevar a cabo una “ofrenda” o “sacrificio” que, muchas veces, se traduce en una larga caminata, en el juramento de cambiar algo —como un mal hábito o adicción— o bien, la fiel promesa de aguantar las inclemencias y carestías que implica peregrinar. Sin embargo, la devoción por la virgen María difumina los peligros a los que se enfrentan año con año los fieles en las carreteras de México y en la misma CDMX.

Es así como la Villa de Guadalupe recibe aproximadamente a unos 20 millones de peregrinos por año. Por lo cual, esta celebración se ha convertido en un sello identitario de las tradiciones mexicanas, en especial, para todos los creyentes de la religión católica. No obstante, esta fecha tiene un trasfondo social, histórico y religioso, que sustentan el misticismo encerrado en torno a la virgen María.
Todo comenzó en el cerro de Tepeyac

La Basílica de Guadalupe se ubica actualmente en lo que fue un centro religioso del Imperio Azteca, a unos 6 kilómetros del centro de la mítica Tenochtitlán. De acuerdo con Fray Bernardino de Sahagún, en su Historia de las cosas de la Nueva España, escrita entre 1570 y 1582, “en este lugar tenían un templo dedicado a la madre de los dioses que llamaban Tonantzin, que quiere decir Nuestra Madre; allí hacían muchos sacrificios a honra de esta diosa, y venían a ellos de muy lejanas tierras, de más de veinte leguas, de todas estas comarcas de México, y traían muchas ofrendas”, señala el texto. Por lo que se infiere que, en los pueblos mesoamericanos, aquella figura femenina era parte importante de una cosmovisión religiosa.

Asimismo, el indígena Antonio Valeriano en su Nican Mopohua, escrito hacia 1560, señala que la primera aparición de María a San Juan Diego, sucedió el 9 de diciembre de ese año. En la misma obra, el autor asegura que después de revelar su identidad, María le dice: “Deseo vivamente que se me erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre”.

Después de este suceso, el indio Juan Diego llevó esta petición al obispo franciscano fray Juan de Zumárraga, quien pidió pruebas de este inexplicable hecho.

Luego de cuatro apariciones más, el 12 de diciembre Juan Diego lleva al obispo la señal indicada por María: las rosas del Tepeyac, las cuales, al momento de presentarlas, quedó estampada la imagen de la Santísima Virgen en el ayate de Juan Diego, “hasta que se erigió el templo de la Reina del Tepeyac, donde la vio Juan Diego. El señor obispo trasladó a la iglesia mayor la santa imagen de la amada Señora del cielo”, relata el manuscrito.

A 492 años de la primera aparición

Este 2023 se cumplen 492 años de la aparición de la virgen María en el en cerro de Tepeyac, una festividad que el Papa Clemente IX instituyó hasta 1667 como Día de fiesta en honor de la Virgen de Guadalupe. En 1824, el Congreso de la Nación declaró este día como Fiesta Nacional.

La imagen de la Virgen María, ha fungido, asimismo, como un símbolo con distintas acepciones. En 1810, por ejemplo, el sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla utilizó la imagen de la Guadalupana en el estandarte con que encabezó el inicio de la guerra de independencia.

Luego, en la Revolución Mexicana, el Ejército del Sur, encabezado por Emiliano Zapata, también hizo suya la imagen guadalupana. Por lo que en varios momentos históricos la Virgen María ha sido una iconografía que alude al poder.
La fé milagrosa: historias guadalupanas

José Luis Arévalo tiene 47 años, y desde hace 7 acude con fervor a la Basílica de Guadalupe, luego de un acontecimiento que lo hizo vivir los peores momentos de su vida, ya que, Jaziel, su primogénito, tenía sólo cuatro años de edad cuando, tras una serie de estudios, el médico especialista lo diagnosticó con leucemia linfocítica aguda.

—“Sentí que el mundo se me vino abajo, sentí un nudo en el estómago y la garganta y no supe qué hacer, ni a quién o qué recurrir para que el diagnóstico de Jaziel cambiara. Es un dolor que, como padre, es inexplicable. Yo sabía que no volvería a ver a mi hijo en poco tiempo”, comentó a Crónica.

Los ires y venires al Hospital Infantil de México fueron, literalmente, un calvario, pues el señor José Luis, junto a su esposa Isabel García, radican en Cuautepec, específicamente en la zona de Barrio Alto, por lo que los múltiples traslados fueron un desgaste físico y económico considerable.

—“Nuestro día comenzaba a las 5 de la mañana. Yo me alistaba para salir a trabajar, porque si no lo hacía no había cómo pagar todos los gastos de la enfermedad. Mientras que mi esposa era la que se iba con mi niño a sus tratamientos de quimioterapias. Recuerdo con mucho dolor cómo mi esposa lloraba todas las noches por mi hijo. A mí me partía el corazón esta situación, pero siempre le pedía a Dios que me ayudara a sobrellevar todo eso a lo que me estaba enfrentando”, comenta.

Para la pareja fue el reto más grande en sus vidas, pues en el lapso de esta enfermedad tuvieron que dar la mejor cara a su hijo, quien no tenía entonces una noción completa de lo que le estaba pasando. El señor Arévalo menciona que su esposa Isabel es creyente de San Judas Tadeo y de la Virgen de Guadalupe, pero fue a esta última a quien encomendaron el destino de su hijo, Jaziel.

—“Un día me dijo mi esposa, ‘Vamos a la villita a pedirle a la virgen por Jaziel’, ya que me ella me contó que tuvo un sueño donde se vio dentro de una iglesia acompañada de mi hijo. Entonces, creyó que se trataba de una señal para encomendarlo a la Virgen”.

Fue así como un día decidieron acudir a la Basílica con el pequeño Jaziel y pedir por la pronta sanación del niño.

—“Oré con todas mis fuerzas y le pedí a la Virgen que, si era su voluntad, se llevara a mi hijo sin sufrimiento y que a nosotros nos diera fuerza; pero si aún tenía una misión que cumplir, lo sanara por completo”, relata.

Tras dos meses de tratamientos y luego de un chequeo posterior del médico especialista, Jaziel arrojó un pronóstico sorprendente, pues no había rastro alguno del cáncer en su sangre, cosa que dejó atónitos a sus padres pero a la vez agradecidos.

—“Mi esposa y yo creemos que fue la Virgen quien salvó a nuestro hijo. Por eso decidimos traerlo cada 12 de diciembre para agradecerle a la virgen porque nos los dejó con salud. Y cada año vendremos a dar gracias porque mi hijo hoy está bien, sin ninguna secuela de la leucemia”.
Tradición de la cultura mexicana

Las calles se llenan de peregrinos vestidos con atuendos tradicionales, llevando imágenes de la Virgen y participando en danzas y procesiones; compartiendo alimentos o brindándolos a quien peregrina. El común denominador es uno: el amor a “la morenita”.

Además de las actividades religiosas, la festividad también incluye eventos culturales como música, bailes folklóricos y comida típica mexicana. Las serenatas a la Virgen, conocidas como las “mañanitas”, son una tradición especial en esta celebración.

En resumen, el Día de la Virgen de Guadalupe es una celebración que fusiona la fe, la devoción y la cultura mexicana, recordándonos la importancia de las tradiciones que unen a las comunidades y enriquecen la diversidad cultural.

Acerca de NOVEDADES

Te puede interesar

Revelan que casi cuatro de cada diez muertes por covid pudieron evitarse

Casi cuatro de cada diez muertes que ocurrieron en México durante la pandemia de Covid-19 …