Encontrar la fórmula precisa es un camino largo y complicado que conoce Blake Dinkin, quien durante una década se empeñó en desarrollar un proceso para lograr un café de calidad a partir de granos ingeridos y defecados por un elefante, y que es el más caro del mundo.
“Cuando por primera vez probé el café del primer experimento, en febrero de 2003, supe perfectamente con el primer sorbo a qué sabe y huele un elefante. Fue horrible”, rememora a Efe Dinkin, quien a pesar de su desagradable experiencia perseveró en su intento.
El emprendedor canadiense, conocedor de la industria cafetera tras trabajar en proyectos del café de civeta en Etiopía, emprendió una búsqueda para aplicar sus conocimientos y crear una industria “más sostenible y que aporte un beneficio a la sociedad” mientras indagaba sobre la posibilidad de utilizar otros animales.
“Entonces fue cuando escuché que en época de sequías, los elefantes salen de la selva y se adentran en plantaciones de café en busca de comida. Esto crea un conflicto con los agricultores y muchos animales mueren envenenados”, comenta el empresario, quien desechó la idea de utilizar jirafas, cebras e incluso leones.
A lo largo de 10 años y tras viajar por todo el mundo, el empresario se asentó en Tailandia donde ahora basa su producción en el poblado de Ban Ta Klang, en la oriental provincia de Surin, de su marca conocida como “Black Ivory (marfil negro)”.
Pensaba que iba a ser fácil: darle al elefante unas bayas para comer, que salieran, limpiarlas y secarlas, pero no fue así. Fue mucho más complicado, hasta 2011 no encontré un resultado que me satisfacía y aún trabajé más para mejorarlo. Hay gente que me ha tratado de copiar, pero todos en pocas semanas paran”, cuenta Dinkin.
En 2012, el empresario comenzó a colaborar con la Fundación Triángulo de Oro, en el norte de Tailandia, pero “allí los animales están tratados muy bien, tienen una buena vida, un festín cada jornada” por lo que en 2016 trasladó sus operaciones a Surin donde “las familias conviven con elefantes con base en sus tradiciones”.
En Ban Ta Klang, una pedanía empobrecida que basa su economía en el cultivo del arroz, hay cerca de 300 elefantes utilizados en el sector agrícola y el turismo.