En 2012, el Hospital Civil de Guadalajara llevó a cabo un estudio en busca de una bacteria causante de diarreas severas, llamada Clostridiumdifficile, cuya aparición en hospitales de todo el mundo era cada vez más común. Un año después comenzaron a reportarse los primeros casos, poco después surgió un brote muy grande, al igual que en otros hospitales del país. Desde entonces no ha sido posible erradicarlo.
Este tipo de diarrea ha generado el aumento de estancia hospitalaria de pacientes que incluso ingresaron por una fractura; hoy en día, el simple hecho de ser un paciente hospitalizado e intervenido en estos centros de salud genera susceptibilidad para contraer la bacteria, la cual es resistente a un arsenal de antibióticos.
Ingresar a un hospital colonizado por las esporas de la bacteria —puede vivir de forma vegetativa o en esporas—, las cuales sobreviven de manera muy importante, es ya un factor de riesgo. Es por ello que los hospitales han intensificado sus trabajos de aseo, no obstante, hay grupos de personas que aún así son vulnerables a contraer la bacteria.
“Uno de estos son las personas de mayor edad”, señala María del Rayo Morfín Otero, investigadora de la Universidad de Guadalajara (UdeG), institución que tiene bajo su cargo al Hospital Civil del estado. “Ellos son los más afectados, tienen sus defensas bajas y sufren síndrome de fragilidad, por lo que son más propensos a adquirir esta diarrea tan difícil de tratar”.
La directora del Instituto de Patología Infecciosa y Experimental “Dr. Francisco Ruiz Sánchez”, del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS) de la UdeG, señala que las personas de la tercera edad son propensas a sufrir fracturas debido a problemas de osteoporosis o por alguna caída. “Estos pacientes vienen por algo ‘sencillo’, un reemplazo de cadera o por una fractura, y reciben un antibiótico que barre con muchas bacterias —buenas y malas— sobre todo en el tubo digestivo, dejando una flora propicia para que el Clostridiumdifficile ingrese y produzca la diarrea”.
La científica explica que estos pacientes deben ser tratados con antibióticos de amplio espectro que no siempre son efectivos. Hay una parte de los pacientes que responden bien al tratamiento, pero un número importante puede padecer una infección recurrente por la bacteria; mientras más se repitan los efectos son más severos y el Clostridiumdifficile es más difícil de erradicar. “Estos pacientes sufren pérdidas de peso, arrojan moco y sangre, su colon resulta afectado y tienen una complicación llamada colitis pseudomembranosa”, menciona Morfín Otero.
En el Hospital Civil de Guadalajara, relata, el tratamiento de estos pacientes requiere del esfuerzo de todo el personal, la realización de aseos intensivos y limpiezas profundas. “Cuando tenemos un paciente con Clostridiumdifficile se tiene que poner una alerta en la cama, señalando que requiere medidas especiales de aislamiento y un aseo exhaustivo. Debemos tener cuidado con la proliferación de esporas y el manejo de los pañales que utilizan los pacientes; el colchón donde estuvo debe ser puesto en aislamiento y realizar aseos con cloro cada 24 horas”.
Mantener el ambiente limpio para evitar la proliferación de la bacteria es posible con un trabajo conjunto de médicos, enfermeras, intendencia y administradores —a estos últimos deben de convencer por qué tienen que incrementar los gastos en insumos de limpieza o inhabilitar un colchón—, no obstante, es un proceso que también aumenta los costos operativos de los hospitales.
PÍLDORAS SIN SABOR. La infección por Clostridiumdifficile es muy compleja y difícil de erradicar, con un tratamiento común su tasa de falla es del 20 por ciento. “Es decir, uno de cada cinco no responde al tratamiento”, señala Adrián Camacho, investigador del Departamento de Infectología de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).
El investigador explica que esta bacteria provoca una alteración en la flora intestinal, también conocida como microbioma intestinal. Las bacterias y microorganismos benéficos que podrían detener al Clostridium d. se encuentran disminuidos, por lo que el organismo es susceptible. La solución en este desbalance es el mismo microbioma, explica el investigador, y una terapia utilizada desde hace algunos años ha sido restablecerlo mediante el trasplante de materia fecal que, proveniente de un organismo sano, está poblada por dichos microorganismos benéficos.
En la terapia original se realiza un trasplante mediante una colonoscopia para la aplicación directa de las heces en el intestino grueso, menciona el científico de la UANL. Otro procedimiento consiste en emplear una sonda desde la nariz que llega hasta el intestino. Aunque exitosos, son procesos muy invasivos, desagradables y un reto a la imaginación.
En este contexto, los investigadores de la UANL y de la UdeG, que han trabajado en proyectos conjuntos desde hace una década, plantearon el desarrollo de cápsulas que lleven dentro los componentes de la materia fecal que necesita un intestino debilitado para recuperarse.
La científica de la UdeG explica que no cualquiera puede ser donador de heces y que los donadores deben pasar por un tamizaje espacial, además de asegurar que no han contraído hepatitis C u otra infección, parásitos o bacterias malas. “Ahora ha resultado un trabajo bien remunerado en EU porque existen donadores universales, como con la sangre. Incluso se ve como una profesión”, dice Del Rayo Morfín.
El procedimiento es el siguiente, el donador hace entrega del material que es procesado en los laboratorios de los investigadores, donde se congela, puesto que las bacterias pueden morir. Después se realiza un tamizaje y se elaboran dos cápsulas: la primera se disuelve al tragar y pasa por el ácido gástrico; la segunda llega hasta el intestino delgado y colon, el área que se quiere colonizar con estas bacterias benéficas. Hasta ahora, las píldoras no sólo han mostrado una efectividad para restaurar el microbioma y combatir al Clostridium d., sino además han sido bien aceptadas por los pacientes del Hospital Civil y el Hospital Universitario “Dr. José Eleuterio González”, quienes no padecen incomodidad alguna, señala la especialista.
“La ventaja principal es que no se requiere un procedimiento invasivo y el paciente puede tomar las píldoras desde su casa con el debido cuidado, porque no son cápsulas comunes y corrientes”, menciona Adrián Camacho. El investigador, que encabeza el proyecto en la UANL, menciona que el procedimiento tampoco se puede tomar a la ligera, debido a que es un trasplante de órgano después de todo, por lo que se requieren las mismas medidas precautorias en la selección de donadores, como refiere Morfín. “Propiamente no es un trasplante de materia fecal, sino de algunos de sus componentes, con un proceso riguroso para salvaguardar la seguridad de los pacientes que lo recibirán”.
A lo largo de esta década, los investigadores han colaborado en la investigación para contrarrestar al al Clostridium d., primero con tratamientos tradicionales y en el último año con las cápsulas, los cuales han sido aprobados en los comités de ética de los hospitales, donde se han realizado las pruebas clínicas. Análisis preliminares arrojan una efectividad del 90 por ciento, acota Camacho, por lo que se volverá una alternativa clínica importante.
No obstante, el tratamiento no es para todos los que padecen las diarreas provocadas por Clostridiumdifficile, sino para aquellos que no respondieron favorablemente a los otros tratamientos y han tenido una recurrencia en la infección, cuando la resistencia de la bacteria es más poderosa. Alrededor de una decena de pacientes han cumplido el protocolo completo y hay varios más en proceso, dice el especialista de la UANL.
Debido a que este es un problema de salud pública no sólo nacional, sino mundial, enfatiza, están abriendo las colaboraciones con otras instituciones para la implementación de este tratamiento en cada vez más hospitales.
VENTANA AL MICROBIOMA. Si bien los científicos han comprobado la efectividad de estos trasplantes, aún hay mucho por entender. De acuerdo con Camacho, una de las fases más interesantes del estudio es observar y comprender el cambio generado en el genoma del intestino, el microbioma. “Hacer este análisis es algo complejo porque tenemos que buscar no sólo las bacterias que lo conforman, sino también los cambios genéticos que hay. Es la ventana para ver cuál ha sido el cambio en los pacientes, cómo se hicieron susceptibles a la infección y cómo mejoraron después del restablecimiento de la interacción genética de las bacterias. Eso nos permitirá curar las otras infecciones que agreden al microbioma”.
En tanto, el desarrollo de la investigación que llevan a cabo también permitirá mejorar los trasplantes que se realizan actualmente, así como su efectividad. Han pasado de un trasplante “crudo” hasta uno más seleccionado, y si bien es general, “total”, cuando tengan un mejor entendimiento podrán determinar cuál es el problema en el intestino y ofrecer una terapia más puntual. “Realizaremos los pequeños ajustes que se requieran y mantener la omeostasis de la interacción genética de los gérmenes que habitan el intestino”.