«Yo aquí en la consulta se lo pongo así a los padres, porque como adultos debemos hacernos responsables: soy yo quien lleva los alimentos al refrigerador: si el niño tiene comida inadecuada, fui yo quien la compró. Soy yo quien le da el dinero, y si compra alimentos indeseables en la escuela, yo se lo di. Soy yo la que puso el refresco en la mesa y si mi hijo se lo toma, es porque yo lo compré. Si mi hijo abre la alacena y hay galletas y se las come en exceso, fui yo quien llevó las galletas a la alacena. Entonces: nosotros somos los autores intelectuales de este problema, somos nosotras, las madres”.
Así de tajante y realista, es como habla la doctora Aleida de Jesús Rivera Hernández, endocrinóloga adscrita al Hospital de Pediatría del Centro Médico Nacional Siglo XXI del Instituto Mexicano del Seguro Social.
En su consultorio de consulta externa de endocrinología en el CNM Siglo XXI, comparte que entre los muchos casos que atiende, hay tres pequeños de 4, 7 y 14 años, todos con niveles de colesterol altos por hipercolesterolemia familiar primaria, que es problema genético y es hereditario, por lo cual, estos chiquitos deberán estar en tratamiento de por vida.
Pero también están los casos de hipercolesterolemia secundaria y en términos generales, un niño debe tener menos de 170 de colesterol total y de colesterol LDL —también conocido como colesterol malo (LDL, lipoproteína de baja densidad, por sus siglas en inglés)—, menos de 100.
“Pero aquí hemos visto casos de colesterol total hasta de 350, y colesterol LDL de 184, niveles muy altos para niños pequeños y lo prioritario es llevarlos a niveles de menos de 100 y a veces no basta con dieta, y debemos usar fármacos”, aclara.
En entrevista con Crónica, con cierto pesar, la especialista confiesa que el considerable incremento en el número de pacientes con hipercolesterolemia secundaria (colesterol alto relacionado con sobrepeso y obesidad) va en aumento.
“Tengo trabajando aquí casi 20 años y en estas dos décadas, puedo decir que al principio el 100 por ciento de nuestros pacientes eran menores con Diabetes Tipo 1, y en la actualidad, del 100 por ciento de pacientes, entre 20 y 30 por ciento, de edad escolar o adolescentes, tienen diabetes Tipo 2, presentan obesidad, sobrepeso, síndrome metabólico, o niveles de colesterol altos.
Otro aspecto doloroso, precisa, es el bajo apego a los tratamientos, alrededor del 30% de nuestros pacientes logran adoptar un nuevo régimen alimenticio y actividad física, mientras que quizá un 40%, no cambia, todo sigue igual en sus casas y en su alimentación, y quizá un poco más de otro 20 por ciento, se queda en etapa intermedia, entre intentar algunos cambios, pero no totales.
El reto, subraya, comienza por tratar de cambiar hábitos en los padres “muchos de ellos aceptan modificaciones al régimen alimenticio y hábitos en la familia, por lo más amado que tienen: sus hijos”.
Sin embargo, si hay obesidad en ambos padres, costará el doble de trabajo lograr un cambio y llevarlos a explorar nuevos caminos en cuanto a alimentación y ejercicio, a veces son aspectos culturales, económicos. Si un padre sólo es proveedor y no se involucra con aspectos que están perjudicando a su hijo, no va a cooperar con el cuidado de su hijo, el problema será difícil de resolver.
Hay aspectos simples que se pueden modificar para el manejo del estrés, como limitar el uso de los videojuegos, porque, además de estar en reposo, se activan hormonas como adrenalina y cortisol, por el estrés de ganar, y éstas suben la glucosa, pero al no gastar esa energía como efecto de la adrenalina es cuando comienzan a subir de peso.
EL RIESGO DEL COLESTEROL. La doctora Aleida de Jesús Rivera explica que el colesterol permite sintetizar hormonas como estrógenos, testosterona y cortisol, entre otras funciones, el problema es cuando nos excedemos en la alimentación y el cuerpo tiene más colesterol del necesario.
En personas obesas se activan mecanismos que condicionan diferentes enfermedades como aumento en el riesgo de diabetes y triglicéridos altos, que también es un tipo de grasa en nuestro cuerpo o colesterol alto.
El riesgo de la acumulación de grasa en arterias es que se calcifique y después se hace una capa de arteroesclerosis, que cuando está en zonas, por ejemplo, de mucha fricción como las carótidas puede de pronto romperse y se envía un émbolo a través de la circulación que llega a vasos en el sistema nervioso central, que son muy delgaditos y ahí ocluyen, al ocurrir esto, se registra lo que conocemos como embolia o evento vascular cerebral trombótico o embólico, porque va el émbolo a través de la circulación pero también en arterias de pequeño calibre, específicamente también en el corazón; ese engrosamiento de las placas va disminuyendo la luz de los vasos y al disminuir va llegando menos sangre a esa zona, por ejemplo, del corazón.
Cuando estamos gorditos o con sobrepeso también se forman coágulos y se termina de ocluir esa arteria, pero si es la arteria coronaria, es cuando ocurre un infarto, que es grave porque es la muerte de una parte del corazón, la cual produce una cicatriz y puede llevar a una insuficiencia cardíaca.
Si es muy extensa la zona del infarto y abarca, por ejemplo, más del 40 por ciento del corazón podemos morir porque ya no hay la capacidad de bombeo de manera óptima, todo esto es lo que puede provocar la hipercolesterolemia.
Lo mismo pasa en el cerebro cuando hay arterioesclerosis y hay un infarto de tipo isquémico, que es cuando un trombo a un émbolo ocluye vasos pequeños del cerebro y esa parte de nuestro cerebro se muere.
LAS RECOMENDACIONES. La doctora Aleida de Jesús Rivera, recomienda: no exponer a los niños a la publicidad de comida rápida “porque estos mensajes se quedan en el subconsciente y consumimos esos productos, casi sin darnos cuenta”, evitarla lo más posible por la enorme cantidad de grasas saturadas que contienen, si compran pizza, sugiere, primero comer una sopa de verduras. Procurar evitar refrescos y bebidas azucaradas “porque el azúcar es adictiva para los niños y ellos sólo deben hidratarse con agua natural”.
Evitar el consumo de productos que contienen lactobacilos, yogures y si se consumen que sean 150 gramos, y no todo el botecito de 250 gramos, lo mejor, sugirió, un vasito de leche por la mañana y otro en la noche.
“A mis pequeños pacientes les digo que ellos pueden hacerse un destino diferente que no podemos, ni debemos justificarnos en el otro (los papás), y decir que así han comido históricamente en sus casas, los chicos tienen que entender que son otra persona y que tienen derecho a tener un destino diferente”, advierte la doctora Rivera Hernández, mientras externa su esperanza en que sus palabras dejen huella en sus pacientes, quienes al saber que están en un hospital de tercer nivel, de alta especialidad, “entonces, saben que el padecimiento que los tiene aquí, no es cosa menor”.