Estos gobernantes han ayudado a expandir la pandemia

1. XI JINPING. El presidente chino sabía, como mínimo, desde el 6 de enero que en la ciudad de Wuhan había enfermos con una neumonía causada por un virus respiratorio desconocido y muy contagioso. Una semana antes, el 30 de diciembre de 2019, el doctor Li Wenliang dio la alerta a algunos colegas en internet, pero fue arrestado por ello y obligado a decir que era una fake new.

Xi no hizo nada hasta el 20 de enero, cuando se disparaban los casos en Wuhan y sus asesores le advirtieron de la catástrofe sanitaria que enfrentaba el país más poblado del planeta, si no declaraba la cuarentena en el foco de la epidemia y prohibía millones de desplazamientos por el Año Nuevo Chino, que empezaba el 25 de enero.

Asumida la gravedad de la crisis, Xi logró frenar en seco la epidemia en dos meses con una férrea cuarentena, pero esas dos semanas de censura en las que se silenció la voz del joven Li —fallecido el 7 de enero por coronavirus— pudieron haber sido vitales, si no para evitar la propagación del COVID-19 por todo el mundo, sí para haber frenado su avance y salvado miles de vidas.

En vez de presumir ahora de lo rápido que controló la epidemia, Xi podría habernos ahorrado esta catástrofe planetaria si hubiese aprendido la lección de la epidemia del SARS (síndrome respiratorio agudo y grave) surgida en 2002, también en China, y hubiera prohibido desde entonces los atestados e insalubres mercados de animales salvajes vivos.

2. DONALD TRUMP. El presidente de Estados Unidos sólo tiene una preocupación en esta vida: ser reelegido en noviembre y que nada dañe su imperio económico. Por eso, cuando ya desde enero fue alertado de la nueva epidemia, guardó silencio y, cuando empezaron a multiplicarse los casos en EU, restó importancia alegando que el calor se encargaría de matar al coronavirus. El 27 de febrero afirmaba: “Es como una gripe, ya desaparecerá”. El 2 de marzo anunciaba: “Vamos a tener una vacuna relativamente pronto”. El 11 de marzo: “En abril desaparecerá con el calor”. El 24 de marzo, con Estados Unidos ya con el mayor número de contagiados del mundo, se quejó del daño que estaban haciendo las medidas de confinamiento a la economía y dijo que le gustaría ver el país “abierto” el 12 de abril, Domingo de Pascua. El 29 de marzo, tras admitir que morirán entre 100 mil y 250 mil estadunidenses, fue doblegado por la realidad: “He decidido extender las medidas de confinamiento hasta el 30 de abril”, y añadió sin que le temblara la voz: “Si la epidemia nos cuesta cien mil muertos habremos hecho un buen trabajo”. Todo esto, además, sin perder la ocasión de curarse en salud y mostrar su perfil más xenófobo, al calificar mezquinamente al COVID-19 como “el virus chino”, pese a que se multiplicaron los ataques contra personas de apariencia oriental.

Alarmada por la gestión de Trump ante la pandemia, la líder del Congreso de EU, Nancy Pelosi, declaró: “Su rechazo al principio fue mortífero. Mientras el presidente está jugando, la gente está muriendo”.

3. PEDRO SÁNCHEZ. A Italia, la explosión del coronavirus la agarró con los pantalones bajados, pero a España no. El 31 de enero de 2020, dos turistas chinos fueron ingresados a un hospital en Roma y dieron positivo de la neumonía atípica de la que Pekín había alertado al mundo apenas once días antes. Al más puro estilo Trump, las autoridades no se dieron por enteradas y no criticaron que los medios hablaran del “virus chino”… hasta que, veinte días más tarde, el 21 de febrero, surgieron de golpe 18 casos en Lombardía. Para cuando el gobierno de Giuseppe Conte reaccionó el 9 de marzo, extendiendo la cuarentena en el superpoblado norte a todo el país, el coronavirus tuvo tiempo de circular a placer entre una sociedad a la que le gusta reunirse y viajar.

¿Y qué hizo en España el socialista Pedro Sánchez en ese mes y medio que perdió Italia desde la alarma china al confinamiento del país europeo? Básicamente, seguir los consejos del líder de extrema derecha italiano, Matteo Salvini: seguir trabajando, acudir a eventos masivos y no asustar a los turistas. En vez de poner sus barbas a remojar cuando Venecia anunció, el 23 de febrero, que clausuraba el carnaval por la gravedad del contagio, Sánchez no hizo nada para evitar que, dos días más tarde, tres mil hinchas del Barcelona viajaran a Nápoles para el partido de la Champions. Una semana antes, el 19 de febrero, tampoco tuvieron problemas miles de seguidores del Valencia de viajar a Bérgamo, para que su equipo se enfrentara al Atalanta.

La consecuencia de ese evento, al que asistieron 80 mil personas, ha sido calificada como una “bomba biológica”. Las dos ciudades se convirtieron una semana después en focos de la epidemia, con miles de casos y cientos de muertos cada una. La acumulación de ataúdes en Bérgamo obligó al gobierno a sacarlos en un convoy militar para ser cremados en otras ciudades menos golpeadas.

4. JAIR BOLSONARO. El caso del presidente brasileño roza lo criminal. Tras la marcha atrás (a regañadientes) de Donald Trump del club de los negacionistas, el líder de extrema derecha sudamericano hace todo lo posible para que los brasileños no hagan caso de las recomendaciones de las autoridades sanitarias locales y mundiales, al extremo de que el Tribunal Supremo de Brasil tuvo esta semana que prohibir cautelarmente la circulación de campañas pagadas por el gobierno, como el video “Brasil no puede parar”, en el que se incita a la población a romper el aislamiento social y llega a presentar a supuestos enfermos de coronavirus pidiendo a la población que salga a trabajar para “que no pare la patria”.

El catálogo de comentarios de Bolsonaro sobre el coronavirus es tan delirante, que los gobernadores de algunos estados, que sí están tomando medidas, están poco menos que suplicando a los congresistas para que abran un proceso de destitución del mandatario.

Además de convocar a los brasileños a manifestarse masivamente, Bolsonaro se burla del COVID-19, al que llama “gripecita” o “resfriadito”, y dice que los brasileños “son inmunes porque pueden bucear en una coladera y no les pasa nada”.

Ante la creciente sospecha de que el gobierno está maquillando los datos —poco más de 8 mil casos y 324 muertos ayer—, la sociedad brasileña está empezando a movilizarse, mediante “contravideos” para destapar las mentiras del presidente en torno a la gravedad de la pandemia, y cacerolazos por la noche, eso sí cada uno aislado en su casa.

Acerca de NOVEDADES

Te puede interesar

Volodímir Zelenski es incluido en orden de ‘busca y captura’ de Rusia

Rusia emitió una orden de búsqueda y captura contra el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, …