Se cumple un año del Paciente Uno de COVID

El 17 de noviembre de 2019, un hospital de Wuhan -metrópolis de once millones de habitantes en el interior de China- diagnosticó a un varón de 55 años con una neumonía parecida al temido SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave), que surgiò en el sur del país en 2002. Por alguna razón que deberá aclarar algún día, las autoridades sanitarias chinas no informaron al mundo sobre el Paciente Uno durante un mes y medio, hasta que el 30 de diciembre de 2019, el médico Li Wengliang alertó en las redes de lo que podría ser un rebrote en su ciudad del SARS, que se creía erradicado. Fue perseguido, se contagió y acabó muriendo de la nueva neumonía.

No fue sino hasta el último día de 2019, con el mundo preparándose para la fiesta de Año Nuevo, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) recibió la alerta de Pekín; y no fue hasta el 7 de enero cuando el régimen confirmó que no era un rebrote de SARS CoV-1, sino un coronavirus nuevo -SARS CoV2- detectado en 44 personas de Wuhan. Ni siquiera se sabía entonces si era capaz de transmitirse de persona a persona.

El 9 de enero de 2020, menos de dos meses después de ser diagnosticado el Paciente Cero, un anciano de Wuhan de 66 años se convertía, oficialmente, en el primer muerto por el nuevo coronavirus, mientras que el 13 de enero Tailandia informó de un primer caso, un chino de Wuhan que presentó síntomas.

Así comenzó la expansión de un coronavirus que, de diciembre a febrero, saltó sin problema de país a país gracias a la globalización del transporte. Así comenzó también una cadena de errores y negligencias que algún día deberán ser juzgados. ¿Por qué China no alertó desde noviembre? ¿Por qué la OMS criticó a los países que suspendieron vuelos con China y no aconsejó controles de fiebre a pasajeros o cubrebocas a la población, si se sabe desde hace décadas que la mejor barrera para cortar la cadena de transmisión de un virus aéreo es el cubrebocas?

Quizá los expertos tenían la esperanza de que la actual pandemia evolucionaría como el SARS en 2002, que mató a ocho mil personas en una decena de países. Pero el riesgo de jugar con algo letal y desconocido es demasiado elevado: un año después del Paciente Uno, el SARS CoV-2 está presente en 217 países, ha contagiado a casi 56 millones de personas y ha matado a 1.3 millones de personas (que se sepa). Y lo más indignante: tenemos líderes que siguen relativizando el uso del cubrebocas y no ponen controles estrictos en medios de transporte.

El paciente más esperado

Pasado este año desde el Paciente Uno, nadie habla ya del “virus chino” -excepto el presidente saliente de EU, Donald Trump, y sus seguidores-, sino que el mundo se pregunta: ¿Qué hizo China o para derrotar a la pandemia?

Y ante el temor a que la pregunta quede sin respuesta, porque las autoridades de EU, Europa y Latinoamérica no han hecho lo suficiente o han fracasado a la hora de frenar los casos de contagios y muertes, muchos se preguntarán: ¿Cuándo veremos filas de ciudadanos para vacunarse, en vez de filas de ambulancias o enfermos intubados?

Al menos tres laboratorios -los estadunidenses Pfizer y Moderna y la rusa Sputnik V- tienen una respuesta: A más tardar a mediados de 2021, porque hay consenso mundial de que, antes que a la población civil se vacuna al personal sanitario. Si no fallan las farmacéuticas, el Paciente Uno de la primera vacuna contra la COVID-19 podría ser una realidad dentro de cuatro o cinco meses. La luz al final del túnel brilla ahora con más fuerza. No perdamos la esperanza.

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