Denuncian autohuachicoleo en Pemex

Cuando a principios del sexenio el presidente Andrés Manuel López Obrador resolvió la contratación de miles de operadores de pipas para afrontar el robo de combustible en ductos, no lo imaginó: se multiplicaban los ojos en campo para advertir la corrupción, en especial en el traspaso de combustible de refinerías a terminales de Petróleos Mexicanos.

Hasta ahora se atreven a hablar. Y lo hacen por medio de un diario nacional… Son poco más de mil 800 y se van rolando al volante de 612 “Pejepipas” –como se les conoce-, las cuales tuvieron un costo de 100 millones de dólares (Plan DNIII en apoyo a Pemex).

Un nutrido grupo se ha organizado para denunciar tropelías en la carga y descarga de gasolina, diésel y turbosina. Han sido testigos –en sintonía a lo ventilado en estas páginas en las entregas previas–de moches y huachicol en torno a los autotanques privados.

-¿Y también de las palomas? –se atreve Oscar García, uno de ellos.

-¿Qué son las palomas?

-Son los torton de Pemex usados para llevar combustible a las gasolineras.

-¿Qué está pasando?

-En ciertas terminales, donde no hay inspección militar, están sacando producto de manera descarada, sin documentación ni sellado del vehículo. ¿A dónde van? Quién sabe, pero salen bien cargadas y regresan vacías. Vemos cómo aprovechan los petroleros para sacarlas entre nosotros, sin papeles ni nada.

-¿Y por qué no han denunciado?

-Lo hemos hecho con los soldados, pero sólo dicen que levantarán el reporte y no pasa nada.

-El presidente ha recorrido refinerías y otras instalaciones de Pemex…

-Hemos intentado abordarlo, pero no ha habido manera: cuando llega, nos quitan del lugar por donde pasa; tienen miedo que le digamos algo, porque nos amenazan: ´si se acercan al presidente, los acusamos de que abandonaron sus pipas y hasta sin chamba se quedan´.

Las “pejepipas” son las únicas con custodia permanente de las Fuerzas Armadas. “Y así debería ser con todo el transporte, para evitar tanto robo, pero los soldados no alcanzan”, dice Héctor, otro conductor.

En tiempos de pandemia, se les convoca desde la Sedena mediante un grupo de WhatsApp: “Todos los disponibles se presentan en el campo militar”, la orden cotidiana. Y ahí se les asigna a diferentes rutas de abastecimiento.

Ellos siempre son los últimos en cargar y descargar, porque los soldados vigilan, les han prohibido las mordidas. También están fuera de los negocios del huachicol, aunque tienen sus propias historias de agandalle…

“Con nosotros, las transas están en el autoconsumo, que es el combustible que Pemex nos debe poner para realizar el trabajo de transporte”, ventila Ricardo.

-¿Qué pasa ahí?

-Nos dan de menos y ellos reportan más. Cuando iniciamos operaciones, a principios de 2019, se determinó por protocolo interno que nos debían cargar entre 600 y 700 litros de diésel, para realizar varios viajes, pero en algunas terminales sólo nos dan 300, y a veces menos.

“Eso pasa en la terminal del Tule, en Oaxaca, también en la de Pajaritos y en otras donde no hay Ejército”, refuerza Héctor.

“En las terminales donde sí son derechos nos dan un documento con código en el que se especifica el número de placa de la pipa, el nombre del operador y los litros cargados (llenado de formas para autoconsumo), pero donde andan chueco desaparecen ese papel o simplemente se niegan a darlo, y así cómo se comprueba”.

“Nos echan 270, 280 litros, pero ellos reportan que nos pusieron 700, ya los hemos descubierto en esas jugadas. Sólo nos dicen: ´pásenle, fórmense y ya´. Ni siquiera firmamos una orden de carga”, narra don Oscar.

“Nos hemos puesto al brinco. ´Si la unidad se queda parada, no es mi problema´, les decimos, pero les vale. Y sí ha pasado: algunas se quedan a medio camino, porque no tienen suficiente combustible. Transitamos mucho por sierras y montañas y decimos que el diésel se cuelga en las subidas, se va hasta abajo y la manguera deja de succionar. En esos casos se debe hacer un traspaleo, para que otra unidad nos venga a cargar”.

SIN DERECHOS. Como se anunció desde el arranque del Plan, el sueldo les ha sido respetado: 29 mil pesos al mes. Sin embargo, se quejan de la falta de uniformes y equipo –el cual les exigen en la milicia; aunque prometieron dotaciones periódicas, se ha incumplido- y del excesivo trabajo. “Cuando iniciamos el rol era de 15 días de trabajo por 3 de descanso, se respetó los primeros meses, pero después se alargó a 20, 25, 30 días, hasta llegar a lo de hoy: 45 días en friega por cinco de descanso”, cuenta Alonso, quien fue de los primeros en ser aceptados, a inicios de 2019.

Pero el principal perjuicio es la incertidumbre laboral y la violación a derechos, una realidad paradójica pues en los últimos tiempos desde la Presidencia pareciera pugnarse por mejores condiciones para los trabajadores, con iniciativas como la del outsourcing.

“No sabemos ni de qué institución dependemos: Pemex nos paga, pero Sedena nos coordina y lleva la nómina”, describe Ricardo.

“Lo peor es que cada cinco meses y medio nos rescinden el contrato y tenemos que firmar uno nuevo, empezar de cero. No nos dejan llegar a los seis meses, para impedir que adquiramos derechos laborales, prestaciones y la posibilidad de una plaza, como señala la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado. Los que empezamos primero ya vamos por el sexto contrato”.

Se sienten desprotegidos, vulnerables, en especial frente a las bajas derivadas del COVID-19 y accidentes carreteros.

“Muchos compañeros han fallecido por el coronavirus y las familias no fueron pensionadas. Ni Pemex ni Sedena se hicieron responsables; hubo esposas o hijos que ya presentaron una demanda laboral, pero aún no se ha resuelto nada”, comenta Héctor.

“Nuestro trabajo es una bomba de tiempo, venimos en convoys de 10 unidades, a 60 o 70 kilómetros por hora, podemos ir muy bien, pero si atrás se estampa un canijo, no quiero imaginar la desgracia. Hace poco murió un compañero en la ruta de Oaxaca, la pipa se volteó en una curva y se incendió. Su familia quedó desprotegida. Trabajamos para las familias, pero si algo nos llega a pasar quedan desamparadas”.

-¿Qué les dicen en Sedena?

-Cuando hacemos un poco de ruido los militares nos amenazan con despidos o con levantarnos actas administrativas. Es una vida muy estresante estar controlados por soldados sin ser soldados, pero sí nos preocupa: cada cambio de contrato nos quedamos dos semanas sin seguro, si algo nos llega a pasar en ese tiempo, ni quién nos ayude…

LA VISIÓN DEL DIRECTOR DE PEMEX AL INICIAR EL PLAN DNIII DE APOYO A LA PARAESTATAL

“No fue un gasto oneroso, la adquisición de estas unidades permitirá reemplazar aquellas que pronto serán dadas de baja por una nueva regulación y disminuirá el número de pipas que actualmente se renta a privados”: Octavio Romero Oropeza.

EL DATO

Las “pejepipas” se agrupan en compañías de 100 operadores.

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