Emilio

Columna: Enfoque médico

Por: Dr. Elías Córdova Sastré

El valor implícito del agua

Dice un refrán que no se aprecia el valor del agua hasta que se seca el pozo, y seguramente muchos de ustedes lectores, al igual que un servidor, aún recordarán una niñez con abundante agua la cual era consumida sin problemas directamente de la llave, pozo o grifo, y sin pensar siquiera en la posibilidad de que hiciera algún daño, esto en la actualidad es impensable en muchos lugares dentro y fuera de nuestro entorno.

Recuerdo igual el momento cuando inició la venta de agua embotellada y en esa inocencia de la edad pensé para mis adentros en el mal negocio que era para quien intentaba vender algo que en su momento era gratuito y abundante (un claro ejemplo de lo que era ser visionario para quienes iniciaron este negocio); hoy, a unos años de esos añorados momentos, hay mucho qué hablar sobre el agua; tan solo en las noticias de estos días vemos escasez en regiones del norte y abundancia aparente en el sureste, y digo aparente porque si bien tenemos agua de sobra a nuestro alrededor, no necesariamente es un agua que podamos consumir libremente.

Si bien se le puede abordar de muchas formas en el sentido de lo que representa, en esta ocasión enfocaré la columna en la ingesta de este vital líquido.

El agua saludable y fácilmente accesible es importante en materia de salud pública, es un recurso valioso e indispensable, es el principal componente o el más abundante del cuerpo humano ya que por un lado nuestro cuerpo es incapaz de producirlo en cantidades suficientes para satisfacer nuestras necesidades así como tampoco puede obtenerse de los alimentos que consumimos para satisfacer las necesidades y por otro lado, el agua en nuestro cuerpo conforma desde un 60% hasta un 90% dependiendo de la edad.

Es por ello que debemos prestar atención al consumo de agua y saber y conocer sobre las cantidades necesarias de ingesta para asegurar que estamos alcanzando nuestros requerimientos diarios ya que, de no hacerlo, podría haber efectos perjudiciales en nuestra salud.

Esta ingesta depende de tres fuentes, por un lado, el agua que tomamos (agua y otros líquidos como café, leche, jugos, té, refrescos, etc), por otro lado, el agua que comemos (todos los alimentos por muy sólidos que se vean, tienen un determinado contenido de agua) y además el agua que producimos (por procesos metabólicos de nuestro cuerpo).

El gran problema, lo que asusta y enciende las alarmas es sobre el consumo de agua en la actualidad; ante la pregunta sobre ¿qué toman los niños cuando tienen sed?, sorprendentemente la mayoría de las respuestas no es agua pura.

Existe una gran variedad de bebidas elaboradas industrialmente a partir de frutas, hierbas, semillas, etc, adicionadas en teoría algunas con nutrientes y existen las azucaradas tradicionales o refrescos de marcas conocidas. A los niños no les gusta tomar agua simple cuando tienen la opción de tomar otras bebidas dulces elaboradas industrialmente, las conocen y las piden y exigen desde muy pequeños porque como adultos se las estamos ofreciendo o les inducimos a tomarlas, otras veces es por imitación del entorno familiar, o por presión publicitaria y social.

El azúcar que contienen estas bebidas industrializadas es responsable en mucha parte del problema de obesidad en México, pero igual condiciona problemas dentales como caries y erosión dental, dolores abdominales, problemas en absorción de calcio, gastritis, irritabilidad e insomnio, alergias, etc, igual puede alterar hábitos saludables como ingesta de leche, o falta de apetito a la hora de comer ya que sus calorías interfieren en el ciclo natural hambre-comida-saciedad.

Los principales tipos de bebidas que contribuyen con el mayor aporte energético (cantidad de calorías) en la población mexicana son los refrescos, bebidas elaboradas con jugos de frutas (con o sin azúcar), aguas frescas y jugos elaborados con 100% de frutas a los que se agrega azúcar. Según estadísticas, se ha duplicado el consumo de estas bebidas lo que condiciona aumento en la ingesta de calorías y a su vez está impactando en los índices de sobrepeso y obesidad en México.

Generalmente debemos tomar agua cuando tenemos sed, pero este proceso varía dependiendo de la edad, composición corporal, niveles de transpiración (sudor), hábitos alimentarios y algunas veces del importante papel del clima.  Esta preocupación sobre la ingesta de agua ha llevado a organismos nacionales e internacionales a implementar medidas y realizar investigaciones con la finalidad de impactar de forma positiva en el consumo de agua simple, esto permitió que se elaborara el llamado sistema de orientación de bebidas, donde se clasifican las bebidas dependiendo de su contenido calórico y aporte de nutrimentos, así como en los beneficios y riesgos que representa para la salud.

Se clasificaron en 6 niveles, de mayor a menor recomendación, donde en el nivel 1 se colocó al agua natural como bebida principal, y en el nivel 6 se encuentran las bebidas que deben evitarse o limitarse (bebidas azucaradas como refrescos y bebidas no gasificadas con alto contenido de fructuosa y jarabe de maíz). Lo anterior derivó en México en el actual Sistema de Etiquetado Frontal de Alimentos y Bebidas (SEFAB) el cual forma parte de la actual estrategia para combatir la obesidad y las enfermedades crónicas no transmisibles.

Los estudios indican una asociación positiva entre el consumo de bebidas azucaradas y la obesidad, por cada vaso o lata adicional de bebidas azucaradas que se consume durante el día en la población infantil, aumenta un 1.6 veces la probabilidad de convertirse en individuos obesos. Otros estudios encontraron que el riesgo de padecer sobrepeso en población infantil es 2.4 veces mayor en comparación con los que no consumen ese tipo de bebidas azucaradas. Otra razón es porque estas bebidas azucaradas aumentan de forma importante las concentraciones de glucosa e insulina y al elevarse el índice glucémico de la dieta esto estimula el apetito lo que deriva en incremento de peso y puede provocar intolerancia a la glucosa y resistencia a la insulina, esto contribuye de forma indirecta a elevación de marcadores inflamatorios como la llamada proteína C reactiva que se asocia con padecimientos crónicos como diabetes mellitus y enfermedades cardiovasculares.

Por otro lado, la fructuosa adicionada en este tipo de bebidas, incrementa la presión arterial y promueve la acumulación de grasa a nivel visceral.

Es por ello que decimos que el aumento en el consumo de bebidas azucaradas en población infantil, impacta en la salud pública y puede desencadenar en síndrome metabólico, obesidad, enfermedades crónicas como diabetes e incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Igual se ha asociado la ingesta temprana de sal y azúcar (en menores de 2 años de edad o al iniciar la alimentación complementaría en mayores de 6 meses) con mayor respuesta adictiva a futuro, esto es, entre más tempranamente se introduce de forma adicional sal y azúcar, más tempranamente despertamos la adicción a la ingesta de estos suplementos que no son necesarios en nuestra dieta y que deberían adquirirse de forma natural de los alimentos, es por ello que al iniciar la alimentación complementaria se sugiere no adicionar con sal y azúcar los alimentos hasta después de los dos años, pero igualmente se sugiere no incrementarlos luego de esta edad.

La percepción o modelaje por parte de nosotros adultos es igual de importante, un estudio demuestra que la percepción de los niños sobre el consumo de bebidas en los padres de familia es que tomaban mucho refresco, agua de sabor, café y cerveza y que además hacen hincapié en que por ser adultos o jefes de familia tienen este derecho mientras los demás no, esta percepción es casi similar hacia los docentes (quitando obviamente la cerveza).

Es importante que hagamos un cambio generacional y que nos ocupemos en este sentido en nuestras familias, en las escuelas, en nuestro entorno, sobre el impacto que tiene la ingesta de bebidas azucaradas y cómo esto representa un riesgo inminente en la salud de nuestros infantes y genera un problema salud pública al tener relación con los altos índices de obesidad, diabetes y riesgo cardiovascular.

Debemos asegurar la ingesta de agua simple en nuestra familia y ser generadores de cambio al ejercer este modelaje en nuestros infantes, que vean cómo nosotros dejamos de consumir bebidas azucaradas y cómo incrementamos la ingesta de agua simple en nuestro entorno familiar y con ello favorecer el circulo virtuoso sobre el agua.

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