El pueblo chontal celebra a San Francisco de Asis

Fotos: Jaime Ávalos

La oración retumbó por todo el templo mientras el olor a incienso y copal se sentía, era el momento en que la imagen de San Francisco de Asís iniciaba su recorrido por la que es su casa, acompañado de quienes son sus fieles seguidores, los chontales de Tamulté de las Sabanas.

Es así como celebran a su patrono, con un recorrido en los cuatro puntos cardinales del templo para bendecir sus cosechas y patrimonios.

Enmarcado en la misa de acción de gracias, la pequeña imagen, que no rebasa los 60 centímetros de altura, estaba colocada en una base con flores, y era llevada por cuatro varones, todos vestidos de blanco mientras las mujeres, con sus blusas de tabasqueñas le acercaban y alejaban el sahumerio pidiendo que la cosecha de este año sea benéfica para todos.

La devoción se desborda cuando se trata de su patrono, así se dejó ver por aquellos que optaron por poner una veladora a la imagen de tamaño real que fue ubicada en una de las alas del templo, y es que a sus pies había un centenar de velas, cada una con una petición en especial o con un agradecimiento.

Las luces de las velas bailaban al compás del ritmo del tambor que sonaba al interior del templo; un perro hecho de cartón estaba a un costado de la figura que mide cerca de 1.80 metros.

Minutos después de la procesión, el olor a pólvora e incienso se mezclaron, pues los pobladores para celebrar tiraron cuetes que anunciaban la festividad.

Con la bendición de los sacerdotes que oficiaron la misa y con la esperanza de que este año será buena la cosecha gracias a San Francisco de Asís, culminó esta tradición que se realiza desde que el padre Lucas llegase a aquella comunidad a infundir el amor a Dios y Cristo.

“Los tabasqueños debemos estar unidos”

Restaurar y reconstruir la sociedad es el motivo de la fiesta de San Francisco de Asís, señaló el sacerdote Roberto Sánchez Cabrera, quien acudió como invitado a oficiar la misa del Patrono de Tamulté de las Sabanas.

Les pidió los tabasqueños que no se dividan ni por partidos políticos ni por las ideologías, más bien, que se unan en nombre de Cristo.

«El sentido de la fiesta de San Francisco de Asís es la unidad, los tabasqueños no debemos dejar que nada ni nadie nos divida, somos hermanos, somos familia. Nada nos debe dividir, ni los partidos políticos ni las ideologías, tampoco la opinión ni la forma de ser ni de pensar de cada uno», puntualizó ante los fieles.

En su reflexión llamó a ponderar aquello que nos une y no que nos divide para que la familia crezca y se fortalezca.

Y es que, según cuenta la historia católica, el Cristo de San Damián le dijo: «Francisco, reconstruye mi iglesia, el mundo, la sociedad, la familia».

La fraternidad, dijo, no se debe inventar, por eso pidió no hablar mal de nadie, «no hablar mal a espaldas de nadie, si no somos capaces de decirle al otro de frente lo que sentimos, no difamemos, no le inventemos un chisme, porque se pierde el sentido de la fraternidad».

Del lujo a la pobreza

Giovanni di Pietro Bernardone, su nombre real, fue un religioso y místico italiano, fundador de la orden franciscana. Casi sin proponérselo, lideró un movimiento de renovación cristiana que, centrado en el amor a Dios, la pobreza y la alegre fraternidad, tuvo un inmenso eco entre las clases populares e hizo de él una veneradísima personalidad en la Edad Media. La sencillez y humildad del “pobrecito de Asís”, sin embargo, acabó trascendiendo su época para erigirse en un modelo atemporal, y su figura es valorada, más allá incluso de las propias creencias, como una de las más altas manifestaciones de la espiritualidad cristiana.

En la primavera de 1206, tuvo su primera visión. En el pequeño templo de San Damián, medio abandonado y destruido, oyó ante una imagen románica de Jesucristo una voz que le hablaba en el silencio de su muda y amorosa contemplación: «Ve, Francisco, repara mi iglesia. Ya lo ves: está hecha una ruina». El joven Francisco no vaciló: corrió a su casa paterna, tomó unos cuantos rollos de paño del almacén y fue a venderlos a Feligno; luego entregó el dinero así obtenido al sacerdote de San Damián para la restauración del templo.

Esta acción desató la ira de su padre; si antes había censurado en su hijo cierta tendencia al lujo y a la pompa, Pietro di Bernardone vio ahora en aquel donativo una ciega prodigalidad en perjuicio del patrimonio que tantos sudores le costaba. Por ello llevó a su hijo ante el obispo de Asís a fin de que renunciara formalmente a cualquier herencia. La respuesta de Francisco fue despojarse de sus propias vestiduras y restituirlas a su progenitor, renunciando con ello, por amor a Dios, a cualquier bien terrenal.

A los veinticinco años, sin más bienes que su pobreza, abandonó su ciudad natal y se dirigió a Gubbio, donde trabajó abnegadamente en un hospital de leprosos; luego regresó a Asís y se dedicó a restaurar con sus propios brazos, pidiendo materiales y ayuda a los transeúntes, las iglesias de San Damián, San Pietro In Merullo y Santa María de los Ángeles en la Porciúncula. Pese a esta actividad, aquellos años fueron de soledad y oración; sólo aparecía ante el mundo para mendigar con los pobres y compartir su mesa.

«El sentido de la fiesta de San Francisco de Asís es la unidad, los tabasqueños no debemos dejar que nada ni nadie nos divida, somos hermanos, somos familia. Nada nos debe dividir”

Roberto Sánchez Cabrera

Sacerdote católico

El templo se llenó de cantos, rezos y de olor a incienso mientras la imagen del santo paseaba por las cuatro esquinas del recinto

La figura es pequeña, pero la fe en él es grande

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