La prisión le cambió la vida y le enseñó un oficio

Jaime Pérez Estrada trabaja todos los días en el Mercado José María Pino Suárez haciendo vistosos llaveros, pecheros, y paisajes grabados en madera y mármol

Por: Javier Hernández López

Villahermosa

El arco de la caladora manual no es otra cosa que una barreta de acero de la celda de alta seguridad del reclusorio.

Con pulso de cirujano, el hombre de complexión robusta que luce en ambos brazos una serie de tatuajes, va dando forma a cada una de las pequeñas figuras adheridas con anterioridad sobre el MDF (tablero de fibras de madera de densidad media) de 3 milímetros de grosor, la cual, para darle el toque final, es encapsulada con resina.

El bullicio, que se escucha en los pasillos de mercado Pino Suárez, parece no desconcentrarlo, para continuar con su faena que inicia a las tres de la madrugada y concluye al ocultarse el sol, ya cuando las estrellas y la luna se dejan ver en el cielo oscuro.

– ¿Cómo te llamas?

– Jaime Pérez Estrada

– ¿Cuál es el nombre del negocio?

Artesanías y Manualidades “Emanuel”

“En el mercado de las artesanías, aquí en el Pino Suárez y reunidos con mi familia llevó 15 años, pero estando en prisión fueron otros cuatro años, que fue donde adquirí la habilidad, de los siete que permanecí tras rejas”, explica Jaime, mientras su hijo y esposa atienden a la clientela.

-Cuándo me dan la libertad le pido a Dios de salir a trabajar y para adelante, y hasta el día de hoy nos sostenemos con la artesanía.

¿Cómo aprendes el oficio?

-Adentro uno aprende por necesidad, nadie te enseña, uno tiene que ser astuto para ir aprendiendo.

¡Sergio atiende ahí por fa!, grita de repente cuando una señora le pregunta por un souvenir de san Judas Tadeo – que se celebra el próximo 28 de octubre-, y es sobre lo que está trabajando en estas fechas.

Llaveros, pecheros, paisajes grabados en madera, y mármol -estos últimos se manejan sobre pedido, marcando al teléfono: 9932144467- además, realizan figuras sobre cemento y madera, sin faltar los ordenadores, servilleteros, lámparas, centros de mesa, invitaciones en madera, en imanes, grabado en piel, “todo lo que necesite el cliente más exigente”, dice, el hombre, quien estando en prisión fue cabo de celda y de patio.

Agrega, que el conocimiento que adquirió en prisión, hoy se lo está pasando a su esposa e hijo. Que la materia prima para realizar los trabajos en el triplay, el mdf, y madera de 3 milímetros y que parte de sus souvenirs ya está llegando a otros municipios.

De esta manera, el hombre que un 10 de agosto se sentó en la “piedra”, a como se dice en el argot penitenciario, y renunció al hombre viejo y cambió su vida para siempre.

El hombre de complexión robusta va dando forma a cada una de las pequeñas figuras que vende para mantener a su familia

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