Los productos de los derivados de la harina de maíz que consumen los mexicanos carecen de las fortificaciones de hierro que establece la Ley General de Salud, de acuerdo con el informe Harina de otro costal: La fortificación de alimentos de México a Examen, realizado por la organización internacional Fundación Changing Markets y la mexicana Proyecto Alimente, en coordinación con la Alianza por la Salud Alimentaria.
El estudio refiere que sólo cuatro de doce marcas de harina comercializadas en el país cumplen con el requisito de fortificación de hierro (Fe) recomendado por estándares internacionales. “Es preocupante que una de las medidas de salud pública que el gobierno ha adoptado para reducir el déficit de hierro en la dieta de los mexicanos —una de las causas más importantes de anemia que vive una parte importante del país— no se cumpla”, señala en entrevista Marcos Arana Cedeño, investigador en Ciencias Médicas del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición (INCMNSZ) y miembro de la Red Mundial de Grupos Pro Alimentación Infantil (IBFAN).
El científico explica que la harina de maíz llega hasta los lugares más apartados del país y es parte de la dieta básica de la población. “Lo que hizo el estudio es revisar qué tipo de hierro y sus cantidades se emplea para cumplir con un lineamiento que está en las normas del país, algo que la propia autoridad debió reportar hace tiempo”.
El hierro utilizado en la mayoría de las ocasiones no es el más adecuado: es de tipo electrolítico, que no es biodisponible. De esta forma, la mayoría de las empresas cumplen con los requerimientos en el papel, pero con un componente inútil para mejorar la disponibilidad de hierro con el cual las personas puedan reducir su déficit y disminuir los problemas de anemia del país, agrega Arana.
“No hay una explicación lógica de por qué se utiliza un hierro que no es el recomendado por la OMS; el que usan las compañías debería utilizar un compuesto llamado fumarato ferroso o en todo caso sulfato ferroso, y no este hierro electrolítico. No todas incumplen, pero sí la mayoría”.
El estudio, que se presentó en el Congreso de la Sociedad Latinoamericana de Nutrición, en Guadalajara, omite el análisis de micronutrientes añadidos, como el hierro y el zinc, y no detalla sobre cómo el gobierno debe supervisar y hacer cumplir la fortificación, “aparentemente dejando que la industria de la molienda de harina se regule a sí misma. Aunque Cofepris parece estar haciendo algunos muestreos y pruebas limitados, no está claro si también auditan el proceso de fortificación en los molinos de harina”. Si bien existe una norma, apunta Arana, tiene ambigüedades que, a partir de este estudio, deberían ser corregidas. “Establece e indica que la fortificación de harinas con hierro debería de ser fumarato o sulfato ferroso, pero queda una ambigüedad para el uso de otros compuestos, entonces esto ha permitido que no se utilicen los de mejor calidad”.
La diferencia de costo es mínima, pero quizá haya una explicación de por qué las compañías incumplen, pero es trabajo que Cofepris no ha llevado a cabo. “Es una de las grandes interrogantes”.
Otras conclusiones del estudio señalan que los datos de Cofepris muestran una disminución significativa en el cumplimiento de la fortificación de la harina de maíz con ácido fólico (100 por ciento a 33 por ciento). Además de que no hay requisito legal para que las harinas fortificadas se usen en la preparación de productos ricos en harina-tortillas y panes. “Esto depende únicamente del procesador de alimentos que procura la harina fortificada”.
“La fortificación de estos productos no se hace por fines comerciales, sino como una medida de salud pública para mejorar y proteger salud de los mexicanos. La población con dieta pobre es siempre la más vulnerable y afectada y no es válido de que no se usen los mejores productos para proporcionar hierro en uno de sus alimentos básicos”, finalizó el investigador.